Capítulo 17: Los maestros

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Para cualquiera que no supiese todo lo que Lali acarrea, esa frase, resulta una declaración que puede leerse como "¡cojamos YA!, ¡estoy disponible!" . Ella lo sabe y él, aunque le asombra un poco sentirse con la prepotencia de entenderlo así, también lo lee igual.

Pero se queda inmóvil ante su caricia y su beso y no hace nada por alimentar ese deseo. La deja ir.

Lali camina hacia la puerta de reja de su casa con dos sensaciones que pugnan por salir de su cuerpo.

La primera es pensar en que Peter se bajará del auto y correrá hasta ella, la tomará del brazo, la mirará a los ojos alternando a sus labios, que ella los tendrá ligeramente abiertos esperando a recibir los suyos, y allí se fundirán en un beso impresionantemente sensual, en el que los dos, se remontarán a esos momentos de sus vidas pasadas en que se unieron y se amaron.

La segunda sensación es darse la vuelta, y caminar hasta el auto, subirse intempestivamente adelante, tomarle la cara con sus dos manos acariciarlo apenas y buscar su boca y luego su lengua para experimentar otra vez todas esas sensaciones que ella ya experimentó, estando en trance de hipnosis.

Pero ninguna de las dos sensaciones se vuelve real. Ella llega hasta la reja, abre la puerta y entra a su casa, y Peter le hace luces para despedirla, sin más.

El pasillo hasta el porche es un sube y baja de emociones para Lali. Siente que se le están yendo de las manos muchas cosas con Peter... muchas cosas que tienen que ver con sus sentimientos, y por primera vez se para a pensar un instante en que se está jugando muchísimo de esta vida del presente... por algo que surgió en... ¿Una ilusión del pasado?

Lilo sólo levanta la cabeza cuando ella entra al living y le regala un bostezo interminable. Lali le hace mimos detrás de las orejas, y automáticamente el motorcito del ronroneo se activa en él.

Esa noche cuando se acuesta rememora todo lo que vivió en el escaso mes que hace que conoció a Juan Pedro. Las imágenes le pasan por la cabeza como si fuesen paisajes a través de la ventanilla de un tren de alta velocidad, y se le mezcla el pasado con el presente sin poder establecer con certeza que la excita más... sentirlo en esas vidas añejas mientras la besa o le levanta sus polleras antiguas para acariciarle la entrepierna, o ese juego sensual y casi inocente al que están jugando en el presente, de rozarse apenas las mejillas, y comerse vivos con las miradas.

Lali comienza a obsesionarse. Y es lo único que le pidió Leonardo que no haga. Pero la situación la desborda y lo que siente también.

Esa noche se acuesta intentando un sueño, que se vé inundado del histeriqueo que ambos tuvieron en el bar, y se muerde el labio como una nena tratando de ahuyentar las ganas que la invaden por probarlo.

El insomnio no ayuda, y esa noche la sorprenden las 3:15 de la madrugada leyendo "Muchas vidas, muchos maestros"

Llega a un pasaje en la página 34 que le llama poderosamente la atención en donde Leonardo relata textualmente y reflexiona acerca del caso de una paciente:

"Una semana después, Catherine se presentó a la sesión siguiente. Continuaba mejorando; sus temores y ansiedades disminuían. Su mejoría clínica era notable, pero yo aún no estaba seguro de a que se debía."

La frase descoloca un poco a Lali, ¿Cómo que no está seguro de a que se atribuye la mejoría de la paciente?

Ella se entregó a su terapia, porque le informaron que mediante las regresiones a vidas pasadas, los traumas del presente, podían rememorarse, y así entenderse y superarse para no ser un obstáculo en ésta, la vida actual que transita. Y ese pasaje del libro, le abre cierta incógnita de pensar que quizá Leonardo no tiene certezas sobre lo que está haciendo al llevarla a esos límites de su propia conciencia.

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