2 | Capítulo 4. Tal vez

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—Parece mentira, Alexander —dice Elijah, quien está muy furioso—, se te han permitido tus miles de faltas hacia tu madre y hacia mi

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—Parece mentira, Alexander —dice Elijah, quien está muy furioso—, se te han permitido tus miles de faltas hacia tu madre y hacia mi. Esto fue suficiente ¿acaso crees que esta bien pintar las paredes de una casa ajena?

—No —murmura Alexander con la mirada hacia el piso.

—Si quieres dedicarte a eso por mi no hay problema, pero... —se queda callado, dándose media vuelta.

Me acerco a Alex y lo miro decepcionada: —Estoy molesta contigo, Alex —le hago saber—, fumaste marihuana y si bien tu padre y yo somos accesibles contigo, esta vez fallaste a la confianza que ambos te dábamos.

—Lo siento... —dice Alexander.

—Un lo siento no arregla nada —dice Elijah—, entiende que te haz equivocado, huiste, pintaste y fumaste. Tienes quince años.

Elijah cada vez está más molesto y esto no parece que terminará bien.

—Sube al auto, Alexander —le ordeno y este obedece.

Elijah y yo pagamos la fianza y si bien no había sido demasiado dinero, estábamos molestos y muy decepcionados de nuestro propio hijo, de acuerdo a el policía que detuvo a Alex, Alexander tenía un cigarro de marihuana y eso fue la gota que derramo el vaso.

—Tranquilo —le pido a Elijah—, vamos a casa. Nada solucionaremos ahora. Es muy noche y seguramente ni el propio Alexander comprende que está pasando.

Elijah me toma de la mano y me hace abrazarlo.

—No perderé los estribos —murmura demasiado cerca de mi—, lo juro. Estoy tratando de comprender a Alex, pero no lo sé.

—Lo estás haciendo bien, cariño —le digo yo—. Prometo hablar con él, mañana. Tal vez necesita terapia, no lo sé.

—Esta bien —dice.

Me suelta y caminamos hacia el auto.

Al subir, Alexander mira hacia algún lado de la ventana. Sin siquiera estar un poco avergonzado de sus acciones.

—¿Qué pasó esta noche? —le pregunto a Alexander, él se voltea a verme y Elijah comienza a conducir para llevarnos a casa.

—No lo sé —responde él con cinismo.

***

Al llegar a casa Alexander sube las escaleras sin siquiera despedirse y opto por ya no decirle absolutamente nada hasta el día de mañana.

Al llegar a la habitación Elijah está recostado en la cama, alistandose para dormir.

En silencio me cambio y me pongo la pijama, finalmente me acuesto a su lado.

—Tal vez es mi culpa —dice Elijah y volteo a verlo.

—¿De qué hablas, mi amor? —le pregunto sin entender.

—Alexander, tal vez es mi culpa —contesta Elijah dejando salir un triste suspiro—, él ya no era tan pequeño cuando todo eso nos pasó. Yo ocasione problemas a toda mi familia y creo que él fue el que más resintió la situación.

—Ya hemos hablado de esto, cariño —le hago entender—, dudo mucho que sea por eso. Y aunque lo fuese, saldremos de esta, juntos. Como la familia que somos y como la pareja que somos. Descansa, mañana será un nuevo día y deberemos enfrentar las situaciones que se presenten.

Él se acuesta y me jala hacía él para abrazarme con fuerza cuidando al bebé que aún no nace.

Tal vez solo necesitabamos eso, un pequeño momento a solas.

Todo este día hizo que Elijah y yo olvidaramos nuestro aniversario.

—Mi amor —me habla él y alzo un poco la cabeza para poder observarlo—, ¿podemos salir juntos mañana?

Sonrío, incluso con todo en nuestra contra, él recordaba nuestro aniversario.

—Sí —respondo.

Bueno, mañana será otro día. Espero más tranquilo.

Nota de autora: Ya no necesitan preguntar por la historia de Diego y Sofía, ya se encuentra publicada en mi perfil con el título de Quiéreme un poco. Comiencen a guardarla en sus bibliotecas. Buenas noches chicxs.

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