Capítulo 7. Una noche para recordar

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Atlanta.

Sentí algunos besos por mi cuello lo que causó que mi piel se erice, me quejé y me removí en la cama tratando de que Marco entendiera que no quería levantarme.

- Me dijiste que si no lograba despertarte para ir a trabajar te lanzara agua fría, no me hagas hacerlo. -murmuro con la voz ronca contra mi oído.

Mordió el lóbulo de mi oreja y gruñí dándome vuelta para verlo, estaba molesta, odiaba despertar así cuando quería seguir durmiendo.

- ¿Se te olvida que a veces yo no se lo que quiero? Ahora déjame dormir. - hablé entre dientes.

Él soltó un suspiro y quitó las sabanas para luego cargarme como una bolsa de patatas, solté un grito y golpee su espalda.

- No me dejaste opción, cámbiate que pareces vagabunda. - me dejó sentada en la cama y me lanzó un vestido de flores pequeñas. - Hace menos de dos meses que tienes el empleo, dudo que quieras perderlo.

- Te odio, eres detestable. - murmuré bajo mientras me desnudaba, me coloqué el vestido y luego ate mi cabello en una coleta. - Solo quería dormir cinco minutos más.

Él ni siquiera se esforzó, sonrió y me arrastró fuera de su habitación, escaleras a bajo tomó las llaves y me hizo salir, una vez que entre al coche me cruce de brazos.

- Sabes que lo hago por tu bien, luego cuando el sueño se te pase me vas a culpar por no haber hecho que vayas a tu trabajo. - comentó en un susurro.

Suspiré mirando por la ventanilla por varios minutos y restregué mis ojos con algo de sueño, en la noche no había dormido demasiado bien pero tenia que ir.

Sabía que Marco tenia razón, en pocas horas estaria gritando que era su culpa.

- Bien, ya, perdón. - respondí, odiaba la sensación de admitir que estaba equivocada. Lo observé unos segundos y negué.- Recuérdame ¿Por que estoy trabajando?

- Trabajas por que odias a tu familia y odias lo que su dinero implica, odias la idea de usar ese dinero aunque aún no comprendo el motivo. - su ceño se frunció y me observó unos segundos.- No sé nada de tu familia, tu conoces a la mía y yo no a la tuya. Ni siquiera conozco a tu madre.

- No hay nada que conocer, gente rica con pocos escrúpulos, narcisistas, egoístas, con poca humanidad. -expliqué, me mantuve en silencio unos segundos y mordí mi mejilla.- ¿Quieres que siga? Manipuladores, mentirosos...

- Solo no entiendo por que dices eso, siempre que pregunto por tu familia, es lo único que consigo, pero jamás un por que de todo eso. - negó y estacionó frente a la cafetería, me observó y suspiro.- Si no confías en mi, está bien.

- Solo no es mi familia, ya no. Si no es suficiente para ti saber eso, pues no puedo hacer nada. - mi voz había sonado fría y distante, jamás le hablaba así a él. - Si ni puedes con eso, sabes donde está la salida de esto.

Sin que respondiera, me bajé del coche y di un portazo, tal vez si hubiera sido en otro momento habría actuado de otra forma pero no tuvo mejor idea que mencionar ese tema a estas horas de la mañana.

Una vez que entré al lugar dejé mis cosas detrás del mostrador y besé la mejilla de Aries quien aún no se había percatado de mi presencia.

- Mucha gente y apenas son las 8 de la mañana. - susurró estresado, cerró sus ojos y suspiró. - Buenos días, Muñequita.

- Buenos días. Admito que deseaba llegar y que no hubiera nadie. Siendo honesta... No quería siquiera levantarme. - confesé algo apenada. Tomé los pedidos y fui entregando en cada mesa los que correspondían.

Mentiras Peligrosas. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora