Capítulo 25. Mierda

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Ben.

Solté un suspiro cuando Marco y Alek entraron en el coche, apreté suavemente mis manos en el volante y observé el espejo retrovisor.

— ¿Realmente están seguros de qué la policía no es una opción? — murmuré en un último intento por hacer lo que creía correcto.

— Créeme, si tuviéramos elección ya habríamos elegido acabar esto lo más rápido que se pueda. — Alek se acomodó detrás y negó.

— Ya, dejen de quejarse. Será rápido. — intervino Marcos. — Deberían detenerse, hemos confesado, eso querían.

— Aún no me creo que Leah no te golpeara luego de decir lo que dijiste. — susurró Alek, reí levemente. — Y no se como tú consientes haber seguido su mentira.

— Lo hice por Leah, no por él. — aseguré encogiéndome de hombros sin dejar de ver el camino.

— Ya, entiendo el punto. — Marco gruñó y negó suavemente. — Ya, ¿si? Sé que no dudé en alejarte de mi hermana cuando tuve la oportunidad, hice muchas cosas de las que Leah y Atlanta no están enteradas y jamás van a saberlas, pero si tenía que admitir que fui la razón de que no recibiera tus mensajes, me vale. — confesó encogiéndose de hombros. — Tú tenias que alejarte, nadie más que yo sabe qué es lo mejor para ella.

Rodé mis ojos levemente y sonreí, realmente era gracioso, hace un año habría detenido el coche y lo habría golpeado, pero ahora, era gracioso.

— Honestamente, esperaba una disculpa más que una confesión, pero tú jamás supiste que es eso. — murmuré. — Por eso esto, justamente esto, lo hago por Leah, no por ti, si fuera por ti... Dejaría que caigas y vería como lo haces lentamente.

— Joder, que no lo hice para hacer tu vida miserable. — se quejó frunciendo el ceño. — Lo hice porque no tenías que estar cerca de mi hermana, no me importaba si le hacía daño esa distancia.

— Exacto, tú nunca piensas y tampoco te importa el daño que haces a nadie. — comenté deteniendo el coche, fruncí mi ceño al ver que el camino estaba siendo obstruido por un árbol enorme.

— Ódiame si quieres, pero avanza. — comentó viendo su teléfono. — No tengo señal, ¿que haces que no avanzas?

— No puedo pasar. — señalé el camino y alce mis cejas. — ¿Como quieres que mueva un puto árbol?

— Pues entonces, debemos bajar y comenzar a caminar. — suspiró y salió del coche, como Alek y yo le quedamos viendo, volvió a hablar. — No podemos enterrarlo demasiado cerca, tenemos que encontrar un punto.

— No preguntaré como deduces eso. — Alek bajó del coche y suspiró. — Había pensado en lanzarlo al lago, nadie lo iba a encontrar.

— Si el cuerpo flota, lo encontrarían, siempre los encuentran si los lanzan al agua. — le recordé. No era una mentira y él parecía ni siquiera ver las noticias.— ¿No ves al menos un periódico?

Rodé mis ojos viendo como Marco comenzó a quitar el cuerpo del coche, lo cargó en su hombro y nos observó.

— Vamos, no cargaré un muerto durante horas mientras se quedan ahí. — comentó comenzando a caminar sin rumbo.

Alek y yo nos observamos y le seguimos luego de dejar el coche a la orilla de la carretera.

Nadie dijo nada, creo que ninguno de nosotros estaba cómodo con esta salida de hombres, ni siquiera nos agradábamos del todo entre nosotros como para compartir tanto tiempo.

— ¿Creen que por aquí está bien? Dudo que alguien se meta hasta aquí. — murmuró Marco viendo a su alrededor.

Podía ser cierto.

Mentiras Peligrosas. Where stories live. Discover now