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Izuku salió de la escuela acompañado de Uraraka, ambos muy serios y rodeados de un aura de complicidad. En la puerta esperaban Katsuki y el resto esperando por ellos hablando alegremente y bromeando. Al ver la cara de Izuku, el humor de todos cambió de golpe.

-Vámonos.

-¿Pasa algo? -le preguntó Mina a Deku, al no obtener respuesta hizo la misma pregunta a Ochako.

-No lo sé, creo que eso debería decirlo él, porque a mí tampoco me ha informado.

El peliverde se fue a solas con el rubio hacia su casa, mientras los otros fueron al apartamento del grupo de amigos a pasar la tarde como se había hecho habitual las últimas dos semanas. Deku estaba cerrado, no quería hablar, ni siquiera había saludado a Inko cuando llegó a casa, sino que subió directo a su habitación y allí se enredó en sus sábanas y se acostó en posición fetal.

Se acostó junto a él y lo abrazó, le dio besos en el cuello y acarició su cintura, pero Izuku solo lo empujó lejos de él alegando que tenía calor y no estaba de buen humor.

Se separó y salió de la cama, sentado sobre el pequeño escritorio del cuarto, lo miraba mientras se entretenía acariciando el relieve que creaban los stickers sobre la laptop que allí descansaba. Estuvo ahí un tiempo hasta que Izuku literalmente lo echó de su cuarto, pues "le incomodaba su intensa mirada".

Bajando las escaleras de la casa del peliverde recibió una llamada de Neito. Rodó los ojos y miró con mala cara la pantalla del celular antes de contestar, pensando si hacerlo o no.

-¿Qué quieres, trozo de mierda? -contestó bajito.

-También es bueno saber de ti -dijo desde el otro lado con una voz sarcásticamente alegre -Te tengo un trabajo. Aquí, en media hora.

Y colgó sin más.

-¡Oh! Hola Katsuki, ¿Izuku se sentía mal?

El rubio miró con cariño a la señora, que tomaba un café con una amiga en la sala mientras charlaban. Le sonrió y le dijo que no, que solo había tenido un mal día en la escuela. A duras penas escapó de allí, pues Inko le quería dar charla y presentarlo ante su amiga, pero gracias a Ebisu y los otros dioses de la fortuna se percató de que llevaba prisa.

Salió del hogar de los Midoriya y se dirigió al local propiedad de Monoma, dónde como de costumbre había ambiente a cualquier hora. Subió al último piso y entró a la oficina del rubio sin pedir permiso siquiera.

-Habla, estoy apurado y de mal humor.

-¡Vaya, que novedad! -le brindó asiento y un dorayaki que quedaba en un pequeño plato sobre la mesa -Bien, se trata de quién tú sabes, necesito que me la traigas hasta aquí. Viva preferiblemente.

-¿Qué acaso no puedes conseguir cita por ti mismo?

-No estoy bromeando, Katsuki.

El aire era pesado, los dos hombres corpulentos que habían en la puerta permanecían en guardia, mientras que Monoma subía sus pies al escritorio.

-Intentó darse a la fuga con una cantidad considerable de dinero, por suerte Hizashi logró detenerla anoche, está allí con ella, pero ya sabes que es difícil de tratar.

-Vale, mándame la ubicación.

Se levantó y con la misma salió de allí, pasó por la barra y estaba el mismo rubio de ojos azules de siempre, con el mismo ánimo de siempre y la misma sonrisa pesada de siempre. Bajó hasta la salida y se dio cuenta que, en efecto, Yamada no estaba allí. En su lugar estaba el descarado de Aizawa, quién con cara de asco y sueño movía y tocaba cosas en la mesa de mezclas. Aunque la música era tan buena como siempre.

Una notificación de mensaje con la ubicación de su trabajo le llegó al móvil y se dirigió allí caminando, no estaba cerca, pero tampoco tan lejos como para necesitar un bus o un taxi. Por el camino comió algo y se bebió un energizante sabor a durazno, del cual tuvo que botar el fondo porque se le hacía muy dulce.

