Capítulo 11. ¿Amigos o enemigos?

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Alek.

Había estado dos días en esta habitación de hospital, estaba harto de ver enfermeras entrar y ofrecer su ayuda como si estuviera muriendo.

No pasó mucho tiempo desde que desperté hasta que el doctor entró y salió de la habitación unas cuantas veces al igual que la enfermera, pero ellos no eran mi prioridad en ese momento.

No podía sacarme la maldita idea de ver a Atlanta acercarse y fue peor el verla caer. Realmente quería que mi pie no doliera más, quizá de esa manera podría lanzarme sobre Marco y partirle la cara por no cuidarla como debía.

Una cosa debía de hacer ese maldito idiota y ni eso pudo.

Pensé, y realmente era una lástima para el. Estaba descuidándola sin darse cuenta y me molestaba más ver que no hizo nada por detenerla cuando caí, él debió evitar que ella se acercara pero en cambio se quedó ahí parado viendo todo como si no hubiese riesgos en situaciones así.

Mi pie dolía muchísimo, sí, pero prefería soportar el dolor y los medicamentos que el médico me daría antes de ver a Atlanta en mi lugar.

— Joder, si ella hubiese caído hubiera sido el primero en lanzarme detrás suyo. — susurré para mi mismo.

Mi ceño se frunció automáticamente ante aquellas palabras que habían salido de mi boca. No pude detenerme a pensar demasiado en eso, ya que mi teléfono vibró, al leer el mensaje dejé escapar un suspiro de estrés.

Siempre se ha tratado de que ella esté bien ¿verdad? Siempre intentarás salvarla.

Eso me convertía en su “salvador” casi todo el tiempo, pero no puedo permitir se haga daño por hacerle bien a los demás. Quería creer que quien enviaba el mensaje no tenía razón, pero sabía que si la tenía.

Pensar en Atlanta de vez en cuando se volvía más un pasatiempo, quisiera o no, siempre acababa mencionando su nombre. Pero al instante otra persona apareció en mi mente por unos segundos, pensar en Leah fue un balde de agua fría, era linda, sí, pero ella merecía alguien mejor que yo.

Leah no era Atlanta, ella no merecía que yo anduviera pensando en si su mejor amiga estaba bien o no, mucho menos que le estuviese mintiendo sobre no conocerla.

El doctor entró a la habitación evitando que siguiera pensando en lo mismo, suspiró y me miró antes de hablar.

— La chica castaña preguntó por ti. — mencionó mirando entre sus notas. — No es de mi incumbencia, pero a ella pareces importarle y accidentalmente la llamé tu novia. Suelen comportarse así las novias preocupadas cuando algo con su pareja sucede. — el hombre me miró y alzó una ceja.

La desaprobación en su mirada lo decía todo. Negué con la cabeza pasando mis manos por mi rostro. Tragué saliva levemente y solté un pequeño suspiro de frustración.

— ¿Ella está bien? — pregunté en un murmuro, ladee mi cabeza para verlo y una mueca apareció en mis labios al ver que no respondió por unos segundos.

— Lo está, solo tiene algunos raspones que sanarán pronto. — él volvió su mirada a sus notas y luego las apretó levemente en sus manos.

La respuesta del doctor fue breve pero me alivió un poco. Unos raspones eran algo pero nada realmente grave y eso me hizo sentir bien al respecto, al menos ya no tendría que imaginar mil formas de matar a Marco.

— De verdad que no es mi asunto, pero ambos deberían decirle a la chica rubia lo que sea qué pasa entre ustedes. Ella no parece darse cuenta de nada y al ser tu novia merece saber cierta información. —continuó luego de unos minutos sin decir nada. Se recargó sobre su escritorio y entrecerró sus ojos.— Ahora, tendrás que guardar reposo…

Decidí ignorar el hecho de que llamó a Leah mi novia, pues no lo era, jamás se lo había pedido pero dejé pasar aquello. Después de eso, él comenzó la hermosa plática sobre lo que debería hacer después de todo. Pero ya no estaba escuchando nada de eso, solo podía pensar en que todo esto había sido una patada en el estomago.

— Mira... ¿Aleksander? — inquirió leyendo las notas sobre mi accidente, alzó su vista y cuando vió que asentí.— Honestamente, creo que no necesitas irte todavía, dudo que a tu... — por varios segundos se quedó pensando en como decirlo y soltó un suspiro. — A tu amiga, le guste la idea de dejarte solo, no querrá irse. Probablemente sería mejor que te revisen por si algo no salió en los exámenes, todos estarían más tranquilos, en especial la castaña.

Me senté sobre la camilla y apreté el borde de esta mientras lo escuchaba, fruncí mis labios y negué suavemente.

— Seguro que la chica con la que salgo me lleva...— no logré terminar la frase por que el doctor soltó una pequeña risa interrumpiendo.

— La chica rubia se fue, al menos no está en la sala de espera, no la he vuelto a ver desde el primer día en el que te trajeron. — informó encogiéndose de hombros, me acercó la planilla esperando que firme. — Solo están esa chica preguntona y su novio, al que creo que no le agradas demasiado.

Mentiría si dijera que aquello no me había sorprendido, no me dolía que Leah no se hubiera quedado pues la verdad me daba igual eso. Pero, Atlanta se había quedado por mi, eso había dicho él.

¿Acaso le seguía importando?

Aquella pregunta pasó por mi mente rápidamente pero también así de rápido se borró.

— Esto fue culpa de él, claramente no le agrado por que le dije lo idiota que es. — respondí a mala gana mientras firmaba la planilla, la dejé sobre la camilla y sonreí. — ¿Eso quiere decir que puedo irme?

— Puedes irte, permíteme acompañarte. — asintió el médico y me levante de la camilla tomando las muletas,  caminamos a la puerta y el médico abrió, salí primero y el me siguió.

Al estar en la sala de espera, Atlanta se lanzó sobre mi comenzando a palmear mi rostro con sus manos. Su piel cálida logró que mi piel fría se erizará levemente, me estremecí y me sacudí un poco aunque no lo suficiente para que lo notara.

— Señorita, podría hacer eso en privado, el joven está bien. — señaló logrando que ella se apartara.

Maldije en mi mente al ver que el doctor se metía de esa forma cuando ella estaba preocupada por mi. Atlanta se apartó y note el rojo apoderándose de sus mejillas, me reí por eso sin poder evitarlo.

— Estoy bien, bonita, no debes preocuparte más por mi. — comente mientras la abrazaba.

Ella pareció poder respirar tranquila cuando la sostuve. Marco se cruzó de brazos y no dijo nada, no esperaba que se acercara. En todo caso podría caerse accidentalmente si le ponía las muletas.

Ojalá se rompiera la nariz en el proceso.

Pensé, pero antes de poder hacer algo, él habló, como si quisiera joderme aún más el día.

— Leah se ha ido con Ben, tú puedes ver como planeas irte. Ya no eres nuestro problema. — señaló Marco y deje de reírme al instante.

Atlanta me soltó y se acercó a pegarle a Marco en la nuca, intenté no reírme pero no lo logré. Mordí suavemente mi labio y alcé mis cejas.

— ¡Claro que es problema nuestro, si se ha caído por seguirnos a nosotros. — reclamó ella y yo asentí dándole la razón. — Así que te irás solo, podemos conseguir quedarnos en algún hotel de por aquí y ya nos iremos mañana.

Cuando ella dijo eso ladee mi cabeza con una sonrisa, entrecerré mis ojos observándola por varios segundos. Se veía decidida a dejarlo ir y quedarse vaya a saber en donde conmigo.

¿Acaso le importaba más yo que su novio celoso.

Sacudí mi cabeza levemente cuando esa pregunta apareció en mi cabeza y decidí intervenir.

— No traje dinero como para un hotel con habitaciones separadas, pero no tengo algún problema en compartir una habitación. — comente sosteniéndome de las muletas.

Logré notar como Marco tragó saliva y apretó sus manos girándose al oírme.

— Camina, te llevaremos entonces. — dijo mientras comenzaba a caminar.

Su espalda estaba tensa, sus pies resonaban al caminar y aún apretaba sus manos. Atlanta aplaudió y se acercó hasta donde estaba para ayudarme, sus manos tocaron mi espalda lo cuál me hizo respirar hondo.

— Lamentó su comportamiento, de verdad... Él jamás a sido de esa forma — señaló y yo le sonreí negando con la cabeza.

— Sé que me odia, no te disculpes. — le dije calmándola y esta vez, el golpe por su parte me lo lleve yo. — ¿Y eso por que fue? — cuestioné más como una queja.

— Sí dices eso, vas a quedarte en la calle. — amenazó siguiendo a Marco, me miró unos segundos y suspiró. — Y no te dejaré solo, así que seríamos dos a media carretera, sin dinero, sin comida y sin lugar a donde ir. — me señaló con el dedo y sonreí de manera burlona ante su pequeño drama.

Marco estaba innegablemente tenso y molesto, mientras íbamos al auto pude notar que él escuchaba nuestra conversación por lo que decidí empeorar su estado.

— ¿En serio serías capaz de quedarte en el medio de la nada solo para cuidarme? — cuestioné viendo de reojo a Atlanta.— Comenzaré a creer que te importo mas de lo que dices.

— Cállate y deja de molestar a mi novia. — interfirió él, se detuvo y abrió la puerta del copiloto. — Vamos, Atlanta súbete.

Me tense al oír eso, no me gustaba el tono de voz que usaba con ella a veces.

— Iré en los asientos traseros para cuidar a Alek. — susurro ayudándome a subir.

Atlanta subió al asiento trasero conmigo, él todavía estaba sosteniendo la puerta pero ella ni siquiera dudó en subirse conmigo. No pude evitar sonreír con suficiencia, si creía que había ganado estaba muy equivocado.

Cerró la puerta con algo de fuerza y subió al lugar del piloto. Encendió el auto y comenzó a conducir.

Nadie decía nada y agradecí el silencio que teníamos en el camino. De vez en cuando veía por el espejo retrovisor, Marco nos observaba en algunas ocasiones, yo me removía y Atlanta me miraba mal por moverme tanto.

— ¿Falta mucho? Me duele la pierna, amaría poder estirarla y dormir un rato. — me quejé desde atrás, suspiré y negué.

— Puedes poner tu pierna encima de las mías, o tu cabeza y estirarte — sugirió ella con aquella hermosa y dulce voz. — ¿Quieres que me mueva un poco contra la puerta para darte mas lugar?

¿Como es posible que fuera tan dulce a veces?

Ante aquella pregunta rodé los ojos y solté un suspiro de frustración.

— Atlanta, sube aquí y déjale los asientos a el. Ahora. —ordenó, su rostro lucía serio y con sus labios fruncidos.

— Háblale bien, tú tienes la culpa de que estemos en esta situación. — sabía que en mi tono de voz no había rastro de broma alguno.

— Solo estoy diciendo que es mejor para ti. — respondió fríamente.

— No, estoy bien, ella no necesita irse de aquí. — me removí en mi lugar y sonreí. Suspiré observando a Atlanta. — Me dormiré un rato, hasta después.

Por una media hora, no se escuchó nada en el auto y eso me pareció extraño. Aunque disfruté aquél silencio porque sabía que no estaba pasando nada extraño a mi alrededor, aún podía sentir a Atlanta a mi lado por lo que simplemente me dedique a descansar. Solté un pequeño quejido y me abracé al pequeño cuerpo a mi lado.

No fue hasta después de aquella acción que sentí como Marco frenó el coche de golpe logrando que Atlanta golpeara levemente su frente contra en asiento delantero.

— Lo siento, creo que vi un zorrillo y no podía pisarlo. —mintió, sonrió cuando vio a Atlanta ver por la ventanilla esperando encontrar al animal.

— Amor, no creo que lo veas. — le comentó ganándose un puchero de su parte.

— De seguro se ha asustado ante el freno tan brusco y ha salido huyendo. — expliqué cínicamente. 

Marco rodó sus ojos volviendo a conducir nuevamente con el mismo ritmo constante de antes.

Aunque el puchero de Atlanta había sido tierno, deseaba deshacerlo y no de una manera específicamente tierna o romántica.

Negué suavemente cuando pensé aquello y aclaré mi garganta acomodándome lejos de su cuerpo.

Atlanta se había recostado dejando la cabeza sobre la ventana dedicándose a dormir. De vez en cuando la miraba, pero parecía no ser el único viéndola.

Era obvio que Marco la miraba y no me gustaba la forma en la que lo hacía, había algo más en su mirada.

Tras horas de viaje habíamos conseguido llegar a la ciudad, me encargue de darle a Marco las indicaciones para ir a el lugar donde vivía y las siguió en silencio. Atlanta seguía durmiendo y ninguno de los dos tenía intención alguna por lograr que ella despertase.

— ¿Sabes, Marco? Me he dado cuenta de algo. — pregunté mientras se detenía el auto en un semáforo en rojo.

— ¿Qué quieres ahora? — respondió con otra pregunta y negó con una sonrisa.

— Tú y yo no somos tan diferentes. — señalé con la cabeza a Atlanta y su cuerpo se tensó.

— ¿A qué quieres llegar con esto? — cuestionó apretando un poco los dientes.

El tema le estaba molestando y yo amaba saber eso. Amaba presionar el botón que parecía hacerlo estallar.

— A que cuando tienes una fábrica, debes trabajarla todos los días o alguien más lo hará por ti. — murmuré y el semáforo cambió.— Ya sabes, mientras el dueño de una fabrica descuide cada vez más su empresa, habrá otros dispuestos a robarle todo.

Volvió a mirar al frente acelerando para llegar más rápido hasta mi departamento. Marco abrió la puerta ayudándome con mis cosas.

Sabía que realmente hacía aquello para evitarse las quejas por parte de Leah y el regaño de Atlanta al enterarse que no me había ayudado.

— Le diré a Atlanta que no quisiste despertarla, y que te ayude con tus cosas, así estará tranquila. — comentó mientras ponía las maletas que me pertenecían delante de la puerta.

— También le enviaré un mensaje para que sepa que dices la verdad, no te preocupes. Dile que le agradezco todo lo que hizo. — sonreí mientras asentía.

— Bien, adiós. De aquí ya puedes solo. — mencionó alejándose de mi. Regresó al auto y no esperó mucho más para desaparecer.

Solté un suspiro rodando mis ojos y como pude metí mis maletas al departamento, lance estas con cansancio y me senté.

Jugué con mi teléfono entre mis dedos y antes de poder reaccionar a lo que yo mismo hacía, la estaba llamando.

La estaba llamando a ella.

— Hola ¿A que se debe este sorpresivo llamado de tu parte? — preguntó al atender.

Sonreí levemente y rodé mis ojos ladeando mi cabeza un poco.

— Solo quería saber como estabas, no te pude preguntar cuando llegamos. Estabas dormida.. — expliqué encogiéndome de hombros.

La vi alzar sus cejas y entrecerrar sus ojos con desconfianza.

— Admito que también quería saber como estabas.. — rió levemente y arrugó su nariz.

— ¿Tu novio sabe que querías ver como estaba? — pregunté en tono burlón mientras me acomodaba. — O tal vez tu pretendiente, aquél rubio de la cafetería.

Ante la mención de Aries, ella rodó sus ojos, la observé varios segundos y me adelanté a hablar.

— No puedes decirme que no te has dado cuenta que le gustas. — mencioné como si fuera de otro planeta y no supiera lo que decía.

— ¿Que? ¿Estábamos hablando de tu salud y de repente ahora esto se trata de mi vida amorosa? — preguntó sin poder creer lo que decía.

Hice una mueca y gruñí mientras me cruzaba de brazos.

— ¿Sigues pensando en que salvar a cada persona en un apocalipsis es buena idea? —pregunté frunciendo mi ceño en un intento de desviar la conversación.

Cubrió si rostro con algo de frustración, negó y arrugó su nariz pensando.

— Si, aún creo que salvar a las personas que mas pueda sería algo bueno. — admitió encogiéndose de hombros.

— Eso es una tontería, yo no salvaría a nadie. Bueno, siempre fue una sola persona a la que pensé en salvar. —negué levemente e hice una ligera mueca.

Por varios minutos ambos nos quedamos callados, yo lo observaba admirar el cielo hasta que giro su rostro y me vió.

— Antes de que pasara el accidente dijiste que cada día te arrepentías de haberme amado. —mencioné, miré nuevamente el cielo e hizo una mueca.— ¿Por que eres buena conmigo si me odias tanto?

— No lo sé, supongo que si amas a alguien luego es mas difícil odiarle. Cuando amaste tanto a alguien, luego es muy difícil odiar. —murmuró intentando restarle importancia. Relamió sus labios y negó.

— ¿Por que pediste que todos volviéramos? —pregunté aún sin dejar de verla.  — Ya sabes, cambiaste todos los planes de repente luego del accidente.

Bajó la vista por varios segundos y se mantuvo en silencio, aunque no era un silencio molesto, era agradable.

— Creí que te había pasado algo grave. — confesó viendo sus manos.— Yo... tuve miedo.

— Lo sé, aunque estaba adolorido y prácticamente me había dado la cabeza contra las rocas podía oír tus gritos. No estoy sordo. —mencioné en tono burlón. Al ver que no le dio risa, solté un suspiro. — Estoy entero, Atlanta. No me he muerto, no debes preocuparte por mi.

— ¿Me dirás que es lo que estas tratando de decir?... — cuestionó alzando sus cejas.

Sonreí a través de la pantalla y suspiré.

— Simplemente... llegué a esta ciudad creyendo odiarte, odiándote por dejarme sin explicaciones, odiando el hecho de que fueras tan misteriosa, neurótica e incluso invasiva. — comencé, miré el cielo y negué cerrando mis ojos. — Pero hace dos días, me di cuenta que quería protegerte, que habría hecho lo que sea para que no salieras lastimada ¿Como pasó eso? — susurré frunciendo mi ceño.

Pude notar su mirada de confusión, luchaba por entenderme pero no podía esperar que lo hiciera, ni siquiera yo lo hacía.

— No comprendo. — en sus labios apareció una pequeña mueca. — Fue valiente que quisieras ayudarme cuando intenté salvarte...

— No soy valiente, Atlanta, no soy un héroe, tampoco soy bueno. — negué con mi cabeza y me acomodé.

— Tal vez si lo seas. — sonrió levemente y aquello me hizo reír. — No estoy jugando, en serio creo que puede que haya algo bueno en ti.

Aquello me hizo fruncir aún mas el ceño.

— No, tienes razón en odiarme, fui un idiota. — aseguré, mordí mi labio inferior y me encogí de hombros. — La bondad te la dejo a ti, a cualquier persona menos yo. — miré mis manos un segundo e hice una mueca. — Incluso aunque tienes motivos para odiarme, me intentaste ayudar, te arriesgaste por mi.

— ¿Por qué suenas sorprendido? — cuestionó suavemente. — ¿Creíste que dejaría que algo te pase?

— Porque significa que en algún momento, llegaste a preocuparte por mi, significa que pensaste que valía la pena ayudarme. — dudé en si debía seguir hablando, pero luego de unos segundos continué. — Quiero agradecerte por eso.

— De nada.. — susurró por lo bajo.— Solo que me preocuparía por cualquier ser viviente. —aclaró rápidamente.

Podía notar que estaba mordiendo el interior de su mejilla, solía hacer eso cuando estaba nerviosa o cuando simplemente no sabía que decir.

— Lo sé, se eso muy bien. — aseguré por lo bajo. — Eres buena, a veces puede que algo tonta, pero no hay maldad en ti, eres... una persona que vale la pena conocer.

Escuchó atentamente cada palabra y negó, sonreí un poco y ella acomodó su cabello detrás de su oreja.

— Solo no quería que te pase algo malo. — se encogió de hombros y arrugó su nariz.

— ¿Significa que somos amigos? — cuestioné alzando una de mis cejas.

— No presiones... — su tono de advertencia me hizo retroceder con la confianza que creí que habíamos recuperado.

— Me equivoqué. —solté de repente, noté como trago saliva y respiré hondo.— Aquella tarde, cuando atendiste mi teléfono, debí seguirte y explicártelo, tal vez si hubiera dejado mi orgullo y hubiera pensado en que te amaba habría logrado algo. — solté un suspiro guardando silencio por varios minutos, que para mi fueron eternos, me observó y luego volví a hablar.— Jamás estuve con ella, jamás pasó lo que ella decía que pasó. Al menos no hasta que me dejaste.  —murmuró, ella dejó su vaso a un lado y mordió su labio inferior suavemente.— Creo que ella estaba celosa y su mejor manera de alejarte de mi fue insinuar que te engañaba, que era mi novia y que yo te estaba fallando. Pero nunca fue así, yo jamás te engañe.

Iba a seguir hablando pero al notar que ella estaba incomoda, me tensé, rápidamente me acomode y negué.

— Creo que es mejor que te deje solo. Creo que estos no son temas para hablar tu y yo. ¿Estarás bien? —preguntó con algo de nervios mientras tomaba el celular.

El silencio se apoderó del ambiente por varios minutos y levemente asintiendo, le sonreí.

— Lo estaré, tonta. — rodé mis ojos  y negué, fingí una cara de molestia y ella rió. — Ve y duerme, es tarde ya. Buenas noches Volkov.

— Buenas noches Romanoff. —pronunció mi apellido con algo de diversión.

Ella me sacó la lengua y yo colgué, miré el cielo y suspiré, observé mi teléfono donde marcaba la hora de la llamada y sonreí levemente. Me subí a la cama y me cubrí con las sabanas dispuesto a dormir, había sido un viaje de locos, y no estaba seguro de nada justo ahora.

Mentiras Peligrosas. Where stories live. Discover now