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Pasadas varias horas, comenzó a escuchar pasos y voces. La puerta de la habitación se abrió y empezó a entender todo.

-¿Esta es la mujer?

-Si.

-¿Tú eres estúpido?

Una de las voces se le hacía conocida mas no tenía ni idea de dónde. No hizo ningún movimiento, se quedó en la misma posición de "dormido" y trató de no alterar su respiración.

-¿Qué pasa?

-Que no es esa, inepto. Ni siquiera se parece a la de la foto. Es que eres imbécil, ¡más que eso! Pero claro, yo lo soy el doble, no sé quién me dijo a mí que podría confiarte algo como esto.

-Pero... La dirección coincidía, y era la única mujer en el sitio. Con ella solo habían dos maricones durmiendo juntos en otra habitación.

-Por Budha ¡Que nivel de inoperancia! Ni para una estupidez así sirves.

-Entonces... ¿qué hago con ella?

-Mátala, no nos sirve para nada. Y dime, ¿cómo eran los que estaban allí? Los tipos, me refiero.

-Uno peliverde pecoso, quizás el hijo de la mujer, el otro... El otro es ese.

-Katsuki Bakugō... Que bien. Al menos un pez gordo trajiste.

-En realidad, no lo traje yo. Lo entregó Mono-

-¡Dime por tu puto bien que ese maricón de Monoma no sabe de este sitio!

-¡No, no, no! ¡Claro que no! ¡Quedamos en su club!

Hubo una larga pausa.

-¿Hay alguien ahí?

Katsuki ya tenía sospechas, pero con la voz de la mujer lo confirmó. Era Inko quién estaba allí junto a él. Él sabe bien a quién buscan esas personas, y admite que casi ríe al pensar en cómo pudieron confundir la esbelta figura de su madre, quién por cierto es rubia y de ojos carmín, con Inko.

-Calla mujer.

-No, no, más bien, habla. Dinos, ¿conoces a esta persona?

-No...

-No mientas, zorra, sabemos que su última vez vista fue en la puerta de tu casa. Hace unos años.

-No miento, en serio, yo... Yo no sé quién es esa mujer.

Se escuchó un golpe y un estruendo, Inko soltó un pequeño gemido de dolor. Katsuki estaba a casi nada de levantarse y reventarle el tímpano de una bofetada a quién sea que le esté haciendo daño.

-Su nombre es Mitsuki. Mitsuki Bakugō.

No le extrañaba aquello, después de todo esa era la verdadera razón por la que viajó a Japón desde un inicio, Izuku solo fue una pequeña coincidencia con la que no contaba. Una distracción. Lo que sí le extrañaba era que esa gente, de la que ya tenía una idea vaga de quienes eran, tardaran tanto en descubrir lo que a él le costó dos llamadas averiguar.

Sin embargo, Inko siguió negando con fuerza todas las preguntas relacionadas a la mujer, a pesar de que claramente sí que sabía algo.

-¿Y el chico?

-Él está en la misma situación que nosotros, quizás solo tiene otros métodos. No creo que sepa mucho.

-Eso lo sé, me refería... ¿Y si le cobramos a él directamente?

-Oh, si todo fuera así de sencillo. No todo es dinero, bueno, casi todo es dinero, pero no todo.

- Noventa y diez.

El Asesino De Mi Inocencia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora