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JungWoo

Había pasado un mes desde la batalla contra los cazadores. Ahora todos habíamos vuelto al instituto, y los que cursaban quinto año estaban a punto de terminar esta etapa. Eso significaba, tristemente, no más abrazos de oso de Johnny, ni aroma calmante de TaeIl. Todos seguíamos algo tensos y en estado de alerta, uno que otro había generado algún tipo de trauma y el más mínimo sonido u olor nuevo llegaba a alterarlo. Como SiCheng, que si antes era algo cerrado, ahora lo era más. A veces, cuando las cosas se ponían feas en la cafetería por culpa de una disputa boba entre alfas, le entraban una de esas crisis en las que se clavaba las uñas en la cabeza y susurraba palabras inentendibles con los ojos cerrados con fuerza. Nadie lo sacaba. Nadie, menos él. Porque una vez Yuta llegaba, con sus labios algo rojos por el líquido que había estado bebiendo y esa aura de prepotencia, WinWin dejaba de hacerse daño para abrazar el cuerpo del japonés con toda la fuerza que tenían sus delgados brazos. Yuta lo sacaba de ahí con besitos en su cabello y sonrisas suaves y llenas de amor. Claro que esas muecas bonitas cambiaban a sonrisas amenazantes y aterradoras cuando alguien se atrevía a gruñirle o mirar mal al rubio, juzgándolos por tener esa socialmente prohibida relación. A mí en particular me había costado aceptarlo, pero terminé agradeciéndole a la luna que SiCheng haya encontrado a esa persona que lo protegería de todo y todos. Así sea un vampiro, eso era lo de menos.

Quien había cambiado mucho era JaeMin. Ya no era mi bebé de cabello castaño y cuerpo muy delgado que temblaba cada que un desconocido se le acercaba. Ahora era un vibrante omega de cabellera rosa y algo ondulada, con una sonrisa hermosa que parecía quitarle luz a la luna, y un cuerpo perfectamente trabajado. Hasta su olor se había hecho más dulce y llamativo, pues siempre desbordaba felicidad. La sumisión y el miedo habían desaparecido de su persona, siendo reemplazados por una seguridad impactante que muy pocos omegas éramos capaces de tener. Seguía sin hablar mucho en los descansos, pero cuando lo hacía, eran comentarios divertidos o cortas palabras que terminaban por hacernos reír a todos. Yo sabía que eso no había aparecido de la nada, y parte del mérito se lo llevaba Jeno, quien se había esforzado en acompañarlo a construir su confianza y sanar cada herida que llevaba en el alma. Le debía mil gracias, porque había sacado a Nana de la oscuridad, y eso era algo que esperaba ver desde hace muchísimo tiempo.

DongHyuck, por otra parte, continuaba siendo el mismo atrevido y brillante omega de siempre. Su cabello castaño ahora estaba un poco más largo, por lo que se había despejado el centro de la frente para evitar que caiga sobre sus ojos, molestándole la visión. Ese peinado le daba un toque más sofisticado y atractivo, llamando la atención de varios alfas y betas. Aunque ninguno llegaba a salirse con la suya, porque Mark siempre estaba ahí para darles una mala mirada y tomar a Haechan de la cintura con posesividad. El omega bufaba y se burlaba de sus celos, pero lo dulzón que se ponía su aroma a fresas y sandía dejaba ver que le encantaba. Algo había cambiado entre esos dos. Antes existía esa relación amor-odio que llevaba a peleas constantes y miradas llenas de enojo; sin embargo, ahora era muy diferente. Seguían discutiendo, sí, pero la diferencia era que DongHyuck llevaba una sonrisa ladeada en el rostro y Mark mordía su labio inferior como conteniéndose de hacer algo. La tensión siempre estaba presente entre ellos, pero cuando peleaban se hacía aun más evidente. Parecían haber aceptado por completo sus sentimientos, y yo me preguntaba qué había pasado hace un mes para que de la noche a la mañana estén así de bien.

Y mientras los menores del grupo vivían en su mundo lleno de color rosa y algodón de azúcar, TaeIl y Johnny no tenían tanta suerte. El mayor se había cerrado a sí mismo, evitaba hablar sobre esa batalla y había dejado de bromear tanto como lo hacía antes. Yo podía percibir la acidez que llenaba su aroma cuando tocábamos el tema, pero eso no opacaba del todo el dulzor que, desde hace unas semanas, era tan característico. Ya no los veía cariñosos como antes. No es que lo hayan sido mucho, pero al menos hace unos meses veías a John con la mano en la cintura de TaeIl o sus brazos entrelazados, siempre teniendo contacto de algún tipo. Lo bueno es que seguían estando juntos, como si algo los obligase a quedarse cuerpo contra cuerpo. Yo suponía que se debía a la marca, aquella que TaeIl mostraba con orgullo ciertos días, y la cual ocultaba bajo bufandas en otros. El humor de Johnny parecía depender de ese detalle, pues sus labios temblaban en culpa cada que la marca estaba expuesta y su ceño se fruncía en preocupación y rechazo cuando la escondía. Yo no sabía toda la historia, de hecho, solo tenía mis suposiciones basadas en su comportamiento; pero bastaba recordar como Lucas y yo los habíamos encontrado para hacerse una idea de lo ocurrido.

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