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-Bebé, ¿qué pasó? ¿Por qué regresaste antes? -acunó el rostro de su hijo con ambas manos y lo revisó desde todos los ángulos posibles buscando rastros de sabrá Buda qué -Estás temblando, ¿te peleaste con las chicas?

Pero nada, seguía sin responder.

La preocupación de la pobre Inko se hizo aún más grande cuando su pequeño la abrazó por casi dos minutos y después sólo fue a su habitación. A mitad del pasillo, lo detuvo, para anunciarle que estaría fuera por al menos una hora en busca de algo para hacer en la cena, pues la nevera estaba casi vacía y ella no contaba con la llegada de su hijo.

»-Cuando llegue hablamos sobre lo que ocurrió, ¿sí? Por ahora bañate y toma un descanso, vengo pronto.

El chico asintió e ingresó a su pieza. Se aventó a su cama, sintiendo ese alivio que sólo el hogar puede producirle. Al instante cayó dormido, sintiéndose relajado.

Cuando el reloj marcó las 18:23, despertó, encontrando la casa sumida en un silencio digno de un cementerio en plena noche. Al sentirse aún algo fatigado, optó por continuar durmiendo por un rato más.

Al despertar una hora después, el olor de la comida de su madre ingresó por sus fosas nasales cual perro por su casa. Pollo al horno, sin duda alguna era lo que su progenitora había preparado.

-¡Nene ven a comer, ya está lista la cena!

Observó el reloj a la derecha de la cama, puesto en la pared sobre el escritorio, las manecillas marcaban las 20:07.

Caminando por el pasillo, una pregunta le carcomía la cabeza, y no dudó en soltarla apenas tuvo a la mayor enfrente.

-¿Por qué te demoraste tanto? -lanzó mientras picaba un trozo de pollo que estaba ya sobre la mesa.

-No piques la comida -apartó la mano de su hijo con un manotazo suave -. Tuve un accidente.

-¿¡Qué!? ¿¡Y por qué no llamaste!? -rara vez se veía a Izuku gritar.

La mujer agachó la vista, evadiendo la esmeralda mirada de su hijo, que era casi idéntica a la suya.

-Es que te veías estresado, no quería molestarte. ¡Pero no te preocupes! Estoy bien, solo fueron daños materiales -la adorable señora fue a la cocina y volvió con una jarra con agua -. Ahora, vamos a comer, de seguro no comiste nada en todo el día.

En la mesa había algo raro, pero el menor aún no distinguía qué. Se encogió de hombros ignorando detalles para ir al baño a lavarse la cara. Iba a por una toalla cuando la puerta sonó, cosa extraña a esa hora. Su madre lo llamó pidiendo que atendiese.

»¿Quién vendría a esta hora?«

-De seguro es nuestro invitado, ¡que puntual!

Izuku miró a su madre confundido, metiéndose un segundo trozo de pollo a la boca.

-¿Qué invitado? -el chico detuvo su paso hacia la entrada para atender a su madre.

-Un amable muchacho que me ayudó, de no ser por él yo tal vez no estaría aquí.

El pecoso acudió a abrir la puerta con la idea de agradecerle imfinitamente al supuesto chico amable, al ver quien era y que de amable no tenía ni una sola fibra de su rubio cabello, se desató una guerra de miradas.

La verde decía «No te atrevas», y la roja «Mírame hacerlo».

El ceño del peliverde extrañamente fruncido, y el del amable invitado extrañamente relajado.

Finalemente optó por cerrarle la puerta en la cara.

»-¿Quién era? -inquirió.

-Un vendedor -respondió su hijo.

El Asesino De Mi Inocencia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora