Capítulo 4: Sentidos opuestos

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El jueves a las 13, Lali sale de su casa caminando con un poco de dificultad por la bota pesada que carga, pero llega a la parada del colectivo que vá hasta la estación de Ramos Mejía y lo espera decidida.

No quiso que nadie la acompañe a esa consulta en la que Rocío tiene tantas expectativas. Sus temores y sus mambos, siempre han sido algo que quiso guardar con celo, para que no la traten de loca.

Toma el tren Sarmiento y se baja en "Once" y desde allí, el subte "A" hasta la estación "Sáenz Peña"

El consultorio está ubicado en un edificio viejísimo del barrio de Monserrat, en la calle Alsina. Un antiguo ascensor con puertas de hierro artístico la llevan hasta el 4to piso de un departamento que nada tiene que ver con la austeridad del barrio.

Es un lugar cálido, con luz clara, una estancia acogedora y que invita a la relajación y el buen gusto. Donde predomina el blanco, las luces brillantes y unos hermosos pisos de madera clara pulida.

Hay cuadros en tonos pasteles, muy bonitos y dos jarrones con calas naturales y azucenas preciosas, decoran los pocos muebles ultra modernos de la habitación.

La misma secretaria de tonada española que le dió la cita, es quien la recibe amablemente, y Lali parece más una niña curiosa, que una mujer de 28 años. También por su contextura pequeña.

Todavía faltan 20 minutos para las 15 pero el lugar de espera se le hace agradable.

5 minutos después de la hora acordada, se abre una puerta de madera oscura con herrajes de bronce, que parece ser el despacho del tal Leonardo, y un chico de unos 15 años sale medio atontado con una señora que lo guía para que no se caiga.

Lali se plantea eso de haber ido sola, pero no cree que ella salga en la misma situación que el chico.

La señora se despide del médico que tiene todas las fichas para parecer un loco psiquiatra y éste, se vuelve a recluir en su despacho cerrando la puerta.

Cuando la señora y el chico se despiden, la secretaria golpea la puerta de madera oscura y le presenta una supuesta ficha al médico, que levanta la cabeza para inspeccionar a Lali por detrás del marco de sus lentes.

- Ahhh, sí, sí... la Doctora Igarzábal... sí.

Recién en ese momento el "cincuentón" bien mantenido la mira y se sonríe.

- ¡Hola Mariana, pasá, por favor!

Lali se levanta y maniobra su bota hasta el despacho, él la recibe con una sonrisa amable y ella corrobora, aunque los señores mayores, no sean de su gusto, que éste, está muy bien. (Por si no le han encontrado la cara a este atractivo sujeto, yo lo pensé como EL GRAN Leonardo Sbaraglia. Ese es MI Leonardo, pero para ustedes es libre albedrío y pueden ponerle la cara que quieran a cualquier personaje)

Tiene una barba canosa y facciones elegantes, no llegó a ver sus ojos directamente, pero intuye que son verdes. Es delgado y alto, y lleva un pantalón negro y una camisa inmaculadamente blanca. El seseo del acento español en su voz y la cadencia en sus palabras, lo hacen interesante y agradable, casi sensual, como dijo Rocío.

- ¡Hola doctor... mucho gusto!

- ¿Cómo estás Mariana?... ¿viniste sola?

- Sí, la doctora Igarzábal quería acompañarme, pero tenía pacientes.

- Bien... hoy vamos a conversar un poco, a conocernos, quizá en un futuro necesites que alguien te acompañe, si finalmente nos decidimos a empezar con tu caso.

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