Capítulo 18. Más cerca que nunca

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Atlanta.

Observé la comida del hospital en la bandeja frente a mi, hice una pequeña mueca y negué alejandola.

Ya no podía fingir que lograba tolerarla, nadie debería comer esa clase de asquerosidad.

Es decir... ¿acaso nos castigan por acabar en el hospital?

— No pienso comer eso, ya no puedo. — aseguré en un susurro mientras Alek se sentaba a mi lado.

— Ya deja de ser tan molesta, hoy te darán el alta así que intenta comer. — ordenó acercando el plato. — Vamos, Leah vendrá en un rato y...

— ¿Si ya es hora de irme... por qué debería comer más? — cuestione sonriendo cuando se acomodó a mi lado, suspiré observandolo y arrugue mi nariz. — ¿Que deberíamos hacer? Es decir...

— ¿Hablas de los mensajes?  No hay mucho que podamos hacer, solo esperar lo próximo que nos digan, está claro que tienen formas de jodernos, y cada vez se vuelve más grave. — murmuró en voz baja. — Es como si supieran que nos envolvemos en mas mentiras y logran que hagamos locuras para cubrirlas, tal vez la forma de acabar todo sea diciendo la verdad.

Me mantuve en silencio unos segundos para luego asentir.

— Lo siento, yo... solo no sé como parar de mentir. — confesé sin verlo a los ojos. — Solo comencé a hacerlo y no supe detenerme, y ahora hemos mentido aún más y más, y cada vez se vuelve peor.

— No debes disculparte, no es tu culpa. — acarició mi cabello mientras se acomodaba en la cama. — Solo querías hacer algo bueno para Leah, y yo estuve de acuerdo, quien esté haciendo esto... Nos odia por alguna razón, a todos... no solo a ti.

— ¿Por qué bebiste sin saber lo que podía pasar? — cuestioné en un susurro, alcé mi vista hacía él y noté la duda en sus ojos.

— Creo que sabes quien es la persona a la que estaba protegiendo. — comentó encogiendose de hombros.

Asentí suavemente y suspiré, sabía que era él a quien le habían enviado mi foto, pero ahora él mismo me lo estaba confirmando.

— Siempre te elegiré, así que... Ahí está tu respuesta. — se acomodó sin verme y soltó un suspiro viendo un punto fijo. — Solo pensé en que no quería que algo te sucediera.

Iba a decir algo al respecto pero la puerta de la habitación se abrió, Leah apareció sonriente hasta que se percató de que estabamos recostados.

— ¿Aún sigues aquí? — le preguntó dejando su bolso en la silla y acercandose para besar mi mejilla. — Creí que solo estarías en la noche, no ahora...

— Bueno, honestamente no creí que fuera buena idea irme. — se encogió de hombros quitando su mano de mi cabello. — Cuando nos dejen ir... Creo que sería bueno que todos estemos juntos, mientras más juntos, menos riesgo a que nos hagan algo.

— Podríamos comer algo que sea realmente comestible y no esto. — señalé la comida en la bandeja e hice una mueca. — En serio, necesito algo que no vaya a matarme...

Alek rió por lo bajo levantandose de la cama y suspiró. Se estiró una vez estuvo de pie.

— Te compraré helado si dejas de quejarte, en serio, eres realmente... chillona. — aseguró sonriendo.— Ni siquiera sabes lo que hay debajo de eso.

Alcé mis cejas rodando mis ojos al oírli y quité lo que cubría el plato, era una sopa.

¿En serio? ¿SOPA?

Mi cara de asco se fue poco a poco cuando noté las letras flotantes en ella, con la cuchara las tomé y los observé.

— Sea quien sea la persona que nos acosa, en serio sabía que enviarme al hospital era una tortura. — aseguré dejando la sopa a un lado.

Mentiras Peligrosas. Where stories live. Discover now