❄Amanecer❄

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~Narumi~

El cuerpo me dolía mucho, pero al menos podía moverme y comer por mi cuenta. Seguíamos en esta habitación de hospital, y Yoriichi estaba dormido con su cabeza apoyada en el borde de la cama y sosteniendo mi mano.

Estaba en deuda con él, le debía una y mil disculpas por haber puesto en riesgo mi vida y la de nuestro hijo, y no iba a cansar de disculparme con él hasta morir.

Verlo tan asustado de verdad me dio pena, ver la desesperación y alivio cuando desperté fue mi rendición. Ese día del ataque de Michikatsu, yo estaba preparada para morir, yo lo sabía, sabía que era mi fin, pero esa mujer que me salvó me dio una segunda oportunidad. 

Realmente quería saber el nombre de esa mujer, se me hacía conocida, familiar, pero no podía recordar en qué lugar, en qué momento la había visto, y eso me frustraba.

Acaricié el cabello de Yoriichi con mi mano libre, a lo que él, de forma fugaz, se levantó.

—¿Necesitas algo?

—No. —le sonreí vagamente.

Esas ojeras bajo sus ojos me hacían sentir culpable.

—Deberías ir a la cabaña o a una casa de aquí cerca, necesitas dormir bien. —le regañé—. Tu salud también implica en la mía.

—No te dejaré sola.

—No me pasará nada aquí, las enfermeras vienen a verme cada dos horas y hasta de noche hacen turno para cuidarme.

Él negó.

—Yoriichi... —suspiré—. Pareces un pequeño niño.

Él se sonrojó. Aproveché el silencio para hablar nuevamente.

—Lo siento, de verdad, jamás quise preocuparte de esta manera. No lo pensé, estaba cegada en mi deseo de querer matar a Michikatsu con mis propias manos que el destino me jugó una mala pasada. —tomé su mano y la besé—. De verdad, perdóname.

—Perdóname también por no haber sido lo suficientemente fuerte para protegerte.

—¿Qué dices? Siempre estás haciendo lo mejor para mí, esto no es tu culpa, es mía por darte un buen susto. Es increíble que estuve muerta por veinte minutos.

—Por favor no hablemos de eso.

—Está bien, lo siento.

Acaricié su me mejilla y él tomó mi mano para hacerle más presión. Ver a Yoriichi tan débil me causaba ternura.

—¿Sabes cuándo me darán de alta? —le pregunté, pues la mayor parte del tiempo me la pasaba durmiendo.

—No, están esperando a que tus heridas sanen para ver que el bebé no sufra ninguna consecuencia.

—Ya veo.

Una enfermera entró a la habitación para dejarme una bandeja de comida.

—Si necesita algo más, no dude en llamarme.

Le agradecí y luego tomé la cuchara para darle una cucharada llena de comida a Yoriichi.

—No, debes comer tú.

—Oh vamos, es cosa de mirarte y ver que estás más delgado que antes. —actué como una madre—. Vamos, abre la boca.

Él con el ceño fruncido, me obedeció.

—Mmm, ¿cómo está?

—Bueno...

—¡Ese es mi bebé! —exclamé y Yoriichi sonrió, pero había un leve rubor en sus mejillas.

Compartimos la comida y luego él me ayudó a poner la bandeja a un lado. Me acomode entre las sábanas y miré el techo. Extrañaba salir, hace unos días que no veía el sol o la luna.

—Quiero salir de aquí luego.

—Sé paciente.

—Lo sé, es solo que extraño la comodidad de nuestro hogar.

—Yo también, pero pronto te darán de alta, solo tenemos que esperar.

—Quiero caminar, siento mis extremidades dormidas.

—Podría pedirle a una enfermera una silla de ruedas.

—Es buena idea. —murmuré—. Pero ahora quiero dormir.

Yoriichi asintió y se puso de pie para arroparme aún más, me dio un beso en la frente y luego desordenó mis cabellos.

—Te amo.

—Y yo a ti. —respondí y me sumergí en un profundo sueño.

La enfermera revisó mis signos vitales y los de mi bebé

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La enfermera revisó mis signos vitales y los de mi bebé. Estaba agotada de todos estos trámites, pero sabía que eran necesarios y que no me podía quejar.

Ayer había venido mi abuela, Kukiko. Al parecer Yoriichi mandó una carta con la ayuda de su cuervo y se enteró de la situación. Estaba preocupada, pero también me regañó por ser tan arriesgada cuando estaba embarazada, además de perder un poco de mi visión en mi ojo derecho.

Veía, pero muy borroso.

También conocí a mi prima, se llamaba Yumeko, era parecida a mí, solo que uno de sus ojos era café. Yumeko era una chica muy cálida, y a pesar de no conocernos, lloró por mí y por Yoriichi. Además nos felicitó por nuestro embarazo y que estaría feliz y agradecida por ser ella quien trajera a nuestro hijo al mundo.

Kaori mandó una carta, en donde me regañó de todas las formas posibles, me reí, pero luego lloré cuando me comentó la muerte de Rengoku y que ahora su hijo mayor lo iba a suceder.

Me lamenté no estar presente en su funeral, Rengoku era una persona cálida y maravillosa. Jamás fue desubicado y siempre nos trató bien. Yoriichi también sentía la muerte de él, pero no se puso a llorar. Quizás ya no tenía lágrimas.

—Ya está lista, Narumi-san, puede volver a abotonar su blusa.

—Gracias.

Me acosté en la camilla. Ayer me pude bañar para quitar todo residuo de mi cuerpo, las enfermeras me ayudaron, pero Yoriichi también quería hacerlo. Las enfermeras le llamaron pervertido y él con la mirada baja, se retiró lentamente de la habitación.

Yo les dirigí una mirada fría, a lo que dejaron sus comentarios pesados y en silencio hicieron su trabajo.

Me sentía bien estar limpia. Además, mi pancita crece cada día más y eso me alegra.

—¿Qué quiere que sea?

Miré a la enfermera para luego tocar mi panza.

—Niña.

—Ojalá Dios escuche sus plegarias, nacería bella igual que usted y ese chiquillo que anda rondando por ahí.

—Gracias.

Ella me sonrió y salió de la habitación dejándome sola.

—¿Kiko qué pensaría de esto? —sonreí con nostalgia.

Estaba segura que todas las personas de mi Clan estarían felices y esperando por la llegada del bebé. Y Kiko estaría comprando ropa para ambos sexos por si acaso. Pensar en eso me causa gracia.

—¿Qué pensarías Kiko, si la Dama de Hielo ahora llora a causa de la calidez que me va derritiendo poco a poco?

La Dama De Hielo || YoriichixTú (TERMINADA)Where stories live. Discover now