8. Mellizos Caídos del Cielo.

204 30 90
                                    

CAPÍTULO 8

MELLIZOS CAÍDOS DEL CIELO

TORI

Iba tranquilamente paseando por la calle para llegar a mi casa mientras que mi compañero de Francés no se iba de mi cabeza. No podía parar de pensar en que ese chico podría ser el misterioso hermanastro de Vivian, quien es mi mejor amiga y quien nunca me lo confesó. No quería tampoco ser la amiga pesada, pero ella y yo compartíamos muchos momentos de nuestras vidas, ya sean dolorosos o felices, y me parecía raro que nunca me lo hubiera comentado.

Por otra parte, mi cabeza no paraba de reproducir la actitud tan extraña que tuvo Alex antes de que me despidiera de él. Estaba como asustado o en modo alerta por algo. No conocía a ese chico, pero me resultaba raro que apareciera ahora, de la nada, y de repente hay una desaparición en la ciudad, además de ser, supuestamente, el hermanastro perdido de mi mejor amiga y de actuar de manera sospechosa.

Otro de los asuntos que no paraban de atormentarme la cabeza era el numerito que formé en mitad del instituto tras la pequeña pelea que tuve con el señor Gerard. Me pareció bastante irrespetuosa su manera de comportarse conmigo. Podría ser un profesor bastante humilde y empático con sus alumnos, pero conmigo no se estaba comportando nada bien. No era quien para juzgarme. Posiblemente en su momento sí intentaba ligar con él, pues era un hombre bastante apuesto y, a pesar de ser un profesor, era bastante atrayente. Sin embargo, en ese mismo instante no era esa mis intenciones y me ardió por dentro la forma en la que me juzgó. No pude evitar explotar ante él y parte del alumnado del centro. Y ese era uno de mis defectos, que tenía poca paciencia y era bastante irascible, algo que quería trabajar para mejorar esa parte de mí.

Suspiré y a la vez golpeé una piedra para que me acompañase en la soledad. Estaba tan tranquila, a pesar de mis pensamientos molestosos, hasta que alguien me pellizcó un michelín de la cintura. Me giré, asustada, y Christian apareció en mi campo de visión riéndose a carcajadas fuertes. Era esa risa que te obligaba a sujetarte la barriga con las manos para controlarla, que te dejaba sin respiración. Eran esas carcajadas que después de unos minutos ya estabas jadeando y pidiendo un tubo de oxígeno.

—No me jodas, Tori —se burló sin parar de reír—. ¿En serio te asustaste?

Normalmente no me asustaba tan fácilmente. El verano pasado me monté en una casa del terror y, sinceramente, me reía a carcajadas de esos actores que hacían el payaso para que las personas se aterrorizaran. Aunque, claro, ahí estaba pendiente de cada acto. En cambio, ahora al estar absorta en mis pensamientos, fue más fácil hacerme sobresaltar. Y más cuando la ciudad estaba aún en alerta por la desaparición de Zada.

Su risa retumbaba por mi cabeza, como cuando hacían obras y por la mañana te despertaba el maldito martillo chocando con las paredes.

Christian sacó el paquete de tabaco del bolsillo de su pantalón y se encendió un cigarro.

Odiaba cuando fumaba esa porquería y luego su boca sabía a cigarro. Al principio solo lo hacía para hacerse el guay, hasta que se enganchó completamente a él. Lo típico que les pasaba a todos los granujas de turno. No entendía por qué mi compañero de Francés era quien llevaba el mote de "El Fumeta" mientras que hoy en día casi todos los adolescentes fumaban esa basura. A mí, en cambio, era una de las cosas que me echaban para atrás a la hora de probar algo nuevo, por lo que nunca llegué a llevarme algo de eso a la boca. Aunque si saboreaba la boca de Christian, después de que fumara, sería casi lo mismo.

—Tú eres tonto —refunfuñé.

—Tori, no ha sido para tanto —aclaró Christian sin parar de reírse de mi reacción a su susto.

Aguijón Verde [SUSAC#1]Where stories live. Discover now