Capítulo 4. Juguemos al dominó

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Alek.

Dejé pequeños besos en los labios de Leah, su sonrisa se agrandó cuando hice aquello. Reí suavemente y observé de reojo a Atlanta, quien nos veía desde el otro lado de la sala.

Me separé un poco de Leah, ella estaba sosteniendo un par de palomitas entre sus dedos esperando a que yo abriera mi boca, así que lo hice. Mastiqué levemente y suspiré acomodandome en el sofá.

La noche pasaba de una forma bastante lenta, Leah y su hermano hacían bromas, había momentos incómodos en los que parecía que Atlanta moriría, pero sobrevivió a cada uno de ellos. Por mi parte, me dedicaba a observar la pantalla grande del televisor.

— ¿Saben? Alek se mudó hace poco a la ciudad, creo que dijo algo de que vivió en un pueblo toda su vida. — comentó Leah, quien sonreía ante cada palabra que salía de su boca. — ¿No es así?

— Si, me mudé hace menos de un año, conocí a Leah hace meses, aunque no esperaba... — observe a Atlanta quien intentaba evitar a toda costa mi mirada. — Encontrar personas conocidas, ya saben, amistades del pasado. — comenté restando importancia al tema.

Mi telefono sonó en mi bolsillo y mi ceño se frunció, todos mis contactos tenían un sonido que les diferenciaba del resto, pero estaba seguro que no conocía ese sonido en especifico.

Me aparte de Leah lo suficiente como para poder sacar el telefono de mi bolsillo, y al desbloquear la pantalla, la confusión fue mayor.

Tic tac, el tiempo corre y tú no estas diciéndole a tu novia la verdad sobre a quien encontraste realmente.

Mi cuerpo se tensó, mi vista se posó en Atlanta, quien jugaba con el borde del almohadón que tenía en su regazo.

— ¿Pasa algo? Estás pálido... — la voz de Leah resonó en mis oídos pero la ignoré.

— Sí, solo necesito un vaso de agua. — respondí fríamente, no estaba en mis planes que mi voz sonara de aquella forma.

Me puse de pié rápidamente y caminé hacía la cocina, cuando pasé lo suficientemente cerca del sofá donde Atlanta se encontraba, patee este sutilmente esperando que entendiera que necesitábamos hablar.

No fue hasta luego de varios minutos, que la vi cruzar el umbral de aquella puerta.

— ¿Eres idiota o qué te pasa? — ataqué tirando de su brazo y pegando su cuerpo a la pared. — ¿A que mierda estás jugando?

Su confusión y molestia se hizo presente en su rostro, y más aún en la forma que me empujó para alejarse de mi.

— ¿De que estás hablando? ¿Estas loco? — susurró golpeando mi pecho con fuerza. — ¿Que es lo que te hice según tú?

— Esto, esto estás haciendo. — le enseñé la pantalla de mi telefono y en cuanto bajé mi mano, pude notar como comenzó a perder el color en su rostro. — ¿Que clase de juego perverso estás tratando de crear? ¿Acaso intentas volverme loco?

Negó suavemente y bajó la mirada.

— Yo no... Yo no fui. — murmuró, tomó su telefono y me lo mostró. — En cuanto te ví, me llegó esto, y estaba segura de que estabas tratando de joderme el día.

Frunci mi ceño escuchándola, acomodé mi cabello de forma brusca y respiré hondo.

— Si no fuiste tu ¿quien está enviando esos mensajes? — cuestioné observando por el marco de la puerta.— ¿Quien más sabe que tu y yo fuimos novios? Atlanta, juro que si tu hiciste esto para fastidiar lo que tengo con Leah...

Mentiras Peligrosas. Where stories live. Discover now