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-Hola.

-Piérdete.

Izuku estaba de pie frente al pequeño espejo de su baño, secando su cabello con una toalla mientras otra le envolvía el torso. Katsuki, que acababa de entrar por la ventana de su habitación, no hacía más que observar como los casi inexistentes pero presentes músculos de los brazos y espalda del peliverde se tensaban cada vez que hacía fuerza en su cabeza.

Sonaba de fondo música suave desde el celular del pecoso, era música tranquila aunque estaba a buen volumen. Ambos la oían sin decir nada.

Arrecostado al marco de la puerta, pasaba de un lado a otro un caramelo de menta, jugando con él y su lengua en la boca, produciendo un ruido que eventualmente, terminó por molestar al estresado Izuku. Este miró intensamente a Katsuki através del espejo que tenía delante y, con su seño fruncido le ordenó hacer silencio.

-¿O si no qué? ¿Me vas a golpear con tus patas de conejo? ¿O con tus manitos de ardilla?

Midoriya en serio no estaba para bromas, pues aunque no quería informarle a Bakugō sobre ello, se enteró esa misma tarde de que, aquel señor pelinegro del bar, sería su profesor de matemáticas de ahora en adelante, ya que a Nezu lo ascendieron a Director.

»-¿Qué pasa con esa cara? -siguió molestando el rubio, esta vez haciendo ruido con la boca abierta -Cualquiera diría que-

-Cierra la boca.

-Cualquiera diría por ahí que en casa no te dan lo necesario para tener buen humor -continuó provocándolo.

-Pues no, en casa joden más que en la escuela incluso. De hecho, deberías irte, es tarde y ya voy a dormir -se echó en el pelo un reparador de puntas nuevo que le regaló Mina, con olor a fresa.

-No escucho bien, ¿que duerma contigo dices?

-No, vete he dicho, no quiero hablar.

Katsuki no está seguro de qué o por qué, pero es más que notable que algo anda mal. Sabe que no es sobre la discusión que tuvieron en la escuela hace dos días, o porque se comió los mochis que Ashido había mandado para Deku. De igual forma, le hizo caso y salió por donde mismo entró sin siquiera decir adiós.

El peliverde suspiró resignado mientras se mojaba el pelo para deshacerse del empalagoso olor del reparador. El agua corría por su rostro cuando decidió echarse su propio reparador, lo había comprado hace un tiempo pero no lo había usado. Se untó perfume, se despojó de su toalla y se acostó desnudo y con el cabello lo suficientemente mojado como para que su almohada se empapara en menos de un minuto.

Era consciente de que podría amanecer enfermo, pero si eso significaba no ver al enfermo pelinegro, lo haría una y mil veces.

De su celular aún se oía música, estaba sonando una buena que no conoce, pero era una melodía entre calmada y épica.

La puerta de su cuarto se abrió cuando estaba agarrando un poco el sueño, pensó que era Inko en busca de la ropa sucia, pues la señora dijo que mañana, al ser su día libre, lavaría, por lo que ni se inmutó en mirar. Sin embargo, el sonido del caramelo ser triturado cerca de su oreja lo hizo estremecer.

Estaba oscuro, solo podía divisar la sombra de Katsuki, y la pequeña cadena que colgaba de su cuello moverse suavemente. Un auto pasó por la calle y gracias a la luz de este la imagen se le hizo lo bastante bella como para abrazar al rubio de la cintura, jalarlo y acurrucarse junto a él. Por su parte, Bakugō veía a Demi casi a la perfección, gracias a la tenue luz de Luna.

-Te dije que te fueras -habló bajito escondido en su hombro.

-Inko me dejó quedarme a cambio de que mañana la ayude un poco con unas cosas. Debiste verla, casi llora de vergüenza por pedírmelo. En fin, ¿me vas a decir qué pasa o no?

El Asesino De Mi Inocencia [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora