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Jeno

—Na JaeMin, tienes que controlarte. —bufé hastiado apartando mi rostro hacia la derecha, evitando el tan ansiado contacto por parte del menor (y por parte mía también, pero no era el momento)— ¡Yah! Lobito descarado.

Afiancé el agarre en su cintura, enterrando en el fondo la culpa que sentía al saber que quedarían marcas de mis dedos en su bronceada piel. Era necesario, no quería, pero debía. La única manera de detener el vaivén que sus caderas hacían sobre mi regazo, justamente encima de esa parte de mi cuerpo que se encontraba más que sensible con todo lo que llevaba soportando.

Aunque no era un martirio exactamente.

Alcé la mirada para encontrarme de nuevo con esos bonitos ojos marrones, tan grandes e inocentes como siempre, incluso en la situación en la que estaban. Las pupilas dilatas y las pestañas revoloteando con coquetería mandaban temblores a todo mi cuerpo, inclinándome más hacia el camino incorrecto. Debía concentrarme e ignorar lo tentador que era el tener al omega encima mío con tan solo la camisa y la ropa interior cubriendo su menuda anatomía. Mi autocontrol merecía un buen premio una vez todo esto acabe. Y sin duda se lo reclamaría al culpable.

Así que, por décima vez, ignoré los ojitos de cachorrito que JaeMin me daba y sujeté sus manos en un rápido movimiento, volviendo a tomar su cintura en menos de dos segundos.

—Ya sé lo que quieres, y no. Quedamos en que sólo sería una vez, lobito ambicioso. —reclamé bajando la mirada a sus labios abultados en un adorable puchero.

Un adorable y muy tentador puchero.

Solo una más. —apreté los labios por la tierna forma de alargar la última palabra— Lo prometo.

—Qué curioso, eso dijiste con las otras dos. —me burlé tensando mi sonrisa al ver que el chico había vuelto a mover sus caderas.

—Por favor. —y vaya que ahora se odiaba como nunca. Un odio en parte agradecimiento por haber cedido al deseos de volver a hacerlo. Tal vez no merecía ese premio después de todo.

Suspiré pidiendo disculpas por lo que iba a hacer. Solté una de sus manos no sin antes mirarle con advertencia, dejando claro que se quedaría sin lo que quería si movía tan solo un poco su traviesa mano. Ya con la mía libre, tomé su rostro con delicadeza, ladeándolo hacia la derecha dejando así la sudorosa y cálida piel de su cuello totalmente expuesta. El olor a frutos rojos y vainilla volviéndose aun más intenso de lo que ya era.

Chasqueé la lengua sabiendo que me arrepentiría después, pero de todas formas lo hice. Acerqué mis labios a su cuello, dejando un rápido beso. Sonreí de lado al escuchar el jadeo que JaeMin soltó, su cuerpo mucho más sensible de lo normal. Y, con un apretón en su cintura como advertencia, clavé mis colmillos en la piel. Succioné tan solo un poco, asegurándome de que sea lo suficiente como para mantener a raya al necesitado omega. Al menos por unos cuantos minutos más.

Ya tenía otras dos marcas en el otro lado de su cuello, y no habían pasado ni treinta minutos.

JaeMin soltó un gemido ronco y algo agudo, uno que por poco cortaba el fino hilo que me mantenía en la cordura. Saqué mis colmillos de la zona, lamiendo las pequeñas dos gotas de sangre que intentaban escapar. Dejé que el orgullo y calidez me embargaran, detestando después la posesividad que había sentido al ver esa herida en su cuello. Con algo de suerte, quedaría una bonita cicatriz que estaba seguro no pararía de mirar.

Besé su mejilla antes de separarme un poco, la mano libre de JaeMin aferrándose a mi camisa para impedir he me aparte un milímetro más.

—¿Contento? —pregunté contra su oído, disfrutando del temblor que había recorrido su cuerpo.

Tenebris Where stories live. Discover now