Kim HyunJin es sin duda un Alfa exitoso, con una gran reputación y respaldo familiar en cuanto a sus negocios y vida laboral, con una gran familia formada por una peculiar manada formada por más de tres generaciones.
Sin embargo el joven Alfa guard...
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-Buenos días. -Saludó HyunJin cuando entró a su cocina, sus padres y hermanos estaban allí manteniendo un espeso silencio.
-Buenos días mi cachorro. -Saludó Beom abriendo sus brazos para reconfortar a su hijo menor. -¿Cómo estáis? -El rubio hizo una mueca.
-Innie está esperando que subas a curar sus heridas, lo acabo de duchar. -Beom asintió encaminándose hacia el cuarto de su hijo.
-¿Y tú? -Preguntó Tae a su hijo, dando caricias leves a su largo cabello.
-No lo sé. -Murmuró viendo a sus hermanos. Ellos deberían estar en sus propias casas, sin embargo allí estaban velando por él y su Omega. -Quiero llorar cuando veo su bello rostro así, pero a la vez quiero ir y matar a ese asqueroso y repugnante Alfa. -Gruñó. -Lo estaba viendo, era consciente de que algo mala ocurría en esa casa y con su padre y no hice nada a tiempo y ahora...
-Ya HyunJin, no vale la pena arrepentirse de lo que pudimos haber hecho. -Le cortó su padre Kai.
-Papi tiene razón. -Siguió YeJi llegando a su lado para tomar su mano. -Debemos movernos a raíz de lo que está pasando ahora.
-¿Él va a querer denunciar? -Preguntó Yae.
-No lo sé. -Murmuró de nuevo HyunJin, estaba tan cansado. Prácticamente había estado toda la noche y día velando por su Omega, cuidando su sueño y observando su rostro deformarse por minutos.
-Igualmente a esa casa no puede volver. -Aseguró Jinnie.
-Me gustaría sacar todas sus cosas de allí y traerlas aquí conmigo, JeongIn pertenece conmigo igual que yo pertenezco con él. -Sus padres y hermanos asintieron antes de verse entre ellos.
-Hagamos eso, vayamos por sus cosas. -Propuso Jinnie. -No podrá hacer nada contra cuatro Alfas. -Sus hermanas asintieron de acuerdo y HyunJin volvió a recordar, que a pesar de que habían veces en las que se sentía excluido de forma absurda de su manada, él nunca lo estaba.
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Beom terminó de curar el rostro del pequeño Omega tembloroso, sonriendo en todo momento para tratar de calmar esos nervios y dolor en el menor. Con cuidado le pidió que se sentara en mitad de la cama dándole la espalda y Beom se posicionó tras él para entonces curar las heridas que habían causado el cinturón.
-Cielo, no quiero que te molestes, pero mis esposos y yo hemos estado hablando. -JeongIn se tensó al escucharle hablar. -¿No crees que sería lo indicado denunciar a tu padre? -El menor negó rápido con su cabeza volviendo a hacerse daño y asustando así a Beom. -Cielo, escúchame. -Pidió gateando sobre la cama para colocarse frente a él y que le viera a los ojos. -En esta manada, tu manada, te queremos y te queremos a salvo con nosotros. -El tono bajo, sincero y tranquilo lo relajó poco a poco. -Para eso debemos al menos denunciar a tu padre hasta que cumplas la mayoría de edad, una vez lo hagas podrías retirar la denuncia.
JeongIn sopesó las posibilidades. Si no denunciaba a su padre estaba claro que él podría reclamar que era menor y la policía lo obligaría a volver a su casa, consiguiendo de nuevo una paliza que tal vez no podría contar. Si lo hacía, se quedaría en esa casa, esa cama, esa mandada, con sus amigos y la familia de su Alfa. Se quedaría con la manada de su Alfa que ahora era la suya, la que siempre soñó y anheló.
-¿Sí? -Preguntó cuando lo vio asentir débilmente. -Me alegro mucho de que hayas tomado esa decisión. -Sonrió el mayor, tomando sus manos con cariño. -¿Sabes? Tengo dos Alfas y cuatro hijos Alfas, sí, mis pequeños tienen sus Omegas y son encantadores, pero ellos tienen unos padres y madres a su lado. -JeongIn se sintió arropado de forma maternal por el aroma a malvaviscos del mayor, era dulce y embriagador de una manera que solo recordaba en sus sueños con su madre. -Me alegra mucho tener otro Omega en casa y al que pueda cuidar como a mi hijo. -Los ojos de Beom brillaron con ilusión. -¿Qué te parece la idea?
La respuesta de JeongIn fue dejarse caer sobre el pecho del mayor, arrullándose en su aroma y calidez mientras este dejaba caricias en su lacio cabello.
El Omega pensó que había sobrevivido al peor de los infiernos y ahora estaba viviendo al fin una vida de cuento. Como el príncipe que siempre le decía su Alfa que era.
