La dama de Hielo era conocida por su actitud distante y fría que dejaba en cualquier lugar que pasaba, pero eso no prohibía la mirada de los hombres ante la belleza de aquella muchacha.
Sus ojos blancos, parecían dos cuencas vacías y sin vida, pues...
Habían pasado dos semanas desde que Narumi y Yoriichi se unieron, pero ese no ha sido el último día. Desde hace pocos días, Narumi ha comenzado a sentirse más cansada y ha vomitado con mucha más frecuencia. Hay algunas comidas que no le agradan y enseguida se va al baño a vomitar.
Ella creía que era su marca, pero Yoriichi conocía esos síntomas y presentía lo que le ocurría al cuerpo de su pareja.
—¡Mis tobillos están hinchados, Yoriichi! ¡He engordado! —se quejaba una joven que estaba acostada en el futón mirando fijamente sus pies—. ¡Y eso que no he comido nada!
Yoriichi entró a la habitación con una mirada calmada. Narumi lo miró, tenía su rostro rojo a causa los llantos.
—¡Y también estoy hinchada! ¡¿Puedes creer eso?!
—Narumi...
—¡Waa, me vas a dejar por estar convirtiéndome en una señora! —gritó.
Yoriichi suspiró. Ha estado así durante días, pero la paciencia que tiene es desbordante.
—Narumi...
—¡Yoriichi!
—Escúchame. —dijo el joven sentándose frente a ella y tomando sus manos.
—Yoriichi... —hizo un puchero.
Él sonrió con ternura, pero no pudo evitar que unas lágrimas bajaran por sus mejillas.
—¿Por qué lloras? —preguntó Narumi mientras quitaba sus manos para limpiar las mejillas del joven—. Si lloras yo también lo haré.
—Creo... no, estás embarazada.
Narumi parpadeó y sus manos cayeron como un saco de papas. Luego las llevo a su boca y ahogó un grito. Las lágrimas de felicidad no tardaron en llegar. ¿Por qué no se dio cuenta antes de los cambios en su cuerpo? Se sentía algo tonta por no saber los síntomas de un embarazo, pero eso no se comparaba con la felicidad de que dentro suyo, albergaba el frutito del amor junto al hombre que más adoraba.
—¡Seremos padres, Yoriichi! —exclamó mientras se lanzaba a los brazos de él.
Yoriichi no tardó en recibirla y llorar con alegría. Esta vez, se prometió cuidar de su familia con toda su vida y no iba a permitir perder a ninguna de las dos.
Narumi besó los labios del joven para luego separarse y llevar sus manos a su abdomen.
—¿Qué quieres que sea? —preguntó.
Yoriichi no pudo evitar esbozar una sonrisa ante la imagen que tenía delante suyo.
—Con que nazca sano, todo bien.
—Tienes razón, pero me gustaría tener una niña. —confesó y luego lo miró—. "Mi sueño es tener una casa pequeña, una familia y alcanzar las manos de mis seres queridos".
Yoriichi abrió sus ojos sorprendido. Nuevamente las lágrimas aparecieron. Narumi tomó sus manos.
—Esta vez cumplirás tus sueños, Yoriichi, y no voy a permitir que nadie te los quite. Te mereces esto y mucho más.
Narumi abrazó a Yoriichi quien lloraba como un niño pequeño, y besó su frente cuando sintió que se había quedado dormido para ella también descansar.
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