Epílogo

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San Petersburgo, Rusia.

12 de julio, 2014.

Narrador omnisciente.

Con el cielo iluminado como si de un atardecer se tratase, las calles de San Petersburgo eran transitadas, pero con menos transeúntes que en el día siendo esta una de las características de las noches blancas, fenómeno que también ocurre en países como Noruega y Finlandia, entre otras regiones polares.

Siendo la época favorita del año de Vanya por la alegría que se sentía en el ambiente, una época llena de recuerdos de su infancia, de su difunto hermano.

Tomada de la mano con su pareja se dedicaba a enseñarle sus lugares favoritos como en la mañana del día anterior cuando cruzaron en kayak por los canales pasando por los puentes de la ciudad, esto les permitía apreciar los monumentos que llenaban el lugar, habían madrugado para poder vivir la experiencia, luego de ello pagaron un recorrido por ciertos tejados donde se puede tomar fotos más panorámicas, una actividad que iba en ascenso.

Newt quedó fascinado y embriagado con lo increíblemente iluminado que lucía el lugar a pesar de ser media noche, también le maravillaba ese brillo en los ojos de su novia. Cuando Vanya tocó su puerta hace unas semanas diciendo estar preparada para amarlo sin dudas, la vida volvió a tener colores para él.

Lo que comenzó como una simple amistad se transformó en llamaradas de un sentimiento que sobrepasó distancias y venció inseguridades, porque amar también significaba aceptar que el otro necesita espacio, que el otro necesita sanar y lo único que puedes hacer es creer en su proceso.

Después de meses en terapia, la salud mental de Vanya había mejorado, su vida en general había mejorado. Aquella adolescente que lloraba por todo y se aislaba, se había convertido en una mujer que afronta las situaciones con la frente en alto y no se permitía caer tan fácil. No todos los días eran bueno, pero al menos no todos eran malos. Ella sabía que todo era parte de un largo proceso.

Newt también enfrentaba sus miedos, permitiéndose cometer errores como todo humano, botando en un rincón lejano esa inseguridad de no agradarle a alguien o no poder llenar las expectativas de alguien más. Ambos eran algo más libre que hace un año.

─Vamos, camina rápido ─le pidió Vanya a Newt mientras lo conducía a la plaza del palacio de invierno de los antiguos zares rusos lugar el cual fue testigo de grandes acontecimientos históricos. La estructura de imponente grandeza se alzaba frente a ellos, un estilo barroco ruso que es uno de los cinco edificios que forman el Hermitage, al frente del palacio se halla el edificio del Estado Mayor.

Varías personas se reúnen cerca de la gran columna de Alejandro, un monumento construido en honor al emperador Alejandro I, esta se extiende hasta alcanzar una altura de cuarenta y siete metros y medio. Los presentes bailaban al son de las canciones rusas tradicionales, la rubia daba pequeños saltitos emocionada, un viejo hábito que aún no se le quitaba por más infantil que eso la hiciera ver, su novio a su lado apreciaba el ritmo de las canciones queriendo entender lo que decían. Con pocas semanas aprendiendo ruso, el chico solo había aprendido a saludar y despedirse en ruso, pequeñas palabras que le tomaron días pronunciar de manera correcta.

Vanya lo animaba a unirse a ella cuando entró al círculo de gente y baila, ella luce alegre, eso se notaba al verla bailar cosa que no solía hacer a menos que llevase unos tragos encima, lo cual no es el caso en este momento. Su chico le aplaudía al igual que la multitud, ella movía con agilidad sus pies en una danza que ni el tiempo pudo borrar de su mente, bailó con gracia y una gran sonrisa se dibujó en su rostro. Newt se limitó a verla maravillado con la alegría que irradió, él amaba cada una de sus facetas, pero verla llena de tanta felicidad era su favorita.

Si no es suficiente, déjame ir (#1) COMPLETAWhere stories live. Discover now