Capítulo 9. La dañé | Capítulo nuevo

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Nota de autora super importante: Si eres lector nuevo te darás cuenta que hay dos capítulos nueve, esto es debido a la edición, no te preocupes. Si te encuentras releyendo, prepárate. Ahora comenzarán los nuevos capítulos y el romance y los triángulos amorosos empezaran a salir a flote. Sin más, comenzamos.

 Sin más, comenzamos

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Dos años antes...

Elijah baja de su auto, su esposa seguía sin querer hablar con él. Y él, estúpidamente seguía sin comprender las razones. Su matrimonio de casi siete años había tenido muchas altas y bajas, pero siempre habían sabido remediarlas.

Observa su enorme hospital, el que él solo construyó, sin la ayuda de su madre o de su padre. A quién llevaba casi diecisiete años sin ver.

Deja salir un suspiro y continuó caminando, recibe saludos de algunos doctores y enfermeras, sin embargo, no puede dejar de pensar en su pelirroja mujer, ayer había llegado tarde a casa debido a una operación de última hora, Juliett se había molestado bastante.

Y eso no era lo único, desde hacía casi dos meses Juliett había cambiado abruptamente su comportamiento, él no se consideraba un buen marido, pero procuraba siempre demostrarle su amor.

Al entrar a su consultorio recibió un efusivo abrazo de Camila, su secretaria, él ya se había dado cuenta que evidentemente ella quería algo más allá de lo profesional.


Narra Elijah

—Buen día doctor, le he hecho su café, tiene diez consultas hoy por la mañana y... —mi mirada se perdió en una fotografía de Juliett y mía que nos sacamos cuando éramos novios, la amaba, de eso no tenía ninguna puta duda.

—¿Tú estás casada? —le pregunto interrumpiendo su agenda, más que nada es para saber si con alguien puedo desahogar mis problemas maritales que en este momento me están martirizando.

—¡No! Jamás he estado casada —responde con cierto tono exaltado en su voz.

—Me imaginé... —me quedo en silencio un momento y observó a la nada— por favor, te voy a enviar una imagen de un ramo de flores que quiero que le envíes a Juliett, envialas a su trabajo, por favor.

Ella frunce el ceño, se da la vuelta y sale de mi consultorio. En otros términos le habría dicho que estaba despedida, que yo era su jefe y que si ella no respetaba nuestro ambiente laboral no tendría más opción que irse, pero estaba lo suficientemente jodido como para decirle que se largara.

Entra un paciente y amigo, Eric Olsen, lo conozco desde la preparatoria y aunque nos vemos de manera inconstante, siempre que lo necesito ahí esta.

—¿Problemas en el paraíso? —me preguntó tomando asiento frente a mi.

—Juliett esta rara, se comporta rara conmigo. No entiendo porque, estoy asustado —le comento sin penas.

—Juliett te ama, amigo. Tal vez tenga sus propios problemas como para decírtelo o tal vez ambos están muy ocupados que tu paranoia ya es enorme. Como quiera que sea, lo arreglaran —y solo eso espero, la amaba demasiado.

Continúo mi jornada laboral, atendiendo mujeres, hombres y niños con problemas de salud. Es mi hora de comida cuando Camila entra agitada a mi consultorio.

—Ya hice lo que me dijo doctor Brown, sin embargo, la señora no estaba en su oficina y cuando finalmente la encontré me dijo que no podía aceptar las rosas y colgó —mi corazón se desfallece— no quiero entrometerme doctor, pero como mujer puedo decirle que solo pueden ser dos motivos para tal rechazo, uno que usted la esté engañando, o que ella lo engañe a usted, no quisiera creer que es la segunda. Lo lamento,

Dejo la comida y saco a Camila del consultorio diciendo que me deje solo y que cancele las consultas que faltaban.

Mi esposa nunca me engañaría, ella es el ser más puro y sano que conozco. Es una mujer que me ama incondicionalmente, tal y como yo la amo a ella.

Ella me complementa, tenemos dos hijos y no, ella no podría.

Después de tener una extensa discusión conmigo mismo decidí dejar el hospital, al entrar al auto prendo la radio y la canción que suena solo hace que me joda más.

No tardó en llegar a casa donde mis hijos pequeños me reciben con las más calurosas sonrisas.

Sofia, la chica que realiza las labores domésticas me avisa que mi esposa esta en su habitación duchándose.

Subo cuidadosamente a nuestra habitación, ella esta duchándose ciertamente, entro al baño y le digo: —Llegué cariño.

—Que bueno, dame un momento por favor —me dice y yo solo salgo del baño.

Me recuesto en la cama y observo su teléfono junto a mi, su teléfono comienza a sonar desesperadamente. No hago nada, temo hacer una estupidez.

Dicen que la curiosidad mató al gato, y aquí es donde nuestra relación se desmoronó.

Tomo su teléfono, al intentar prenderlo veo una notificación.

Mío

¿Cómo estás cariño? ¿Ya se lo dijiste?

Suelto el teléfono asustado, no, no carajo. Son paranoias, son alucinaciones mías.

Trato de revisar más a fondo el teléfono, pero tiene contraseña y ella jamás le había puesto contraseña.

Dejo el teléfono tal y como estaba.

Ella sale de la ducha, luce hermosa. En ese mismo instante debía preguntarle, pero fui un imbécil. Soy un imbécil.

—Voy a salir —le aviso con un tono de voz frío y atemorizante.

—¿Vas a tardar? Es que, quería hablar contigo —no, no hablaré con ella. Me rehúso a creer que se irá con otro, me rehúso a dejar que me pida el divorcio.

—No se, me largo —no puedo estar un minuto más, no quiero herirla. Porque incluso si ella me engaña, no sería capaz de herirla, no quiero herirla, emocionalmente hablando.

—Elijah... no tardes por favor —me dice antes de salir de nuestra habitación, y es ahí cuando pierdo la calma.

—Carajo Juliett, tardaré lo que tenga que tardar. No me molestes —le digo y de un portazo me voy de ahí.

Al salir y abordar mi vehículo grito, me desahogo conmigo mismo.

Saco mi teléfono, en este momento solo pienso en el orgullo y la desesperación.

Veo su nombre, no debo, pero ella lo hizo. El teléfono resuena solo dos veces y Camila contesta.

—Estás ocupada —por primera vez le hablé de manera informal.

—¡No! —me dice con cierta emoción en su voz.

—Voy a tu casa —no permito que responda, solo cuelgo.

En ese momento en mi cabeza solo pasaba joder a Juliett, jodete, jodete. Solo eso le decía sin que ella lo supiera.

Yo..., no sé, no sé qué me pasó. Le fallé.

Y en ese momento la falta de comunicación nos dañó a ambos, la dañé a ella...

Déjame Ir | FinalizadoWhere stories live. Discover now