Capítulo 30. Amigos no tan amigables

43 5 7
                                    

Marco.

Desde aquel día en donde peleamos Leah y yo, no sabía nada de mi novia, había pasado ya una maldita semana. No lograba entender como era posible que Atlanta no respondiera ninguno de mis mensajes, estaba seguro de que le había enviado al menos setenta y cinco mensajes de voz y le había marcado a su celular unas treinta veces. Pero no había logrado comunicarme con ella en todo este tiempo.

Solté un suspiro viendo como Iryna se acomodaba en la cama cubriendo su cuerpo con las sabanas y aquello me hizo rodar los ojos.

— ¿En que piensas? — preguntó llevando su mano a mi mejilla para acariciarla pero antes de que la yema de sus dedos hiciera contacto con mi piel, sostuve su muñeca con algo de fuerza. — Marco, me lastimas, me duele. Me haces daño. — se quejó intentando que la soltara.

— No vuelvas a tocarme, sabes que solo permito que Atlanta lo haga de esa forma. — murmuré apartando su cuerpo, me puse de pie tomando mi camisa y la observé de reojo. — Esto se termina aquí, ya no volveré a acceder a estos encuentros.

— ¿Qué? No puedes hacer eso, lo disfrutas tanto como yo. — susurró negando y tirando de mi brazo para que la viera.

— Honestamente, debo admitir que no disfruto siquiera tocarte, me da igual oírte gemir. — confesé encogiéndome de hombros, hice una ligera mueca y me solté de su agarre. — He llegado a pensar en ella mientras te follo para lograr acabar, dudo que quieras seguir con esto luego de saber eso.

Aquello pareció dolerle pero no iba a mentir, no me afectaba verla herida, realmente era algo que no me afectaba en lo más mínimo.

— No puedo creerte, tu me dijiste muchas veces que era especial. — murmuró alejándose un poco de mi, la observé sentarse en el borde de la cama y gruñí.

— Bien, escúchame Iryna, cariño. — me puse de rodillas frente a ella y acaricie su labio inferior en el cuál se comenzaba a formar un puchero. — Tu sabes bien que Atlanta es a la que quiero, esto que pasa aquí, es solo por que no esta ella para quitarme las ganas o para tenerla para mi. Eres con quien la paso cuando ella no está, debes entender que no siento absolutamente nada por ti, y que eso es normal. Que tu debes siempre serme fiel pero... Jamás debes pretender que yo corresponda a tu afecto. — murmuré acariciando ahora su mejilla. Intenté que mi voz sonara lo mas suave que pude mientras me contenía a decir lo que en verdad quería soltar.

— Pero... siempre vas a buscarme a mi ¿verdad? — preguntó apretando sus manos en su regazo.

Entrecerré mis ojos y asentí lentamente, sabía que no sería buena idea dejarla insatisfecha o emocionalmente inestable, si quería que esté de mi lado y que siempre que yo quisieras poder usarla a mi favor debía darle una mínima esperanza de que algún día ella sería importante en mi corazón. Incluso si sabía que eso jamás pasaría. Había sido mi error tratar de acabar esto de forma brusca, ella no aceptaba un no y aunque eso fuera lo que yo deseaba justo ahora no me iba a beneficiar en el futuro si necesitaba usarla.

— Seguiremos viéndonos, en secreto pero debes entender que no podré verte por unos días, estaré ocupado. — mentí, acomodé detrás de su oreja un mechón rojizo de cabello y sonreí para luego volver a mentir. — Debo irme, Leah me pidió ayuda en unas cosas de la casa, sabes que cuando se trata de mi hermanita debo salir corriendo.

Ella asintió sin decir mucho, yo me vestí mientras sentía su mirada. Iryna quería decir algo y yo me hacía una idea.

— ¿Algún día estaremos juntos? — soltó la pregunta de repente, tenía la mirada de cachorrito.

No, jamás querría estar contigo.

Pensé, pero solo me giré y sonreí antes de responder lo que ella quería oír realmente.

Mentiras Peligrosas. Where stories live. Discover now