34. La herida.

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CAPÍTULO 34

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CAPÍTULO 34

LA HERIDA

ALEX

Al llegar a la casa de Victoria, aparqué el coche con dificultad en la entrada. La pierna me dolía demasiado. Todo mi cuerpo estaba en tensión. Al recibir tanto dolor de golpe, mi piel estaba empapada en sudor. Desde que me dispararon no paraba de recibir punzadas fuertes por todo el cuerpo. Incluso tenía nauseas. Mi estado físico seguramente diera miedo. Nunca me hubiera imaginado que un disparo podría causar tantas sensaciones en tu cuerpo además de dolor.

Cuando paré el motor del coche, eché mi cabeza sobre el volante mientras que lo agarraba con las dos manos. El mareo aumentaba cada vez más y presentía que me iba a desmallar en cualquier momento. Ya no era solo por la pérdida de sangre en mi organismo, sino también por la locura que acababa de ocurrir. No obstante, pretendía mantenerme firme para no preocupar a Victoria.

Esperaba haber perdido de vista a esos descerebrados y no haberles dado la dirección de la casa de Victoria. Si no, ella estaría en grave peligro y sería por mi maldita culpa. Aunque la verdad... ya lo estábamos. Nos vieron las caras. Sabían quiénes éramos. Nos estaban buscando para cazarnos. Venían a por nosotros y no tenían piedad ninguna.

Victoria se dio cuenta de mi mal estado y se bajó rápidamente del coche. Lo rodeó y abrió la puerta. Me levanté para poner mi brazo alrededor de su hombro y así poder estabilizarme. Nos acercamos a la puerta de la valla de su casa. Palpó los bolsillos de su pantalón y la escuché maldecir en voz baja.

—Las llaves están en mi bolso, al igual que mi móvil, y lo tiene Bruno —me explicó tras resoplar—. Ven, sígueme.

No tenía más remedio que hacerlo; ella me ayudaba a caminar. Me dirigió a la parte trasera de su casa, donde se situaba el bosque en el que todo comenzó. Aún recuerdo cuando Victoria me acompañó con un bate de béisbol para asegurarse de que yo no le iba a hacer daño.

Victoria me dejó echado en el tronco de un árbol y anduvo hasta la verja. Apartó un arbusto y quitó algo de la valla que parecía ser ladrillos. Un agujero en la verja se mostró delante de mis ojos.

—¿Podrás pasar por aquí? —me preguntó, aún agachada, alzando su mirada para observarme.

—Lo intentaré.

Cojeé y me puse a su lado. Ella me agarró de la mano para ayudarme. Me agaché con cuidado hasta la altura del agujero y pasé por él. Una punzada fuerte me dio, pero reprimí el dolor para no preocuparla aún más. Seguidamente, ella pasó también por el agujero.

—¿No crees que con eso ahí alguien podría entrar? —pregunté, manteniendo el equilibro con una sola pierna.

—Siempre intento esconderlo lo mejor posible para que no se vea —me respondió, colocando los ladrillos bien puestos y el arbusto para ocultarlo.

Aguijón Verde [SUSAC#1]Where stories live. Discover now