31. El lago.

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CAPÍTULO 31

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CAPÍTULO 31

EL LAGO

ALEX

Traje a Victoria al lago del parque de atracciones, donde el ambiente era un poco más tranquilo y así ella podría calmarse antes. Al verla antes tan asustada y afectada, decidí alejarla del ajetreo del parque y llevarla a un sitio con más paz. Tenía pensado llevarla a la ciudad, a un parque sosegado lejos de este sitio, pero ella se negó, ya que no quería dejar a Bruno solo sin dar ninguna explicación.

Estuve durante dos horas buscándola en un montón de sitios. Es más, me salí del trabajo antes de tiempo y sin avisar a mi jefe cuando vi que el siniestro hombre había desaparecido de la nada. Supuse que me habría escuchado hablar por teléfono con Victoria y habría ido a por ella, por lo que me propuse encontrarla antes que él. Posiblemente, cuando volviera al trabajo, Keaton me despidiera, pero me daba igual si se trataba de la seguridad de Victoria.

No obstante, al encontrarla y comprobar que estaba bien, se bajaron todas mis alarmas. Con estar bien me refería a que no había un hombre cargado de tatuajes tras ella con un cuchillo, porque escuchar su voz pidiendo auxilio a pleno pulmón por debajo de la música sí me había alertado. Creía que estaba en absoluto peligro hasta que al abrir la puerta vi que se encontraba sola llorando desesperada. Inspeccioné con la mirada el servicio y no vi a nadie más con ella. Victoria se había quedado encerrada al atraer consigo el pomo de la puerta.

Llevaba no sé cuánto tiempo acariciando su cabello dorado en silencio. Tampoco sabía desde cuando llevábamos abrazados en un banco. Ella estaba apoyada en mi pecho y yo en su cabeza mientras acariciaba su precioso cabello. De esa manera, el tiempo para mí no existía, sino que pasaba y no me daba cuenta, como si los minutos se congelasen. Con ella siempre era así.

Victoria se separó de mí y se restregó los ojos con el puño de la mano. Me recordaba a una niña pequeña. Me encantaba. Me la imaginé a una mini Victoria y la ternura me rebosó por completo. Seguramente era una niña revoltosa pero a la vez dulce.

Alargué mi brazo para poner mi mano en su espalda y acariciarla con cariño.

Era de noche y se podía notar la luna llena reflejada en el agua. Era una puesta muy bonita perfecta para una cita, pero qué pena que yo no fuera su cita. Solo estábamos aquí para que ella se calmara y luego Victoria volvería con quien era su verdadera cita.

—¿Estás mejor? —le pregunté sin ninguna intención de meter el dedo en la llaga pero preocupado por su estado.

Ella me miró y me dedicó una sonrisa sincera. Esa respuesta me la tomé como si hubiera dicho: «mejor no te cuento porque si no, voy a llorar». Y entonces mi humor decayó al infierno. No me gustaba nada verla mal. Ver las lágrimas caer de sus preciosos ojos verdiazules me producía tristeza y rabia a la vez.

Aguijón Verde [SUSAC#1]Where stories live. Discover now