Capítulo 3: En terapia

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Lali llega a la consulta de Rocío acompañada de Candela, su prima hermana, esa con la que se criaron juntas, con la que comparte vida, familia, amigos. Su otra mitad, según ella misma.

Candela se sienta en la sala de espera, porque básicamente le está haciendo de chofer.

Un vecino que reconoció a Lali el día del accidente, recogió su bici cuya rueda parecía el cuadro de Dalí "La persistencia de la memoria" ese que todos conocemos como el de "los relojes blandos".

La rueda estaba doblada al medio, el canasto salido por el golpe y el manubrio doblado.

Eso sí... ¡los pañuelos verde y violeta entrelazados, aguantaban estoicos anudados al canastito! Quizá como analogía de la resistencia feminista a la que Lali adscribe.

Todos sabían que iba a ser difícil recomponer esa bici, pero ella igual la iba a conservar.

- Lali... ¡pero qué alegría verte gorda!... ¡me re preocupé, ché!

- Estoy bien Ro... fué un golpazo y ahora me pusieron la bota de yeso porque tengo una fractura en la tibia. Nada que el reposo no pueda sanar.

- Me alegro que no haya sido más grave... ¿Cómo estás además de eso?

- Bien... no sé... Lo peor fué superar el momento de las radiografías, ya sabés... además del dolor y la confusión, mi pánico, los sudores, el ahogo... eso fué lo peor. Pero por el accidente en sí, lo tomé con mucha calma. ¿Sabés?... quiero hablarte de ese momento.

- Dale, te escucho... pero luego quiero contarte algo que te conseguí y que creo que puede coparte.

Lali comienza a relatarle a su psicóloga como ocurrieron los hechos desde el día del accidente, y hace mucho hincapié en la tranquilidad que la rodeó en ese momento, a pesar de todo lo que estaba viviendo.

- El tipo que me atropelló, fué el mismo que me llevó al hospital. Un tipo raro, pero que me transmitió algo extraño...

- Ajam... ¿lo volviste a ver?... ¿te dió su número?

Lali se sonríe – No, me dejó en el hospital, me acompañó hasta que me recibió un enfermero y se piró. Quizá tuvo miedo de que lo denuncie, o algo.

- Puff... hoy en día hay que agradecer que no te haya dejado ahí tirada Lali...

- Sí, eso le dije... creo que estamos muy mal acostumbrados. ¡Qué sociedad de mierda!

- ¿Tuviste sueños con el accidente? ¿Miedos, sensaciones raras?...

- No, no con el accidente, pero volvieron los sueños del túnel.

- ¿Querés contarme?

- Voy en un auto, a mucha velocidad... creo que va más gente conmigo... vamos hablando fuerte y de pronto entramos a un túnel, un túnel que nunca se acaba... y todo es oscuridad, el túnel no se termina... y siento un golpe y ahí me despierto.

- Bueno... es recurrente lo de la velocidad y el auto, lo que es nuevo es que hayan vuelto los sueños del túnel ¿no?

- Sí... hacía muchísimo que no volvía a eso.

- ¿Qué te causó? ¿Te trajo contratiempos?

- mmm... evito el túnel de la estación, y también el otro día le pedí a mi novio que no pasemos por el de Haedo... siento una sensación de ahogo inmensa si pienso en cruzarlos.

Rocío se apena, y pone cara de circunstancia. Lali es una chica tan llena de vida, tan amorosa, e inteligente y le dá mucha tristeza que su cabeza esté tejiendo historias que no la dejen tener una vida normal. Pero como buena psicóloga, y futura psiquiatra, sabe que las dolencias de la mente, son el motor que puede enfermar el cuerpo.

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