Capítulo 21. Cae uno, quedan tres

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Atlanta.

Observé como mi madre desinfectaba un cuchillo y sentí el tacto de una mano en mi hombro.

Al girarme, pude ver al mismo niño de aquella pesadilla el día que Alek se accidentó, esta vez parecía más pequeño pero lograba diferenciarlo.

— No te preocupes, no va a doler, será solo como un pinchazo. — aseguró dandome animos, no estaba segura para qué exactamente. — Mamá lo hace por nuestro bien.

— Él tiene razón, de esta forma... van a lograr encontrarse en cualquier lugar, sea donde sea que estén. — comentó ella mientras le ayudaba al niño a levantarse la camiseta.— Ahora, solo cierra los ojos y se fuerte, hijo.

Me quejé cuando vi la sangre brotar de la pequeña herida que el cuchillo formó en la piel de su abdomen, giré mi rostro negandome a ver aquello.

Pude oírlo quejarse y sentí el apretón de su mano sobre la mía.

— Son los niños más fuertes que he conocido, los amo con cada parte de mi... — con sus brazos nos rodeó a ambos, pero luego nos soltó.— Tu turno... — al oír aquello, mi piel se erizó, traté de alejar a mi madre pero sus palabras me convencieron. — Soy la última persona en la tierra que desea hacer esto, pero... tendrás algo para recordar a Aaron, es la única forma en la que puedo asegurarme de que se encuentren algún día si algo malo sucede.

Suspiré y asentí, alcé mi pequeña blusa y cuando el cuchillo cortó mi piel, cerré con fuerza mis ojos sintiendo un par de lagrimas escapar de mis ojos.

Me removí en mi lugar soltando un grito de dolor cuando una punzada en el abdomen me obligó a despertar. Tiré patadas en el aire y unas manos me retuvieron, alcé mi blusa un poco para ver la marca en mi abdomen, fruncí mi ceño respirando agitada y negué suavemente.

— Atlanta, fue una pesadilla, vamos. — Marco me obligó a verlo y aún con dificultad intentaba sostenerme.— Soy yo, soy yo...

Respiré hondo tratando de que mi corazón no se saliera de mi pecho, tragué saliva y poco a poco traté de que mi cuerpo se relajara en sus brazos.

¿Acaso era posible que mi marca de nacimiento realmente no fuera eso?

Pensé viendo la marca todavía, la tengo desde que tenía memoria pero ahora no estaba segura de eso.

— ¿Que clase de pesadilla tuviste esta vez? — Alek me hizo sobresaltar. — ¿Payasos? — intentó bromear al ver mi cara.

— ¿Esta vez? — Leah los observó confundida. — ¿Por que nadie me ha dicho que ella tenía esta clase de problemas?... ¿Siempre soy la última en enterarse todo?

— Solo... fue una sensación. — mentí, desvié la mirada cuando Alek rió. — Mi estomago... dolía.

— ¿Entonces te dolía el estomago? — Marco entrecerró sus ojos no muy convencido de eso. — ¿Estas segura? No suena muy creíble...

— Tal vez la película le ha causado pesadillas. — respondió su hermana, quien se encogió de hombros rodeando con sus brazos a Alek.

Observé a ambos abrazarse y me removí en mi lugar. No habíamos formado una conversación de más de tres palabras desde aquél incidente en mi cumpleaños, y al parecer solo yo me sentía lo suficientemente culpable como para no verlos a la cara.

Los telefonos sonaron, y mi piel se erizó. Respiré hondo cerrando mis ojos y no quise revisarlo, no quería nuevamente tener que leer un mensaje anonimo.

— ¿Que carajos... — Alek frunció su ceño y me observó.

Antes de que pudiera preguntar, Marco leyó el mensaje por todos los demás.

Mentiras Peligrosas. Where stories live. Discover now