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Regresó a la habitación del rubio en busca del paquete de Doritos que había sobre la mesa a un lado de la cama, podría enojarse con él pero nunca con las chucherías. Abrió la puerta como si de su casa se tratara y entró confiadamente, encontrándose con el ceniza sin camisa.

Uy, me salió rima.

Su mirada jade se concentró por unos segundos en el ejercitado torso del muchacho, adornado con una cicatriz sobre la cadera y una frase tatuada sobre las costillas. Recorrió todo el cuerpo del ojirrubí con la vista, obligándose a si mismo a detenerse al llegar a la famosa V que dirigía a una zona peligrosa.

-¿Qué pasa? -preguntó Katsuki, llevando sus manos al borde de su bóxer que sobresalía por sobre el pantalón -¿Quieres probar? Un poco más y babeas.

-Oh, claro que sí quiero probar -su respuesta inesperada dejó algo fuera de lugar al mayor -. No sabes cuanto me gusta, lo amo, me encanta. Me muero por ello.

»Si él puede jugar, yo también.«

Sus pies comenzaron a moverse hacia el más alto, moviendo sus caderas como lo que él creía que se veía sensual y con una mirada pícara. Al llegar justo delante de él, cambió de rumbo a la mesa y tomó el empaque de Doritos, para luego salir de la habitación pitando y dejando la puerta abierta.

»¡Qué vergüenza!«

La risa ronca del mayor se escuchó por toda la extensión del camino que el pecoso corrió hasta el elevador. Y él, él estaba rojo, como una fresa lista para ser bañana en leche condensada.

Eso sonó mejor en mi mente, disculpen.

Bajó hasta la planta baja aún avergonzado.

❀⋆❀

Bien, puede definir este viaje en taxi como el más incómodo de su vida. El taxista no dejaba de mirarlo como si fuera un bicho, y el frío dentro del auto no ayudaba mucho, su ropa era ligera. Apartaba la vista para no chocar miradas con el chófer a través el retrovisor, el señor tenía los ojos puestos en la carretera pero de vez en cuando los desviaba hacia él y eso le avergonzaba. ¿Tendrá algo en la cara? Bueno, algo además del notable sonrojo y la vergüenza que aún conserva desde que salió de donde Bakugō.

Cuando llegó a casa se arrojó sobre la cama boca abajo justo después de bañarse, aún mojado y sólo en bóxers. Estuvo así por un tiempo hasta que comenzó a buscar más comodidad, girándose para quedar sobre su espalda. Sus esmeraldas se enfocaron en el techo de la habitación intentando pensar con claridad en su situación actual.

»No vi a Bakugō por alrededor de un mes, ahora sabe donde trabajo, mis horarios y sabrá Enel que más. Al parecer consiguió dinero, pues alquiló esa habitación, aunque el hotel no es el más lujoso es algo caro según me dijo Ochako... Aunque para ella todo es caro.«

-18:07, ¿cuánto tiempo dormí? -un escalofrío le recorrió la espalda dejándole los vellos de punta al pensar solamente en todo lo que Katsuki le pudo haber hecho.

Aunque no sentía ninguna incomodidad en el cuerpo, ni tenía alguna marca que indicara que le había tocado. Todo parecía en su lugar cuando despertó, estaban vestidos ambos y el ceniza sentado en una silla, todo lucía normal.

Bien, al menos le quedó claro que el orgulloso y egocéntrico de Kacchan no le haría nada estando dormido. Si se ponen a pensar, el muy arrogante quiere que Izuku le pida dar el siguiente paso, no quiere tomarlo por la fuerza.

El Asesino De Mi Inocencia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora