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Las cosas se habían vuelto algo incómodas en el cuartel. Había una especie de tensión en el ambiente, una que tan solo L y Light podían notar. El resto de policías seguían trabajando con normalidad, sin ser conscientes de que el compañerismo que había habido entre los dos chicos más inteligentes del cuartel de pronto había desaparecido.

Claro que ellos hacían lo posible por aparentar normalidad, pero era difícil, más aún cuando se quedaban solos y la tensión aumentaba.

L hasta le había permitido a Light ir al baño y ducharse por separados, ya que tenía claro que el castaño no era un asesino en serie en ese momento y porque no quería aumentar la incomodidad que se palpaba en el ambiente.

¿Qué habían hecho mal? ¿Por qué tenían que pasar por esa situación?

Light estaba harto de no ser suficiente. Necesitaba demostrarle a Ryuzaki que él no era Kira, que se había equivocado con él. Le dolía que dudara, aunque sabía que tenía sus razones.

¿En qué momento había pensado que besarle era una buena idea? Se había sentido tan bien por unos segundos y de repente la sensación más desagradable que había sentido nunca había inundado su ser.

Pero lo que más le dolía era que se estaba separando de Ryuzaki, el no tener más esa conexión que tenían antes. Y lo peor es que era culpa suya.

Ryuzaki por su parte se preguntaba a diario si había actuado correctamente.

Era consciente de que solo había causado confusión y daño al castaño que tanto le importaba con sus caprichos infantiles.

Simplemente debería haber seguido haciendo como si no supiera nada, así habrían seguido como hasta ese momento. Pero había sido egoísta, muy egoísta.

Estaba en su personalidad el aprovecharse de los demás para sacar beneficio propio, no podía evitarlo.

Y vaya que llevaba tiempo teniendo ganas de besar a Light.

Ese genocida despreciable envuelto en su papel de niño bueno. Al principio sentía rechazo hacia sí mismo por sentirse atraído por un asesino. Maldecía al destino por haberle enlazado con alguien como Light y hacía su máximo esfuerzo por apartar el revoloteo que sentía en el estómago cuando lo veía aparecer por la puerta.

Y es que su trabajo era matarle, matar a Kira. Tendría que haber recabado las suficientes pruebas para encancelarle mucho más rápido.

Pero Light fue más listo. Perdió la memoria y le dejó conocer a su otra mitad: La tierna, la pretenciosa, la amable, la educada... La que sí que estaba enamorada de él.

En ese momento L lo supo, que solo era cuestión de tiempo que perdiera ante esa mirada avellanada.

Y es que Ryuzaki era un cabrón, eso lo sabía cualquiera que le hubiera conocido en persona. Simplemente no podía evitarlo, ni siquiera se sentía culpable.

Sin embargo, en esa ocasión en particular L pudo sentir esa opresión en el pecho que le indicaba que había hecho algo mal, porque era su culpa que Light estiviera más distante y desmotivado que nunca.

Y por eso pensó que lo justo sería darle más espacio al castaño. Por eso ahora le permitía soltarse las cadenas de vez en cuando.

Ninguno era consciente de que sin querer ambos estaban poniendose barreras, cuando lo que querrían era estar juntos.

Pero el destino era cruel y tenían claro que en ese momento lo correcto era mantenerse alejados.

Por eso nunca volvieron a tocar el tema del beso, hicieron como si ese día no hubiera existido.

Hilo rojo del destinoWhere stories live. Discover now