Capítulo 52: Pagar deudas

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15 días bastaron para saber que no iban a separarse nunca más.

Desde el día del episodio de la balacera, Peter permaneció tres días en lo de Beatriz, y 12 días en casa de Lali. Ella volvió a trabajar, y a pesar de las limitaciones de él, y de las indicaciones de su cirujana de confianza, Peter todos los días preparó la cena y además le hacía viandas para que se lleve al colegio, y coma sano los mediodías.

Además de ordenar la casa, y empezar poco a poco a socializar con Lilo. Esa relación podía ser tranquilamente definida, como la de dos seres encerrados en la casa de Gran hermano, defendiendo su posesión, y tolerándose apenas para no infringir las reglas y que a uno de los dos lo saquen a patadas de allí.

Las actividades de todos se vieron algo alteradas. Eugenia se levantaba una hora antes de lo habitual para preparar a Valeria y llevarla al colegio. Ahora que no iba en auto, tenían que hacerlo en colectivo. Y luego ella tomarse otro hasta la escuela.

Beatriz se ofreció a recoger a la nena los mediodías, ya que hasta las 16 Susana no llegaba. Ella le daba de comer y luego su mamá pasaba a buscarla por su casa para llevársela otra vez.

Valeria estaba alucinada con el hospital casero. Beatriz le dejaba jugar con frasquitos de remedios vacíos y tubos de ensayo viejos y le desteñía papel crepé, como le hacía a Lali de chica, para que tuviesen líquidos de distintos colores.

Todos se amoldaron a la rutina pasajera, y salieron adelante.

El sexo fue otra de las rutinas que agiornaron a lo que tocaba. A Lali bien le podría tocar una medallita por tanto trabajo, porque el movimiento de Peter era bastante escaso.

A los dos pocos días de la operación, cuando la herida estuvo controlada, lograron por intermedio de Daniel y sus contactos dentro del hospital, llevarlo a vendar. Lo hicieron a las 2 de la mañana, un horario en el que no existe el movimiento diurno, era obsoleto ponerle un escudo de yeso, si se comprometía a andar bien vendado con tutores fijos como una momia.

Ni bien Peter pudo empezar a tener algo de autonomía, volvió a su casa, más que nada para liberar a Eugenia del madrugón diario y ocuparse él de su hermana.

La última noche de convivencia Peter se jugó por lo romántico.

Preparó un tuco y le pidió a Beatriz que le compre esos sorrentinos que a Lali le gustan. Aprovechó que ella estaba en la consulta con Rocío, para preparar panqueques y resolvió cena y postre como un campeón. Lo simple del amor.

Esa noche, terminaba con 15 días de extrema ansiedad, pero también de conocerse en las buenas y en las malas, porque en la convivencia no todo es amor y es mentira que a todos nos encanta TODO del otro.

Lali había convivido esporádicamente con el Chino. Siempre había sido amante de su independencia, y sobre todo de tener sus momentos en soledad. Llegar y corregir cuadernos tranquila, escuchando música a un volumen normal, tirando a tranquilo y tomando un vino, o tan sólo eligiendo no oír la tele.

Ella le había dado a Peter la libertad de sentirse en su casa, y eso implicaba que al estar todo el día sólo, él hubiese tomado su palabra a rajatabla.

Entonces cuando ella llegaba del colegio, quizá la música estaba al palo, y la tele encendida, pero él estaba con la compu en internet matando su tiempo.

Jamás le reprochó nada porque ella le había dado esa libertad de sentirse a gusto, pero más de una vez le pidió que baje la música porque le estaban por reventar las neuronas.

Él en cambio, acostumbrado a las comodidades mínimas, dejaba puertas abiertas de par en par, ropa tirada, toallas mojadas encima de las sillas, y cada cosa que sacaba, fuera de su lugar.

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