7

2.7K 353 46
                                    

Kun

Apliqué loción en mi cuello y muñecas, una de olor tenue y agradable. Me miré por ultima vez en el espejo y me di el visto bueno. El traje me quedaba perfecto, aunque era lo esperado pues fue hecho a mi medida. Era sencillo, tal como a mí me gustaba, completamente negro y solo con un pañuelo lila dándole color. La corbata también morada resaltaba entre lo blanco de la camisa y los zapatos negros terminaban por complementar el conjunto. Mi cabello estaba peinado hacia atrás con unos pocos mechones rebeldes cayendo por mi frente que no demoré en acomodar.

Mientras terminaba de ajustar mi reloj fui al pequeño escritorio que tenía en mi habitación para ver las notas antes de irme. Había tenido un sueño, una premonición, pero esta vez fue una de las fuertes. Las palabras que había anotado estaban escritas con una caligrafía desordenada y casi imposible de entender. Las pasé a limpio en otra hoja para evitar futuras confusiones.

Copa. Anaranjado. Rosas. Diamantes. Frío.

Cinco palabras que no me decían nada. No recordaba el material de la copa, no sabía que cosa era de color anaranjado, las rosas eran poco comunes aquí y los diamantes difíciles de relacionar. De lo único que estaba seguro era del frío. En el sueño sentí como la temperatura bajaba drásticamente hasta hacerme temblar, era de ese frío que te congelaba el cuerpo y te mandaba corrientes por la espalda. Una sensación horrenda, tal vez fue por eso que podía recordarla con tanta facilidad.

Guardé el cuadernillo en un cajón con llave y salí del dormitorio. Estaba en casa con mis padres, pues partiríamos juntos hacia la fiesta de los Lee. Era aproximadamente una hora y media de viaje, así que debíamos salir ahora mismo si queríamos llegar temprano.

Bajé las escaleras buscando a mi madre con la mirada. Era algo extraño no verla en el salón esperando a que mi padre termine de alistar todo. Al llegar al primer piso me senté en el sillón a esperar a que uno de los dos aparezca. Normalmente, siempre es ella la que termina primero, luego salgo yo y al último él.

Tenía un mal presentimiento sobre la reunión. Probablemente era el malestar que me había dejado el sueño, aún podía sentir un martilleo en mi cabeza y un ligero zumbido en los oídos; sin embargo, no estaba del todo seguro de que esa sea la razón.
Todos los seres percibimos cuando algo malo está a punto de pasar, es muy parecido a la vibra, que es la energía que irradia una persona o lugar; pero nosotros somos más susceptibles a ese tipo de sensaciones. Mis músculos se tensaban sin razón aparente y una molestia en el pecho hacía presencia para agravar el hecho. Si bien eran síntomas parecidos a los que suceden después de tener una premonición, no podía ni debía ignorarlo. Si creía que algo estaba apunto de pasar, debía confiar en mí mismo, más aun cuando es un mal presentimiento.

El sonido de unos tacones me sacó de mis pensamientos y volteé a ver a mi madre. Era sorprendente lo cambiada que se encontraba comparando a cómo estaba hace unas horas. Siempre fue una mujer simple, prefiriendo la comodidad antes que la elegancia, notándose en los suéteres anchos y cabello desordenadamente amarrado en un moño. Usualmente caminaba algo encorvada y casi arrastrando los pies, con un andar pausado y relajado. En cambio, a quien veía ahora era totalmente lo opuesto a lo que estaba describiendo. Envuelta en un vestido largo entallado y con joyas de oro en las manos y cuello, bajaba alzando la falda con una mano mientras que la otra le servía de apoyo en el barandal. Caminaba con elegancia, barbilla y mirada en alto mas sin lucir altiva. Sus labios pintados de rojo se curvaron en una sonrisa, tal vez debido a la sorpresa que sabía mis ojos transmitían.

—¿Sorprendido? —preguntó alzando una ceja con alegría.

—Asombrado. —corregí también sonriendo— Aún no me acostumbro a verte así.

Tenebris Donde viven las historias. Descúbrelo ahora