Capítulo 13: Creando historias

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Los días que siguen a la regresión de Lali, son terriblemente abrumadores para ella. Está cada vez más nerviosa, confusa y el lunes retoma las actividades en la escuela.

Del primer relato salió maravillada, e ilusionada por esa aparición de Pedro en su vida pasada, pero también con cierta incredulidad, porque quizá le había atribuído una cara conocida a ese sujeto de su pasado.

Del segundo relato había salido obnubilada, ya poco queda para dudar. Es muy probable que sea una realidad esto que está viviendo, y que realmente ese hombre haya sido su amor, tal como lo vivió en las dos regresiones.

El sábado por la noche se juntaron en el bar, donde Jimena cantó con la bandita del Chino, y entre ambos trataron de sacar a Lali de ese estado de apatía en el que se encuentra.

Jimena es rápida, y aunque ignora todo lo que envuelve al pasado de Peter en la vida de Lali, sabe que algo está sucediendo con ese tipo en el presente.

- Escuchame changa... ¿volviste a ver al loquito del hospital?

- No, ¿por?

- ¡Porque estás rara Lalo!... y no sé porque intuyo que es por ese chabón.

- No Jime... nada que ver, son mis mambos, lo de siempre...

- Pero si te fué bárbaro con lo del fuego... es más... ¡dejá de prender fasos porque en vez de morir quemada, vas a morir de un edema pulmonar!

- ¡Ja! Hacía mucho que no fumaba... ¡no me jodas!

- ¿Yyyy?... ¿está bueno?... Bueno, que pregunta boluda la mía ¿no?... si te tiene así, ¡debe estar para comer con la mano!

Lali visiblemente irritada le contesta revoleando los ojos - ¡Jimena... no pasa nada con el flaco!, no pienso en él como vos te imaginas, y no me rompas las bolas, porque encima me vas a hacer tener un quilombo con el Chíno... - bajó del taburete, agarró su fernet y se fué con el resto de amigos que compartían la noche de sábado.

En lunes cuando se encontraron a la mañana, en la escuela, Jimena le pidió disculpas. No iba a volver a ahondar en ese sujeto, a menos que Lali le contara algo. Principalmente porque cada vez que se lo mencionaba, se ponía como una loca.

La mañana de lunes y la vuelta al trabajo para Lali, también supone encontrarse con Carlos, el portero.

Carlos la recibe con un abrazo cariñoso, visiblemente feliz de volver a tenerla en la escuela.

Lali no sabe demasiado de él. Nunca se interiorizó acerca de su vida. Siempre tuvieron ese vínculo estrecho que no tiene con las otras docentes, pero ella no indagó en su vida más de lo que comparten dentro del colegio.

Lali lo abraza con fuerza, y con una sonrisa reconfortante. Los brazos de Carlos son un buen refugio para ella, se siente protegida, querida, mimada. Y más aún ahora que sabe, que vínculo la unió a él en el pasado.

Carlos saca de su bolsillo un puñado de caramelos de dulce de leche que a Lali le fascinan, y se los tiende como si fuera una niña. Ella los mira, se sonríe y lo abraza todo lo que puede.

- ¡Gracias Carlos!... sos el mejor...

El hombre la mira con alegría, mientras sostiene el escobillón extra large que pasea con Kerosene y aserrín por la galería, para que todo reluzca.

El timbre para entrar a clases los saca del momento de cariño, pero Lali le dice que luego quiere preguntarle algo.

- Te veo en el recreo... - y Carlos asiente levantándole el pulgar mientras continúa con su tarea.

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