Capítulo 15: Torcer el destino

896 92 71
                                    

El cumpleaños de Valeria improvisado dejó muchos vínculos que se abrían sobre la mesa. Muchas sorpresas, muchos interrogantes, muchos agradecimientos, y una necesidad general de algunos, por plantearse hacia donde querían encaminar, en lo sucesivo sus vidas.

La mañana del lunes después del cumpleaños cada uno de los que formó parte del festejo, lo encara fiel a sus actividades.

Lali protesta como cada día de su vida cuando suena el despertador, y lo mira a su gato durmiendo a los pies de la cama, tapándose la cara con una manito, tan bien... ¡tan a gusto! que le dan ganas de llamar al colegio y dar parte de enferma. Pero el deber le carcome las ideas, y se levanta como siempre (dormida).

Chino la escucha, y alarga un poco más su despertar, porque ahora que Lali, no vá en bici al colegio, él prefiere llevarla en el auto. Entonces le basta con lavarse la cara, los dientes y ponerse un abrigo encima del pijama, porque total vá a volver a meterse en la cama. Así de despojados son estos seres.

Jimena también está penando con Momo, que no se quiere levantar ni a cañonazos, porque todas las noches la tiene hasta pasadas las 12 jugando a la Play.

Eugenia duerme hasta tarde, ya que un cliente apareció a las 3 de la mañana y se quedó hasta las 5. Parece que antes de entrar a trabajar a la fábrica, nada te pone las pilas como un buen polvo.

Entre que se bañó y luego se enganchó a mirar una película, se durmió a las 6:30.

Peter en cambio, arrancó mucho antes de la hora a la que ella se acuesta. A las 7 tenía que ir a hacer una entradera a una concesionaria de autos que está en Capital.

Esa es la hora a la que llega el señor que limpia, y su trabajo de esa mañana, consistía en llevar a dos "compañeros" a que agarren al jubilado al entrar, reducirlo y una vez maniatado, llevarse un dinero que les habían avisado hasta donde estaba guardado.

Lo esperan a partir de las 6:30 estacionados en la puerta de la concesionaria de Villa Luro, comiendo facturas y tomando mates.

Cuando el pobre hombre llega, lo abordan los mismos dos que en su momento abordaron a Candela, y con armas en mano, lo encañonan cada uno por un lado.

El hombre de edad avanzada, que seguramente hace ese trabajo porque la jubilación precaria que tiene, no le alcanza para llegar a fin de mes, se entrega a merced de los delincuentes sin poner ningún tipo de resistencia. Y así, abriendo él mismo la puerta de vidrio, los tres entran al lugar sin apremios.

Peter espera en el auto, porque su trabajo empieza cuando los otros dos salgan, y él tiene que poner primera y salir a la velocidad de la luz.

Después de 5 minutos de que los dos delincuentes están dentro, Peter siente un ruido en la ventanilla del acompañante y se asusta un montón.

Entonces lo vé al señor de la concesionaria, con las manos atadas, la boca amordazada y los ojos desencajados, golpeándole el vidrio, y pidiéndole ayuda.

El hombre pudo zafar del local mientras los otros dos están revisando donde está la plata, y fué a pedir ayuda al único ser vivo que hay en la calle en ese momento, que para su desgracia, está en complicidad con los dos desgraciados de adentro.

Peter empieza a moverse nervioso en su asiento, mira desencajado hacia la puerta a ver si vienen los otros dos, y sólo atina a gritarle al hombre que se tranquilice...

Quizá su intención es bajar del auto y correr, o subir al anciano y huir los dos de ahí, dejando a los otros dos a su suerte. Pero no reacciona, y sólo se queda mirando a los ojos del viejito que le implora que lo ayude, y alternando la vista entre la imagen del abuelo y la puerta de la concesionaria.

7 VidasOù les histoires vivent. Découvrez maintenant