9. La cerveza.

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CAPÍTULO 9

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CAPÍTULO 9

LA CERVEZA

ALEX

Cuando llegué a mi casa, aparqué el coche en la acera y, al salir de él, llamé a Coco, silbando. Coco era mi mascota. Era un Husky Siberiano, un perro grande de la nieve. Los perros para mí eran una obsesión y si eran Huskies ya era cuando alucinaba.

Adopté a Coco cuando era solamente un simple cachorro inofensivo en España y cuando me vine a vivir aquí decidí traérmelo para tener algo en donde apoyarme y recordar mi hogar. Sin embargo, mi padre no lo quería ni ver en su casa. Residía en una caseta de madera que le construí con mis propias manos y yo mismo lo mantenía con el dinero que ganaba del trabajo que conseguía algunos fines de semana.

Coco estaba tumbado tranquilamente en la casita de madera y cuando lo llamé, alzó las orejas y salió corriendo hacia mí. Me acerqué a la puerta de mi casa para abrirla y tomar la correa para llevármelo a pasear.

Antes de entrar, el pequeño Daniel se me acercó, distrayéndome y no me di cuenta de que Coco había entrado en la casa como una bala.

Daniel era mi medio hermano, igual que de Vivian. Mi padre lo tuvo con su nueva mujer, Margaret. Él se parecía más a mí que a Vivian. Su pelito rubio era igual que el mío mientras que los ojos los tenía idénticos a los de su hermana, verdosos. Él empezó a frotarse los ojos. Al parecer se acababa de despertar. El pobre llevaba malo con fiebre durante toda una semana y aún no se curaba. Fue al médico y le dijo que se le quitaría con los medicamentos, por lo que aún seguía tomándoselo y no iba a clases. Lo tomé en brazos para después frotarle el cabello y así despeinárselo más de lo que ya lo tenía.

Me adentré en la casa y cerré la puerta tras de mí, ocasionando un fuerte portazo que esperaba no haber alertado a nadie.

—¿Qué tal, enano? —le pregunté con una sonrisa y le di un beso en la mejilla.

Daniel era una de las únicas personas que me sacaba una gran sonrisa cada día y quien provocaba mi verdadera felicidad.

—¡Bien! —gritó, contento, mientras se reía—. ¿Dónde te habías metido? —me preguntó, haciendo pucheros y tirando de mi camiseta hacia él.

—He estado en el instituto —le contesté y lo solté en el suelo.

—¿Y por qué vas? —cuestionó, aun haciendo pucheros.

—Eh... porque es mi deber como estudiante —le expliqué y lo tomé de la mano para llevarlo hasta su habitación.

—Pero... te he echado mucho de menos... Me dejaste solo con la bruja —aclaró cuando llegamos a su habitación, elevando la cabeza para verme la cara.

—¡Hey! No llames así a tu madre —le advertí con la voz calmada para no asustarlo. Me agaché a su lado y lo miré con cara de enfado—. Eso no está para nada bien.

Aguijón Verde [SUSAC#1]Where stories live. Discover now