Capítulo 21: Las oportunidades

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20:30 del viernes, Eugenia está limándose las uñas mientras mira un capítulo de "María la del barrio" por YouTube... como si su existencia no tuviese pocos dramas, apela a los de Thalía en esa obra maestra del bizarrismo.

A pesar de estar enfrascada en la trama que ya sabe de memoria, siente un golpe afuera y un pequeño ruido de cristales – ¡Me cago en estos pendejos de mierda, otra vez!

Los chicos del barrio tienen por costumbre usar la lamparita roja que marca ocupado/libre a los clientes de Eugenia, como blanco para acertar con la gomera, así que lleva cambiadas tantas lamparitas que ya perdió la cuenta.

Sale a la velocidad de la luz pero la oscuridad no le permite ver demasiado, y cuando se gira para volver a entrar, se choca con el cuerpo de Agustín que espera para saludarla.

- Hola Euge...

- ¡Ayy la puta que te parió, pelotudo! ¡Cómo se nota que vos vivís en Oroño!, ¡Esto es una villa, gil!- Agustín se ríe precioso. Se le suben los cachetes cuando lo hace, porque toda su cara denota expresividad. Los ojos le brillan automáticamente de verla a ella, aunque lo esté puteando por asustarla.

- Perdón... no quería asustarte... ¡vine a visitarte!

- ¿Vos me rompiste la lamparita?

- Nooo, fueron unos nenes que se fueron corriendo por allá...

- ¡Hijos de puta!... no les vá a quedar un solo diente...

- Eran chiquitos... ¡todavía deben tener dientes de leche!

- ¡Qué pena!...

Agustín no aguanta la risa. Verla a ella enojada le causa un efecto como si todo un hilo lo recorriese por dentro del cuerpo, terminara en su boca y al verla se estirara generándole una sonrisa inmediata.

- ¿De qué te reís?

- De vos... de lo enojada que estás y de lo linda que sos... ¡de eso me río! – Eugenia chasquea la lengua y trata de no mirarlo.

- ¿Puedo pasar?

- No. Estoy ocupada.

- mmm, mirá... podés estar haciendo dos cosas a lo sumo: mirando alguna novela pedorra o escuchando a Leo Mattioli. – Ahora la que se ríe es ella, y él se tiene que apoyar en el borde la puerta de chapa, porque se le aflojan las piernas con ese gesto.

- Pasá... - Y se hace a un lado dándole espacio para que entre.

Todo está ordenado, como siempre, y el olor a sahumerio recibe a un Agustín temeroso de lo que pueda salir de esa charla.

- Te traje algo que te vá a gustar. – Y le extiende una caja con una bolsita. – Son de ayer a última hora, pero ya sabés que son las mejores, así que calentalas un toque.

Eugenia saca la caja de la bolsa y lee en un círculo redondo: "Confitería – NURIA – Panadería". Inmediatamente se sonríe y se muerde el labio incrédula por ese gesto que para ella significa tanto.

NURIA es una panadería y confitería emblemática de Rosario, que funciona desde 1936. Ahora tiene varios locales, pero empezó como un negocio familiar hace muchísimos años, siendo emblema de Rosario.

La casa central sigue estando en la calle Santa Fé, frente a la AFIP y para Eugenia y Agustín tiene un significado especial, porque por allí pasaban a buscar provisiones antes de fugarse juntos a cualquier lugar en donde se sintieran libres para amarse.

La debilidad de Eugenia eran las medialunas, esas que ahora Agustín le trajo desde allí, y que compró especialmente para ella.

Eugenia mira la caja y se queda perpleja. Con la yema de su dedo recorre el borde apenas, como si en ese paseo estuviese haciendo también un paseo por sus recuerdos. Después de unos segundos recobra el ánimo como para decirle - ¡Gracias! – Aunque todavía no lo pudo mirar a los ojos desde que lo encontró en la puerta.

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