10

2.4K 363 153
                                    

Mark

No sabía dónde me encontraba. Todo lucía igual, árboles a la derecha y más árboles a la izquierda. Caminaba sin rumbo, solo siguiendo mi instinto.

Me habían dejado en medio del bosque, con solo una cuchilla en la mano. Quitaron el saco marrón de mi cabeza y desencadenaron mis tobillos y muñecas antes de irse a velocidad. Sabían que podía haberlos matado si estaba en buenas condiciones, es por eso que no me dieron nada de comida o agua por una semana y estos últimos dos días se encargaron de golpearme tanto como quisieron. No sabía cómo me veía ahora mismo, pero a juzgar por lo tiesa que sentía mi piel y lo mucho que me dolía al pestañear intuía que lucía horrible.

No iba a quedarme en este lugar por más dolor que tenga en todo el cuerpo, necesitaba algo para comer y un buen lugar para descansar. No me importaba dormir al aire libre, ya lo había hecho antes, mas esta zona era completamente desconocida y si habían escogido precisamente este bosque para dejarme por mi cuenta debía ser por algo.

Seguí caminando de frente, arrastrando los pies y sosteniéndome como podía de algunos árboles. El dolor en la costilla era insoportable y podía jurar que me había roto el tobillo. No iba a sobrevivir a este paso, por más fuerza que tenga.

Luego de unos minutos u horas (no podía calcular bien el tiempo) percibí un olor. Específicamente, eran varios aromas agrupados. Olía sangre y algo más dulce. Humanos, o al menos algún ser vivo. Avancé con mayor rapidez, tanta como podía, hacia el lugar del que provenía el olor. No sabía porqué, todos mis sentidos estaban nublados y era algo más primario lo que me impulsaba a ir hacia allá. Tropecé varias veces pues mi visión estaba peor que nunca. Me clavé espinas en las manos y rodillas y estaba más que seguro que me había roto uno que otro hueso más, pero nada rebajaba mi ansia de llegar a ese lugar.

Cuanto más me acercaba, mejor podía distinguir los olores. Era una rara combinación, algo extremadamente dulce junto con un olor a rosas (si mi memoria no fallaba, hace tiempo que no olía nada más que sangre y otros fluidos corporales), que contrastaba con el llamativo olor a muerte. Por un pequeño instante, mi parte razonable hizo acto de presencia y advirtió peligro, pero mi instinto natural sólo buscaba sobrevivir, y eso era más importante que la razón.

Caminé y me arrastré hasta llegar a un inmenso muro de piedra. Era altísimo, como más de tres metros, así que escalarlo iba a ser imposible. Gruñí sonoramente y apoyé la frente en él. Iba a descansar un poco antes de buscar alguna otra entrada.

Estaba a punto de sentarme cuando un olor dulzón llegó a mi nariz con más intensidad. Era aterradoramente tranquilizante, como un analgésico. Creo que así se llamaba la cosa pequeña y redonda que tomaban los humanos para mitigar el dolor.

—¿Hay alguien ahí?

No sabía si debía responder. El ser al otro lado bien podría ayudarme o terminar de matarme. La voz dulce y aguda inspiraba confianza, pero yo más que nadie sabía que no debías dejarte llevar por las apariencias.

—¿Hola?

Seguí en silencio, aún no estaba seguro.

—Debe ser el hambre lo que me hace alucinar. Debería estar buscando la salida en vez de charlar con una pared.

Escuché sus pasos alejarse y supe que debía tomar una decisión ya. Era arriesgarme a confiar en la persona al otro lado del muro o morir afuera.

—Y-Yo-

Lo escuché soltar un chillido. En otras circunstancias me habría reído, pero ahora en lo único que podía pensar era en hallar la forma de entrar.

Tenebris Where stories live. Discover now