Capítulo 35: La niña y el mar

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Perdón amigxs! Me quedé dormida y no me acordaba que tenía que subir capítulo. Fueron días complicados!

Aprovecho para agradecerles el cariño, y deseo que les vuelva por mil!

De corazón, gracias!

Mariana

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Nunca las dos cuadras que separan la consulta de Leonardo con la estación Sáenz Peña del subte "A", fueron tan lentamente recorridas como lo hizo Lali esa tarde después de encontrarse en su regresión como "Dolores".

Incluso Leonardo se ofreció a pedirle un auto y costearlo él, para que no vuelva en ese estado de shock en el que quedó después de la sesión.

Cada una de las formas en que había muerto en sus vidas pasadas guardaban cierta calma. El momento exacto de la muerte, aun siendo violento y extremadamente tortuoso, se veía envuelto en un halo de resignación, que quizá era lo que la ayudaba a elevarse liviana, tranquila, con cierta paz.

La liberación de un dolor por la enfermedad, como María o Marina o el consuelo de saber que hasta el último momento su compañero de vida estuvo a su lado, con Camila o Juana.

Pero en el caso de Dolores, la desesperación, la soledad y la falta de sentir que de algún modo, algo bueno de esa vida se iba con ella mientras sus pulmones se llenaban de agua, fué lo que hizo de la vida y la muerte de Dolores, un verdadero calvario muy factible de generar un trauma profundo.

Lali no reconoció a nadie de esa vida, ni a su madre, ni a su hermana Malena, tampoco a esa mujer que la llevó a ejercer la prostitución y a la que mató, tirando a un pozo de agua. Sólo volvió a encontrarse con él. Con Pedro.

Pero esa regresión no tiene para Lali el mismo significado, ni la misma aceptación que las demás. Esta dejó demasiadas aristas por estudiar.

La primera, y más movilizante, es que ¡fue una asesina!... no se cuestiona si por vengar una acción o una vida de maltrato, o si fue en defensa propia. Sólo sabe que llegó a hacer lo más deleznable que puede hacer un ser humano, terminar con la vida de otro.

La segunda que quizá explica su empatía particular por la "ex" profesión de Eugenia, y su necesidad imperiosa de sacarla de ella, es que ella misma fue una prostituta desde niña, y además con el detalle, que no es menor, de ser un oficio heredado por "tradición familiar".

Lali se aflige mientras lo piensa. Parada y sostenida de un pasamanos en el tren Sarmiento que la lleva a casa de vuelta, en hora pico. Mira los andenes pasar con velocidad en Floresta y Villa Luro, porque el tren es rápido hasta Liniers. Y eso le hace darse cuenta que tendrá que bajarse allí, porque sigue con servicio rápido hasta Morón, y se pasará dos estaciones de su destino.

Ni siquiera reparó en eso cuando subió, ya que en el aturdimiento, se subió al primer tren que salía, sin mirar si paraba en todas las estaciones.

Otra de las cosas que le hace poner la piel de gallina al rememorar, es que intentó matar a Pedro... no importa si finalmente lo hizo o no. Ella lo intentó, y se remonta a esa sensación de hundir la cuchilla en su costado, tratando de romperle las costillas. El ruido seco cuando cayó al suelo y la fuerza de arrastrarlo hasta el pozo donde terminaron todos los demás.

Pero tampoco puede olvidar la sensación de posesión y plenitud que sintió en sus brazos mientras se desahogaba con su cuerpo, ni las caricias en sus muslos y en sus pechos. Y quiere llorar de la impotencia, por sentir que en cada una de sus vidas pasadas, incluso en la actual, ese hombre haya podido ejercer la misma influencia sobre ella.

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