❄Epílogo II❄

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~Narrador~

Aquella chica de cabellos blancos y cortos disfrutaba de la brisa costera mientras sus pies descalzos tocaban el agua. Su mirada estaba dirigida al frente, pero luego esbozó una sonrisa nostálgica y decidió volver a casa.

—¡¿Qué hacías, Fuji?! —le reprochó un joven de ojos blancos mientras iba en dirección a su prima.

Al parecer no estaba muy contento con la actitud tan relajada de su familiar.

—¡El abuelo y la abuela ya están casi pasando al otro mundo y tú estás aquí disfrutando del estero frente a nuestra casa!

—Ellos no quieren que lloremos su pérdida. Papá dice que ellos no querrían eso.

—¡¿Qué dices?! Ese tío Seiji...

Fuji simplemente sonrió y sacó de su haori una pequeña flauta que su abuelo le obsequió a la edad de diez.

—Ellos ya están en paz con todo lo que cumplieron, Katsu.

Katsu suspiró y tomó la mano de su prima, la guió a la pequeña cabaña y entraron a la habitación en donde sus abuelos estaban acostados tomados de la mano. Akira, la hija mayor de los Tsugikuni, estaba al lado de ellos con los ojos cerrados.

—Tía... —murmuró Fuji.

La joven de ojos rojos claros abrió los ojos y sonrió al ver a su sobrina.

—Sobrina, hijo, vengan, siéntense.

—¿Mi padre? —preguntó Fuji.

—Él vendrá pronto.

Fuji simplemente asintió y se sentó al lado de su tía, su primo hizo lo mismo. Narumi, buscó con sus manos arrugadas las jóvenes manos de sus nietos y cuando las encontró, las tomó.

—Fuji, Katsu, nietos míos, recuerden siempre pasar los alientos a sus futuros descendientes, al igual que estos pendientes.

Narumi se sacó los aros y se los pasó a Fuji, quien con mucho cuidado los tomó.

—¡¿Por qué ella puede tener los aros de la abuela y la flauta del abuelo?!

—Shh, Katsu. —le regañó Akira.

—Lo siento.

Yoriichi sacó de su haori un par de aros hanafuda y se los pasó a su nieto menor.

—Cuídalos, Katsu. —comentó con la voz ronca—. Y pásalos a tus hijos y nietos, ¿bueno?

Narumi esbozó una sonrisa.

—Cuídense, háganse cazadores tan fuertes como alguna vez nosotros y sus padres lo fuimos. Nuestra familia resultó ser inmune a las marcas, pero de todas maneras, traten de no esforzarse.

—Claro, abuela. —respondió Fuji con una mirada sincera. Yoriichi le sonrió.

Fuji era la única que había nacido con la marca parecida a la de Yoriichi, por lo que su abuelo no tenía ninguna duda de que ella podría transmitir su aliento a sus futuros hijos, pues recién tenía veinte años.

Seiji entró junto al esposo de Akira, Kamado Tadashi, un chico alto con cabello rojo y ojos del mismo color.

—Siento la demora.

—No importa, has llegado a tiempo. —le dijo Akira con una sonrisa de completa enamorada.

Katsu hizo una mueca a la escena de sus padres.

—Parecen adolescentes.

Fuji sonrió.

—Es tan lindo el amor, ¿no crees?

—Ay, cierra la boca.

—Jóvenes, no peleen.

Katsu se disculpó.

—Creo que ya es la hora. —murmuró Narumi con calidez, la que alguna vez fue la Dama de Hielo.

—Sí, creo lo mismo.

Fuji no quería llorar, pero sintió sus ojos llenos de lágrimas. Cuando Fuji era más joven, su abuela siempre le contaba la historia de amor que vivió junto a Yoriichi, a lo que no podía evitar llorar.

Vivieron una historia muy linda y se sentía feliz de que su abuelo haya podido vivir en paz y cumplir esos sueños de tener una casa pequeña y dormir con su familia. Pues había sufrido mucho en la vida.

Seiji, el padre de Fuji, se acercó a ella y la abrazó. Pues Narumi y Yoriichi ya habían fallecido rodeados de sus familiares y en la tranquilidad de su hogar.

—Ya, cariño, llora todo lo que quieras.

Fuji se escondió más en el pecho de su padre y lloró a mares mientras que los demás la imitaban.

El día terminó con la pareja de veteranos siendo enterrados, y luego cada familia se fue para seguir su camino y dejar atrás la cabaña que alguna vez estuvo llena de amor y risas hasta más no poder.

—Hey, idiota.

Fuji se dio la vuelta para mirar a su primo.

—¿Sucede algo, Katsu-kun?

Katsu se sintió mal, siempre había tratado a su prima con malas palabras y gritándole. Y sabía que la muerte de sus abuelos le había dolido más a ella, a ese chica que siempre sonreía para ocultar sus miedos y dolores.

Katsu no dijo nada y abrazó a Fuji. Ella de partida se sorprendió, pero luego sus ojos se llenaron de lágrimas y abrazó con más fuerzas a su primo.

—Gracias.

Katsu no dijo nada y levantó su mano para despedirse de Fuji, pues ella sabía que esa era una despedida.

—Hija, ¿vamos?

—Me quedaré un poco más aquí, padre.

Él asintió.

—Bien, entonces te esperaré en el pueblo.

Fuji le sonrió en respuesta y se sentó en el banco del que pudo ser testigo de cómo sus abuelos se sentaban ahí a disfrutar de la brisa costera. Sacó de su haori la pequeña flauta y al tocarla, le dolieron sus oídos, entonces un papelito voló de ahí y Fuji lo tomó para descubrir una foto pintada a mano de lo que alguna vez fue Yoriichi de niño y de su tío Michikatsu.

Fuji sonrió con delicadeza y observó cómo el sol poco a poco la iba sumiendo en una profunda oscuridad. Se limpió las lágrimas y observó por última vez la cabaña antes de partir al pueblo en donde su familia la esperaba.

—Abuelo, abuela, gracias.

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La Dama De Hielo || YoriichixTú (TERMINADA)Where stories live. Discover now