Capítulo 28: Ojos que no ven...

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A pesar que todavía faltan 35 minutos para que el despertador de Lali suene, ella lleva sentada en la cama junto al cuerpo de Peter totalmente dormido, desde que se levantó para ir al baño y encontró el arma en su pantalón.

Se le cortó además de la respiración, las ganas de hacer pis. Está sentada con las piernas reclinadas y las rodillas al pecho, pensando mil y una historia, para no querer asumir la verdadera historia.

Se muerde las uñas con nerviosismo mientras lo mira dormir tan plácidamente, y recuerda que ese mismo hombre, un par de horas atrás, compartió con ella la más absoluta intimidad.

Lali piensa que el sexo es la forma más estrecha de vínculo que pueden entablar dos personas, existan o no sentimientos. Lo vive y lo siente como algo sumamente visceral, un momento en el que cada parte deja de lado la racionalidad, para liberarse absolutamente de cualquier pensamiento, y dar lugar a los sentidos. El tacto, el gusto el olfato y los sentimientos si los hubiera.

Y el haber compartido ese momento con él, la hace sentirse más vulnerable todavía.

Lo mira dormir, y miles de pensamientos le caen en cascada. Casi todos los que vuelven a su mente, son de cómo la mira, cómo la acaricia, cómo la besa y cómo la hace sentir. Y no puede imaginar cómo podría coincidir tanto con alguien y sentirse tan plena... sabiendo que tiene un costado tan oscuro.

En medio de su laguna mental, siente deslizarse por debajo de las sábanas la mano suave de Peter, que la busca acariciando su muslo y subiendo por su panza lentamente.

- Me engañaste... - le dice en un susurro ronco.

- ¿Eh?

- Me engañaste, me dijiste que querías dormir abrazada a mí... y me abandonaste...

Lali se sonríe apenas y lo primero que vé a pesar de la poca luz de la mañana, son sus increíbles ojitos verdes que brillan pequeñitos, porque están entrecerrados.

Peter la tironea suave hasta su cuerpo y la coloca encima suyo, y ella se paraliza ante todas las sensaciones que le hace experimentar con sólo un gesto.

- Buen día... - le murmura mientras le acaricia la cintura y la espalda despacio - ¿A qué hora suena el desgraciado? – Lali se sonríe, y lo acaricia suave delineándole la línea del mentón cubierto por la barba de varios días. – En 10 minutos...

- ¡Nooo!, ¿Cuántos futuros ingenieros crees que se perderá el país si hoy no vas al cole?

- ajajj... por lo menos 57... turno tarde y turno mañana...

- Ufa... son muchos, ¡No vayas! No necesitamos tantos en definitiva...

- Tengo que ir... no me gusta faltar...

- ¿Y yo? ¿Te gusto? – Lali lo mira y asiente con la cabeza- Sí, mucho...

- Vos también me gustas mucho. Pensé en vos estos días, tenía muchas ganas de venir a verte, pero tuve que trabajar en San Clemente... 300 kilómetros de acá...

- Ajam...

- Venía en la ruta a 200, tratando de llegar más temprano...- Lali cierra los ojos y lo reta- ¡Ay no, no!... no me digas eso... por favor...

- Es que es la verdad, quería llegar temprano...para no asustarte a esa hora, pero me quedé sin batería para avisarte.

La alarma del teléfono los saca del momento romántico de dar explicaciones, y Lali se separa de su cuerpo y él vuelve a retenerla. – De verdad... ¿no podés faltar?

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