Eran alrededor de las seis cuando llegó. El lugar no era ni más ni menos que un edificio literalmente hecho mierda, parecía un baño público. El olor era desagradable, y por todos lados habían señores con aspecto asqueroso, algunos incluso se habían echo sus necesidades encima. Al lado de unos cuantos habían jeringas o pequeñas bolsitas de las que se había consumido su contenido. Ese sitio era, ni más ni menos, que el hogar de toda una civilización de homeless.

Con cara de asco pasó através de un área amplia, del suelo comenzaban a salir pequeñas flores ya, y las paredes tenían grafitis que se caían a pedazos. Casi al final del lugar, junto a lo que no sabía si era una ventana o un orificio, estaba Hizashi, sujetando del pelo a la que si no mal recuerda se llamaba Nejire.

Junto a ellos estaba un hombre de cabello blanco, joven, con piercings y orbes azules.

-¿Y tú eres?

-Tu peor pesadilla.

-No lo creo, yo mismo lo maté con mis propias manos, tenía unos 15 años cuando lo hice. En fin... ¿Esta es la mercancía?

El albino dio una calada a su cigarrillo y luego lo apagó en su propia sien, para almacenar lo que le quedaba de este detrás de su oreja. Caminó despacio hacia Katsuki y le dio una mirada recelosa y juzgona. Bakugō sacó las manos de los bolsillos de su pantalón verde olivo y le devolvió el mirada al contrario.

-Monoma ha estado bajando un poco mucho sus exigencias, ¿no? En mis tiempos no contrataban mocosos.

-¿Qué cojones dijiste, pedazo de mierda?

-Lo que oíste, niñato. ¿Qué edad tienes? ¿17? ¿18? A tu edad yo estaba estudiando para sacarme la universidad.

-Ustedes dos, a callar de una vez. Tú, llévate a esta perra, y tú ven conmigo.

La chica tenía su vestido sucio varios arañazos en las piernas y brazos, no se le veía cara de dolor, miedo o arrepentimiento, sino que se le veía retadora, desafiante. Hizashi la empujó hacia el rubio que la intentó cargar en brazos para llevársela sin que intentara escapar, pero un agudo dolor poco más abajo del hombro lo hizo soltarla.

-Se me olvidó decirte que la gata tiene garras, cuidado, cachorro.

Del anillo de Hado sobresalía una pequeña hoja filosa que ahora goteaba sangre, su sangre. Se cagó de mil maneras distintas en la chica.

-Suerte sacándola de aquí -comentó Hizashi alisando su pelo con sus manos y haciéndose una trenza para luego irse con el albino.

Varios minutos pasaron, pero dónde sea que tocara a la peliazul, la muy maldita tenía escondida alguna forma de defenderse. La única manera de hacerla ir, era que caminara por si sola.

-Oye, hablando así como así, ¿cómo está Tamaki?

La muchacha se tensó notoriamente, pues Bakugō sabía un dato de ella que otros no, y era la existencia de su hermano, Amajiki, quién iba a la misma escuela que Izuku.

-¿Cómo sabes eso?

-No te importa, sé a qué colegio va, dónde vive y con quién se relaciona. Si no caminas tú, él será el que no lo volverá a hacer.

-Obligame.

-Soy muy partidario de la igualdad de género, vieja, no temo golpearte, pero justo ahora no me apetece llegar a casa lleno de sangre. Así que camina o hago a tu hermanito bailar de un solo dedo del pie y colgado del cuello.

Lo miró con odio, pero al fin se levantó del suelo y caminó, con las piernas algo temblorosas, pero a paso seguro. En poco tiempo llegaron al local de Neito, y desde ahí el ojirrubí no quiso volver a saber de la mujer. Se la entregó a Monoma en su despacho, recibió su generosa paga y se marchó luego de limpiarse el hombro y colocarse vendas en el baño personal de Monoma.

Ya estaba anocheciendo, quizás las 20:00, tal vez un poco más, decidió irse andando de allí. Pasó por una tienda, compró un paquete de caramelos de menta y se metió dos a la boca.

Cuando llegó a casa de Izuku, podía escuchar desde afuera que Inko seguía con su amiga en la sala, y sabe bien que las señoras a esa edad les gusta hablar hasta por los codos, así que las esquivó, entrando por la ventana del cuarto del peliverde.

El Asesino De Mi Inocencia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora