Capítulo 22. La voz de la razón

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Atlanta.

Miré la puerta de la casa y solté un suspiro, saqué las llaves del bolsillo de mi pantalón y abrí sin pensarlo más tiempo.

Mi ceño se suavizó cuando noté que Leah y Marco no parecían estar, dejé caer mi bolso sobre el sillón y caminé a la cocina para servirme un vaso de agua antes de sentarme a esperarlos.

Solté un grito cuando Ben entró por la puerta trasera de la cocina.

— ¿Pero por que gritas? — se quejó dejando caer su cuerpo contra la pared. — ¿Estas loca o que te pasa?

— No pensé que estuvieras aquí, lo siento... — suspiré y me cruce de brazos. — ¿Que haces aquí?

— Pues lo mismo que tú, espero a que los dueños de esta casa se dignen a aparecer. — se encogió de hombros y me observó entrecerrando sus ojos.

Lo observé por unos segundos antes de reír.

— Leah te gusta demasiado. — aseguré con una pequeña sonrisa, aquél pequeño comentario hizo que él titubeara.

— ¿Tanto... se nota? — susurró intentando mantener su postura de seguridad.

— Bastante, aunque deberías de decirle eso a ella. — me encogí de hombros y me senté en una de las sillas. — Tal vez su reacción te sorprendería más a ti que al resto.

Se quedó en silencio unos segundos sin apartar su vista de mi, lo cuál me hizo removerme en mi lugar.

— ¿Que tanto me ves? — cuestioné riendo al notar que su cara pensativa resultaba bastante graciosa.

— Nada, solo que... parece que toda tú está mejor. — señaló mi cuerpo y aquello me hizo tensar.

— Estoy bien. — aseguré. — Nada que un poco de hielo no cure.

— No tienes porque fingir cuando solo soy yo. — suspiró y se sentó a mi lado. — Atlanta, vamos. Habla conmigo, date el beneficio de la duda y conóceme.

Entrecerré mis ojos observándolo y arrugué mi nariz.

— Estoy bien, solo me duele el cuerpo un poco... No esperaba que un maldito lunático no me viera al cruzar la calle. — comenté encogiéndome de hombros.

Asintió lentamente y suspiró.

— Mira, creo que debo decirte esto porque veo que nadie más lo hará... — se acomodó mirándome unos segundos. — No debes ser tú siempre la que sale herida.

Fruncí mi ceño suavemente y negué.

— No comprendo a que quieres llegar... — susurré por lo bajo. — El coche no me vió y... No es culpa de nadie.

— Exacto. — asintió lentamente y relamió sus labios con nerviosismo. — Esta vez no es culpa de nadie, pero deberías aprender a no ofrecerte a hacer cosas que los demás no harían, eso no te volverá mala, de hecho... Eres lo opuesto a malo, eres demasiado buena.

Sus palabras me causaron un nudo en mi garganta, era una forma delicada y sutil de decirme lo mismo que aquella noche Alek me gritó fuera de la estación de policías.

— Creí que no te agradaba demasiado. — admití en voz baja.

— Tienes una clase de bondad extraña, tan pura e irracional que a veces causa problemas, si... Pero lo haces con buenas intenciones. — aseguró, sonrió levemente y señaló mi mano. — Leah me contó como ayudaste a Alek la vez que acabó detenido, no me dió detalles pero... Eso no fue egoísta, no pensabas en ti, pensabas en él.

— Nadie más iba a hacerlo, no quería que Leah tuviera que... — me impidió seguir en cuanto dije aquello.

— Tu primer instinto es compartir, sacrificarte por otro, mentir para proteger a los demás, incluso si eso te lleva a ser infeliz. — mordió su labio inferior debatiendo en si decir algo más o no. — No quiero ser yo quien te aconseje esto, pero está claro que nadie más lo hará porque parece que a todos les sirve que siempre seas tú la que se sacrifica.

— No creo que ellos siempre quieran que yo haga lo difícil, solo que... yo siempre me ofrezco. — le corregí, él me miró pensativo. — En serio, yo elijo lo que hago...

— Es gracioso analizarte desde el punto psicológico de todo esto. — comentó luego de varios minutos en silencio. — Es tan... extraño ver como lo que más deseas ni siquiera es para ti, como te auto saboteas constantemente para no desviarte del camino que te lleva a la soledad y la tristeza.

— ¿Que se supone que significa todo eso? — murmuré.

— Quieres lo mejor para todos, de una forma que ninguno de nosotros puede comprender todavía. — se encogió de hombros e hizo una mueca. — Me temo que soportarías hasta la peor de las cosas para que todos los demás consigan lo que desean, y eso es muy decepcionante.

— ¿Por que me dices esto ahora?  — mordí el interior de mi mejilla y respiré hondo.

— Porque me equivoqué al pensar que eras una mala persona, me equivoqué cuando creí que conscientemente dañabas a Leah. — confesó jugando con sus llaves. — Leah tiene suerte de tenerte, a pesar de todo, eres una buena amiga.

— Jamás haría algo que lastimara a Leah. — aseguré frunciendo el ceño ante aquellas palabras.— ¿Por que creíste que yo la estaba dañando?

Negué suavemente ante la idea de herirla, no podía, era mi mejor amiga y jamás podría imaginar herirla.

— A Marco no le interesa lo que los demás quieren, tampoco lo que quieras tú realmente. — soltó de repente. — Solo le interesas mientras le sirvas, luego ya no eres útil. El compromiso en tu cumpleaños, no fue al azar.

— ¿Que significa que no fue al azar? — alcé una de mis cejas y me cruce de brazos. — No te entiendo Ben, no estás dándome respuestas, solo aumentas mis preguntas y no entiendo a que te refieres con todo eso.

— Lo que intento decir es que... tu vida es tu vida. — tomó mi mano y apretó suavemente esta sin lastimarme. — Vívela como tu quieras vivirla, no como él pretenda que la vivas. — sonrió un poco y negó. — Que se joda Marcos, que se jodan todos, piensa en ti al hacer cada cosa desde ahora, porque luego te verás envuelta en una red de más mentiras.

Ahí fue cuando lo supe, él sabía más de lo que decía.

— Lo sabes, ¿verdad? — entrecerré mis ojos en su dirección y él negó.

— Yo no sé nada realmente, solo puedo asumir que a ti te pasan muchas cosas que no puedes admitir por estar en la sombra de Marco y a la vez, lastimas a Leah al mentir. — se puso de pie y revolvió mi cabello. — La cuestión real es... Estoy seguro de que Leah lo entendería si fueras honesta desde un principio, no dejes que todo se vaya al carajo por el miedo.

— Si te refieres al compromiso... — me quedé en silencio cuando lo escuché suspirar.

— El compromiso es una fachada, una mascara. — me señaló y luego negó. — Todos notamos como Alek te mira y como tú le miras a él, Marco lo nota y su única forma de mantener el control de la situación es dándote una vida con la que puedas sueñar.

Ignoré el hecho de que hablaba de Alek y de mi como si realmente existiera una posibilidad de que ambos sintiéramos algo.

Es solo el idiota de mi ex, solo es mi amigo, y solo es el novio de Leah.

Pensé, estaba segura de eso, no había otra verdad que no fuera esa. Aquél beso solo había afirmado lo que sabía, no sentía nada.

— Hablas de Marco como si fuera un maestro del engaño. — reí negando y sonreí. — Estás hablando de Marco, el mismo chico aburrido que muchas veces habla de edificios o que solo se recuesta en el sofá conmigo, el chico que no mata ni una mosca...

Se mantuvo serio por varios segundos y sonrió levemente.

— Tienes razón, es ese mismo chico que dices... — asintió y rió. — Solo creo que no deberías aceptar tan rápido eso del compromiso, es decir... Ambos son jóvenes, tú mucho más que él. — tragó saliva levemente y aclaró su garganta. — Es decir, seis años es mucho cuando uno de los dos ya a terminado una carrera universitaria y tu todavía ni siquiera comenzaste esa etapa, solo creo que debes pensarlo mejor.

— ¿Crees que la edad es algo que interfiere? — cuestioné alzando mis cejas al oírlo.— Incluso Leah estaba feliz.

— Creo que él sabe más de la vida de cierto modo, él tiene un futuro hecho prácticamente. Y Leah... ella ha vivido toda su vida con su hermano, lo que él diga, ella lo hará sin pensarlo porque está acostumbrada a eso. — confesó encogiéndose de hombros. — No creo correcto que alguien de nuestra edad... guíe el futuro de alguien como tú o como Leah, creo que hay edad para todo y... Seis años son mucha diferencia cuando se trata de planificar una vida entera.

Respiré hondo soltando todo el aire que estaba conteniendo, tal vez él tenía algo de razón, pero Marco no haría nada malo para herirme.

— A ti te gusta Leah, ¿no te casarías con ella? — cuestioné con el ceño fruncido.

— Claro que sí. — aseguró cruzándose de brazos. — Cuando ella haya vivido lo suficiente, cuando ella ya haya experimentado lo que yo viví, que tenga una carrera hecha, que tenga una gran lista de ex novios, y sobre todo... Que tenga la madurez de un verdadero adulto.

— Marco no está guiando mi futuro. — aseguré con una pequeña sonrisa. — Pero me alegra saber que te preocupas, eso es nuevo.

— Estoy en mi último año de psicología, sé que tal vez tú no lo ves de la misma forma que yo, pero a veces nos cuesta darnos cuenta de todo. — sacudió mi cabello suavemente y abrió el refrigerador. — No sé que está pasando con ustedes cuatro, pero desde fuera... parece que nada bueno, Leah está distante, Alek no le hace demasiado bien aunque ella crea que sí, Marco ... es Marco, y tú, tú pareces cargar más peso del que deberías.

Antes de que pudiéramos seguir con la charla, Leah apareció con el niño en brazos y una sonrisa enorme en su rostro.

— Adivinen quienes volvieron del parque... — canturreó felizmente mientras Alek aparecía detrás de ella.

— ¿Cuanto tiempo tendrás al niño? — preguntó Ben mientras besaba la cabeza de Leah. — Hasta parece más agradable que tú y todo.

Alek rodó sus ojos riendo y se recargó en la pared.

— No lo sé, eso depende de que tan ocupado me encuentre. — comentó viéndome. — Pero supongo que bastante tiempo.

Sonreí levemente al oírlo y respiré hondo.

— ¿Les parece cenar algo fuera de casa? — cuestionó Marco entrando por la puerta trasera con unas bolsas. — No me apetece cocinar para todos, así que...

— Yo puedo hacerlo. — sugirió Ben con una sonrisa. — Leah va a ayudarme, no se preocupen.

— Entonces... Eso significa que tendremos tiempo de planear algunas cosas para nuestro compromiso. — Marco tomó mi mano y sonrió.

Noté que la mirada de Alek viajó hacia el agarre de nuestras manos y respiré hondo.

— Es buena idea, vamos a la sala y me muestras tus ideas. — sugerí con una sonrisa.

Tomé al bebé en brazos y con una mano comencé a tirar de Marco hacía el sofá.

Alek se acercó a ambos sentándose frente a nosotros.

— Soy toda oídos. — murmuré, observé como comenzaba a sacar algunas carpetas y fruncí el ceño.

— Bien, pensé en un salón bastante grande, ya qué invitaría a mis amigos de la universidad, familia, y amigos más cercanos. — comentó enseñándome fotos de algunos lugares.— No estoy seguro de cuanta familia tienes así que alguno de estos salones será suficientemente grande para que ambos lo logremos llenar.

— Oh... — asentí lentamente y fruncí mis labios.— Si, yo no creo que eso sea tan necesario, no hay demasiadas personas a las que deba invitar.

— Con eso está diciendo que odia tus ideas. — canturreó Alek con una sonrisa.

Marco apretó la carpeta entre sus dedos y respiró hondo.

— Vestido, el presupuesto lo decides tú, gasta lo que sea que necesites gastar. — aseguró. — Puedo pagarlo, lo que sea.

Tragué saliva levemente y asentí.

— ¿Es necesario todo esto? Es decir, podríamos hacer algo más... económico. — sugerí con suavidad tomando su mano.

— ¿Cuál es el problema con el presupuesto que estoy sugiriendo? — cuestionó frunciendo el ceño.— No entiendo que es lo que no te gusta.

— Estamos hablando de millones de dólares, tal vez ese es el problema. — intervino Alek. — ¿En serio quieres gastar millones? Podrías sugerir algo más accesible y así pagar una buena luna de miel.

— No te metas. — respondió Marco. — ¿Acaso tu te casarás con ella? No.

Alek respiró hondo y encendió la TV.

— Marco... yo no creo que mi familia pueda siquiera pagar una parte de lo que tienes pensado... — admití en voz baja.

— Creí que tu padre y tu tío si tenían dinero. — comentó con algo de confusión.

— Sabes que no tengo contacto con mi padre y jamás en mi vida le pediría a mi tío que pague parte de la boda. — aseguré, rodé mis ojos y negué. — Baja el presupuesto.

— Oigan, hemos hecho pasta, la comida está lista. — Leah asomó su cabeza y sonrió.— ¿Vienen?...

Los tres soltamos un suspiro y nos pusimos de pie, al sentarnos en la mesa ninguno emitió sonidos.

— Creo que está delicioso. — Ben limpió sus labios con salsa y sonrió. — ¿Y bien... que tal está?

— Delicioso. — respondió Alek.

— Está bueno. — Marco se limitó a responder sin siquiera levantar su cabeza del plato.

— Esta realmente delicioso, gracias por cocinar. — murmuré apretando mi tenedor entre mis dedos.

— Deberíamos de tomar una foto del momento. — Leah tomó su cámara y sonrió.

Acomodé al bebé en mis brazos y traté de seguir comiendo hasta que ella se acomodó de forma que todos saliéramos en la foto.

— Leah... — el tono de advertencia de Marco la hizo rodar sus ojos.

— Sonrían, sino saldrán mal y la foto no la voy a borrar. — ordenó con su usual tono dulce de voz.

Todos sonreímos lo mejor que se podía y tomó la foto, el flash nos indicó que ya había sucedido.

— Realmente parecemos una hermosa familia. — susurró ella.

Marco rió y la observó.

— No lo creo, Alek no es nadie aquí, ese bebé no es mi hijo, y Ben no tiene relación amorosa con nadie en esta mesa. — aseguró encogiendo sus hombros. — No veo donde está el ambiente familiar.

Nadie dijo nada, por al menos unos segundos todo fue silencioso.

— Creo que debería irme ya. — Ben se puso de pie dejando un beso en la cabeza de Leah y me sonrió. — Atlanta, Alek, nos vemos otro día...

— Deja que te acompaño. — Leah lo siguió y tiró del brazo de Alek para que hiciera lo mismo.

Alek a regañadientes así lo hizo, tomó al bebé y la siguió caminando detrás suyo.

Esperé a que ambos salieran de la casa para luego, ponerme de pie y caminar hacía la sala sintiendo como él caminaba detrás.

— Si pudieras al menos cuidar de él durante una tarde lo entenderías. — susurré molesta luego de que Leah se llevara al pequeño.

— No, Atlanta. — Marco me obligó a callarme y tensó su mandíbula. — ¿No eres consiente de que ese niño es un jodido problema para todos nosotros?

— Es solo un bebé. — respiré hondo y cerré mis ojos negando.

— Todo está en juego por tu maldita culpa, no podemos robarnos a un niño. — gritó lanzando los papeles que había en la pequeña mesa. — Joder, no eres capaz de entenderlo.

— No lo hemos robado, le salvé la vida a ese bebé, habría muerto si yo no lo tomaba. — aseguré, sentía mis manos temblar con cada grito que él me daba. — Esa persona, lo dejó ahí, no puedo llevarlo a un hospital sin que nadie pregunte donde lo he encontrado...

— Eres una jodida niña, no puedes cuidar de un bebé. — volvió a gritar y pateó el sofá. — ¡No puedes ignorar las decisiones de los demás y solo hacer las cosas impulsivamente!

— ¿Por que si crees que soy una niña me pides que me comprometa contigo? — grité más alto.

— No es el caso, ese no es el maldito problema que estamos intentando resolver. — me recordó con su ceño fruncido.

— ¡Está bien! Pero la situación es lo mismo, no he actuado impulsivamente.. — intenté acercarme pero se alejó. — Tú hermana también piensa igual, ¿en serio crees que ambas estamos tan equivocadas al cuidar de un pequeño bebé que no tiene a nadie?

— Vas a encargarte de eso tu misma. — aseguró.— Le dirás a Leah que no van a cuidar de ese niño, le pedirás disculpas y lo dejarán en el hospital como debieron hacer antes.

— No, no lo haré. — intenté sonar firme, y al parecer eso lo molestó aún más.— Lo entenderías si me escucharas en vez de gritar como un maldito loco.

— Es que no te entiendo, juro que no entiendo. — susurró por lo bajo.— ¿Es que no se te ha ocurrido que tal vez el niño tendrá mejor vida con alguien que no tenga todos los problemas que cargamos?

— Al menos voy a intentarlo, y si no quieres ayudarme, no lo hagas. — me acerqué y sin dudarlo, por esta vez fui firme. — Lo haré sola si hace falta, tú estás tan acostumbrado a que todo sea perfecto y como tú lo quieres que olvidas que los demás somos personas capaces de hacer cosas por nosotros mismos.

— Gracias a esa auto exigencia es que trabajo en un jodido estudio de arquitectura. — me recordó, frunció su ceño y negó. — Atlanta, tú ni siquiera has empezado la universidad.

Aquello era cierto, era mayor que yo, y por eso estaba pidiendo su ayuda pero no parecía entenderlo.

— Por eso mismo es que estoy pidiendo tu ayuda, tú tienes algo que yo no, por eso quiero que ambos cuidemos de él. — susurré sintiendo un vacío en mi estomago. — ¿Tan difícil es que tan solo tengas un poco de empatía por ese bebé?

— Te recuerdo que acabaste en el hospital por salvarlo, te recuerdo que Leah casi hace que nos maten por gritar como loca en la carretera... — se mantuvo en silencio mirándome y negó.— Y por sobre todo eso, te recuerdo que no quiero hacerme cargo de un problema, porque eso es ese niño. No sabemos de donde salió, ni siquiera sabemos si lo usarán en nuestra contra más adelante.

— Lo diré una última vez, Marco. — me crucé de brazos y traté de sonreír.— Ese niño, se queda.

— Estás loca... — susurró asombrado.— Realmente perdiste la razón.

— Prefiero morir antes que abandonar a ese pequeño a la suerte, no lo haré. — caminé dispuesta a salir a buscar a Leah y me detuve a medio camino. — Creí que eras más que un futuro arquitecto brillante, creí que eras más que eso.

— Lo que digo es lo más lógico, incluso Alek estaba de acuerdo antes de que tú y Leah le convencieran de lo contrario. — su justificación me molestaba. — Estoy siendo el único que usa la razón y no los sentimientos porque eso necesitamos ahora, joder entiéndelo...

Sentí el nudo en mi garganta crecer más y más mientras las palabras de Marco seguían.

— Es más, cuídale una semana sin ayuda de nadie, tú solita. — ordenó sonriendo.— Y verás como vendrás a pedir disculpas.

— ¡Está bien! — grité en el momento en que sentí que explotaría. — Joder, está bien, ¿si? — cerré mis ojos con fuerza y negué.— Lo haré bien, lo haré todo bien.

— No lo estás, sino no estarías pidiendo que nos quedemos con ese bebé... — aseguró, trató de acercarse pero me alejé.

— Trabajo como camarera toda la maldita semana, aún tengo problemas para mantener el maldito departamento en el que vivo porque no puedo pedirle a mi madre un dinero que no tiene. — le recordé cuando intentó acercarse nuevamente. Mi labio inferior tembló y respiré hondo. — Carajo, yo... tengo las constantes amenazas de un sociópata que no se detiene, todos los malditos problemas crecen más y más...

— Atlanta, yo... — intentó disculparse por el tono en su voz.— Con eso me estás dando la razón...

— Estoy constantemente agotada, tengo miedo cada vez que el maldito teléfono suena, no puedo más. — susurré por lo bajo.— Pero... ese niño, yo no podré vivir sabiendo que lo abandoné.

— Lo sé, lo siento... — intentó disculparse pero me negué a oírlo.

— No, no necesito una maldita disculpa. — aseguré empujando su cuerpo. — ¡Necesito que por favor tengas un poco empatía, solo un poco!

— Yo necesito que comprendas que no es una buena idea. — susurró por lo bajo.

Iba a decir algo al respecto pero la puerta principal se abrió, Leah y Alek entraron con el pequeño en brazos, respiré hondo y negué.

-— Lamento que interrumpamos... Pero se escuchaban desde afuera los gritos. — Leah observó a su hermano y una mueca apareció en sus labios. — Creo que... no deberían pelear otra vez, siempre pelean...

— Sé que no están felices con este bebé. — aseguré viendo a Alek. — Yo tampoco estoy emocionada por esto, pero lamentablemente, o hacemos esto juntos, o lo haré sola.

Marco tensó su mandíbula suavemente.

— Puedo ayudarte con él. — Alek sostenía al niño en brazos mientras nos observaba. — Puedo quedarme con él esta noche, o ayudarte en tu casa junto a Leah.

— Si, podríamos ir y todo estará bien. Aquí todo se calmará y... — ella no pudo terminar de hablar ya que Marco intervino.

— Esto es una mala idea y mientras más se aferran a negarse a dejar a ese niño, más problemas tendremos. — aseguró negando con su cabeza. Observó a Alek y suspiró. — Tú sabes que esto no está bien, no puedes apoyarlas con esto.

— Tal vez tienes razón, pero no sabemos de donde viene, tampoco sabemos que sucedería si lo intentamos regresar. — se encogió de hombros y suspiró.— Y honestamente no me veo capaz de dejarlo en una caja frente a una puerta sin saber que le pasará.

— Tienes razón en algo. — Leah observó a su hermano y suspiró.— Hace un momento dije que éramos como una familia feliz, pero no, es una farsa, es como fingir ante una cámara, vivimos fingiendo. — confesó viéndonos a todos. — Pero no fingiré que este bebé está bajo nuestra responsabilidad, le guste a quien le guste, va a quedarse.

— Me iré con el niño a casa, pueden venir si quieren. — murmuré quitándoselo a Alek y lo cubrí con su manta para luego observar a Leah.

— Iremos. — Alek tomó su chaqueta y las llaves de su coche.

— Es una locura... — Marco se sentó en el sofá y restregó sus manos en su rostro. — Estamos jodidos.

Pensé en despedirme de él, pero no podía, no ahora luego de aquella discusión.

Sin decir nada salí de la casa y caminé hasta el coche, Alek no se tardó en abrirme la puerta del coche y me senté en la parte trasera, Leah y él se sentaron en los asientos de adelante y el coche se encendió.

— ¿Crees que debamos comprarle mas ropa? — murmuró Leah viendo algunas bolsas que había en el asiento trasero.

— Por estos días eso le alcanzará, tal vez mañana debamos comprar más, es un niño y ensuciará su ropa muchas veces. — murmuró él.

— Puedo usar parte de mi salario, puedo comprarle algo yo. — aseguré, no quería que cargaran con todo.

— No, el niño tendrá todo, ustedes deberán encargarse de las cosas que yo no podré hacer. — comentó viéndome por el espejo retrovisor. — Trabajo, está claro que no podré cuidarlo demasiado esas horas, Leah y tú deben cuidarlo en ese tiempo, puedo encargarme de él en lo que es ropa y comida, ustedes no deben preocuparse por eso.

— ¿Como repartiremos el tiempo de cuidado? — cuestionó Leah.

— Pues, los fines de semana puedo tenerlo. — se encogió de hombros viéndonos a ambas y suspiró. — Los días de semana podemos turnarnos, son siete días por lo que habrá dos para cada uno de nosotros y un día en el que podemos hacerlo juntos.

Al oír el plan de Alek, asentimos lentamente.

— Por el momento podemos hacerlo juntos, hasta acostumbrar la rutina al niño, y por favor, decidan un nombre porque no puedo seguir llamándolo niño. — alzó sus cejas y sonrió. — Alguien sospechará si oye que nos referimos a él como niño y no por un nombre especifico.

Leah y yo nos observamos, asentimos nuevamente y él siguió nuevamente con su vista en el camino.

El resto del viaje hasta mi departamento fue silencioso, apenas hablábamos lo justo y necesario, todos estábamos tensos. Todos sabíamos que Marco tenía buenos argumentos y nadie estaba cuestionándolos, pero era un bebé y no podíamos pensar en él como si de una bolsa de comida se tratara.

Mentiras Peligrosas. Where stories live. Discover now