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Ya una vez en casa de Katsuki, todos se relajaron y pudieron por fin eliminar parte de la tensión que tenían encima.

Rindō, que era una de las más ilesas, se ofreció a preparar comida y lavar la ropa sucia que traían todos.

Denki seguía poniendo vendas y curitas en las heridas de cada uno de sus compañeros, y cambiando las de Kirishima de la mañana. Le revisó las muñecas a Bakugō y llegó a la conclusión de que estarían bien en poco tiempo ya que solo eran moretones por la presión ejercida. Aunque se habían tornado moradas, el rubio alegaba que no le dolían.

Izuku no presentaba síntomas de algo grave, todo indicaba que habían usado cloroformo simple.

Inko estaba confundida en su totalidad, pero decidió acompañar a su amiga en sus tareas, comenzando ella con hacer una sopa miso, pues luego de todo aquello, les vendría bien una comida ligera.

Mientras las dos adultas conversaban en la cocina algo alteradas y nerviosas aún por lo ocurrido, la sala de la casa estaba llena de jóvenes desparramados por el suelo que solo hablaban de trivialidades para intentar calmarse.

—Y si ves a Blasty cuando vio a Deku —rió Eijirō con un vaso de té en manos —, casi llora y todo.

Todos rieron al unísono, excepto por el rubio, y el peliverde que estaba sentado entre sus piernas, acarició las manos que le rodeaban la cintura con delicadeza por sobre las vendas.

—Ya ya, dejenlo en paz chicos.

—Tú eres el menos indicado para hablar de paz, Izuku.

—Kiri tiene razón, dime, ¿fuiste tú quién agarró el bate de beis? —preguntó Denki mientras ponía desinfectante en la pierna de Ashido, que gritó como loca y por reflejo le pegó un manotazo en la nuca a su amigo.

—Claro que fue él —respondió Momo entre risas, de forma muy elegante —, ustedes sí que debieron verlo. El pobre parecía que moriría si no hacía algo, agarró el bate, dijo tres frases inspiradoras que de seguro se sacó de un anime, y se fue por la ventana al más puro estilo de Spectacular Spider-Man.

La pelinegra reía delicadamente cubriendo sus labios con su mano derecha. Mientras, Shōto, que tenía puesta una curita en su nariz, le acariciaba el cabello suelto.

Midoriya y Katsuki no soportaron tantos ataques, así que decidieron salir de allí con la excusa de tomar un baño, aunque no era del todo una excusa, puesto que el rubio hablaba en serio.

Se fueron a la habitación del mayor. Lo último que escucharon de la charla en el salón fue a los demás riendo. Una vez dentro cerraron la puerta. Izuku se aventó a la cama, feliz de sentir que su cuerpo por fin se relajaba casi por completo de verdad.

—Uf, esto es lo que merezco después de este día.

Katsuki lo miró con una linda sonrisa en sus labios, y aunque lucía tranquilo, por dentro estaba que se le desgarraba el alma.

Sentía felicidad, por saber que Izuku daría todo por él, por tenerlo allí, por amarlo. Miedo de no poder protegerlo, de que se lo arrebaten. Tranquilidad por el hecho de que alguien tan perfecto haya llegado a su vida. Amor, cariño, orgullo...

Se acercó a él y lo abrazó por la espalda, y entonces se sintieron de verdad tranquilos por completo, la tensión en sus hombros desapareció. Incluso bostezó. El pecoso se acurrucó contra él, buscando el calor del rubio.

—Hey, no te duermas, pequeña mierda, ve a bañarte antes.

—Shhh.

—No me mandes a callar.

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⏰ Última actualización: Mar 30 ⏰

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El Asesino De Mi Inocencia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora