XXVII - Charla de almohadas

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Kara vio su cama y desayuno y suspiró feliz. Su habitación era perfecta. Enorme, hermosa y, sobre todo, tranquila. Ella dejó caer sus maletas junto a la cama y llevó a Lena a una gira.

–La señora Heywood no estaba bromeando acerca de la ducha–, dijo Kara mientras asomaba la cabeza en el baño. –Nunca he visto una tan grande.

–Bueno, específicamente le pediste un 'lugar dulce con una gran ducha'.

–Cierto. Ella debe haber pensado que valoro mucho la limpieza.

–Oh, estoy bastante segura de que eso no es lo que ella pensó.

Kara se rió. –Bueno, de cualquier manera, soy una gran fanática de las duchas. De hecho, la de tu casa en Los Ángeles me dejó algunos recuerdos muy ... duraderos ...

–Conozco el sentimiento. En esa nota, debes estar muriendo por intentarlo. ¿Quieres ir primero? Me gustaría desempacar.

Kara entendió a pesar de que sintió una sacudida de decepción. A Lena siempre le gustaba arreglar las cosas antes de que realmente pudiera relajarse. Algo de personalidad tipo A.

Ella agarró lo esencial y desapareció en el baño. En cinco minutos, la habitación estaba llena de vapor, y todos sus músculos comenzaron a cantar aliviados.

Las escenas pasaron por su cabeza de lo más destacado de la boda. Había sido un día perfecto. ¿El pastel croquembouche? Comida de los dioses. El discurso de su padre había sido tan cariñoso como el de Miguel y Mark, a su vez, subidos de tono y divertidos. Pero fueron las palabras de Caroline, como madrina, las que Kara todavía tenia  en su cabeza. Ella cerró los ojos.

–Vi a Kara enamorarse ante mis ojos–, había dicho Caroline a la multitud silenciosa. –Más que eso, la vi avanzar hasta la reportera más intimidante que haya existido, sin dudar ni un momento. Es como si mirara a los ojos de Lena y viera lo que siempre estuvo allí. Lo que nadie más había notado. Y esas dos han estado luchando contra el amor, encontrando el amor y todo lo demás desde el día en que se conocieron. Ser testigo fue como ir a la deriva cerca del fuego. Potente, intenso y acalorado.

Los pensamientos de Kara se dirigieron a Lena y el regalo que le dio: exponer su corazón frente a todos. Ella no tenía palabras sobre cuánto significaba.

Hubo un pequeño ruido y miró a su alrededor. La puerta de la ducha empañada se abrió.

Lena estaba delante de ella, elegante, hermosa ... y muy desnuda. –Pensé que deberíamos recrear nuestra primera vez–, dijo, su voz ronroneaba. –Solo con menos ropa de mi parte.

El deseo atravesó a Kara. Se le cortó la respiración cuando su mirada barrió la forma desnuda de su esposa. Se hizo a un lado para hacerle espacio. –Sí. Gran idea. La mejor de todas.

Lena se metió bajo el chorro de la ducha, cerró los ojos e inclinó la cabeza hacia atrás, permitiendo que los riachuelos de agua le cubrieran la piel. Se pasó los dedos por el pelo, humedeciéndolo completamente. Inclinando la cabeza hacia un lado, los dedos de Lena luego recorrieron su cuello y bajaron hasta sus senos.

Kara dejó caer el jabón.

Sonó una risita baja. La mirada suave y divertida de Lena se cruzó con la de Kara. –Concéntrate, Danvers–, dijo, su tono prometía todo tipo de actos traviesos, –O podrías perderte algo–. Dio un paso adelante y deslizó sus manos sobre los hombros de Kara, antes de tomarla en sus brazos.

De pecho a pecho, de estómago a estómago, Kara sintió que su mente estaba vacía de pensamientos coherentes.

La boca de Lena cayó al cuello de Kara y sus labios comenzaron una exploración pausada.

Uɴᴇxᴘᴇᴄᴛᴇᴅ Sᴘᴀʀᴋs?  /SᴜᴘᴇʀCᴏʀᴘ / AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora