Capítulo 23. La miseria ama la compañía

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Atlanta.

Luego de aquella pelea con Marco, todos habíamos intentando sobrellevar el tema del cuidado del pequeño Apolo entre nosotros, había sido difícil, si, pero lo estabamos llevando bastante bien.

No iba a negar que luego de mucho, era una de las pocas veces en las que sentía que aunque un maldito camión me pasara por encima, no me movería.

Escuché aquél llanto nuevamente, estaba segura de que no había pasado más que media hora desde la última vez que me había levantado de la cama, por lo que me giré y me quejé cubriendo mis oídos.

Abrí uno de mis ojos sin querer desvelarme demasiado y observé como Leah dormía a mi lado, con el pie comencé a empujarla hasta que cayó de la cama quejandose. Reí cerrando mis ojos y suspiré.

— Apolo está despierto... — susurré por lo bajo.— ¿A quien le toca esta vez?...

— Le tocaba a Alek... — se quejó arrastrando su cuerpo hasta la cama, tomó una almohada y la lanzó hasta donde él se encontraba.— Venga, despierta ya que no es nuestro turno.

Alek había dormido en el suelo, ya que no quiso dejarnos solas con la carga, y ahora era su turno.

— Ponte de pie y ve a ver que quiere. — ordené en voz baja aún con los ojos cerrados.

— Dios, ya voy, ya voy... — murmuró mientras se ponía de pie con dificultad, restregó sus dedos en sus ojos y salió de la habitación.

— Uno, dos... — comenzó a contar Leah.

— Tres. — finalicé la cuenta regresiva y justo en ese momento se logró escuchar el grito.

— ¡Necesito ayuda! — al oírlo, Lesh me observó.

— Estoy muerta... — susurró.— Deja que se las arregle él solo, ya aprenderá...

— Iré yo, dejaló... — me estiré en la cama soltando un suspiro y caminé a oscuras hasta el pastillo.

Entré en la habitación de invitados donde Alek se encontraba con el bebé en brazos pero sin acercarlo a su pecho.

— Se hizo, y yo no pienso limpiar eso. — aseguró con una mueca de asco.

— Nunca he cambiado a un bebé. — me quejé tomando al niño en brazos y luego negué. — Apolo, mi vida... ¿Cuanto se supone que debemos esperar a que aprendas a ir del baño?

— ¿Si sabes que no habla y no sabe lo que dices? — cuestionó alzando sus cejas.

Lo miré mal y rodé mis ojos suspirando, lo recosté en la cama y quité su ropa para luego abrir su pañal.

— No se ha hecho, solo era pipí. — me giré hacía Alek y me cruce de brazos. — ¿No podías limpiar pipí?

Negó repetidas veces.

— Olía fatal, estaba seguro de que se había hecho encima. — intentó justificarse mientras me veía intentar limpiarlo.

— Tal vez sea mejor que... Lo duchemos, es decir, ¿no es más higienico? — cuestioné alzando a Apolo en brazos.

— No lo sé, tal vez... — murmuró mientras nos dirigiamos al baño. — No puedo creer que estemos cuidando de un niño incluso cuando nuestra vida es miserable.

— La miseria ama la conpañía, o eso dicen. — me encogí de hombros y comencé a preparar el agua en la bañera.

— ¿Leah está durmiendo? — asentí a su pregunta y luego de probar que tal estaba el agua, metí al bebé. — Estás... haciendolo bien.

Mentiras Peligrosas. Where stories live. Discover now