Tyler: 11 años

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El pequeño niño balancea sus pies adelante y atrás y los mira colgar graciosamente desde la silla. Sabe que tiene que prestar atención a las preguntas del señor de azul, su madre se lo ha dicho con tanta insistencia que le duele la cabeza, pero lleva ya mucho rato y tiene hambre y ganas de dormir.

El hombre es amable, le recuerda a su profesor de biología, que también le hace muchas preguntas y cuando las responde le sonríe y le dice que ha hecho un buen trabajo. Incluso si la respuesta es incorrecta. Claro que su profesor de biología es un hombrecillo pequeño y calvo, siempre vistiendo suéteres de lana verde o amarillo chillón y le recuerda a los tipos graciosos de los dibujos animados. El hombre de ahora... no le conoce de nada y aunque tiene una voz tranquilizadora no le gustan sus manos grandes ni la cara llena de arrugas de expresión. Su madre le dice siempre que está mal cuando lo dice, pero él opina que las personas con muchas arrugas parecen monstruos.

El señor de azul es un monstruo amable al menos. Aun así, prefiere las preguntas de biología, le cuesta más responderlas que las preguntas sobre su padre, pero no le hacen tener una sensación rara en el estómago. Cada vez que el hombre de azul dice el nombre de su padre él siente como si se tragase una piedra muy muy pesada y realmente quiere irse corriendo de la mesa, pero su madre está ahí y posiblemente le regañaría de hacer eso.

—Ya está listo —dice ella con mucha amabilidad, yendo del mármol de la encimera hasta la mesa con una pequeña taza humeante. —, espero que le guste, agente. No somos muy de café en esta casa, no estoy acostumbrada prepararlo. —su voz suena dulce, quizá demasiado baja, como cuando uno habla a un animalillo asustado. Luego ríe nerviosamente unos segundos y le brillan los ojos con lágrimas.

—Está perfecto —dice él un segundo después de dar un sorbo.

Tyler arruga su nariz. El café huele desagradable y ahora cuando el señor grandote le pregunta cosas sus palabras vienen acompañadas de ese terrible olor. No entiende por qué los hombres que entran en su casa tienen mal aliento después de beber, empezando por el de su padre. El profesor de biología no apesta después de tomar buchitos de agua.

El tipo le pregunta un par de cosas más. Tyler ni las escucha y responde arrastrando las palabras en un largo y cansado <<No sé>>. Tampoco está mintiendo, sabe la respuesta, pero no sabe qué debe responder. Su madre lo mira preocupada, retorciendo una punta de su delantal entre los dedos y el hombre solo niega y suspira.

—Creo que el muchacho ya está demasiado cansado —dice comprensivamente, dirigiéndose hacia su madre.

—Disculpe, hemos pasado una muy mala noche. Bueno, unas cuantas... —dice ella entre suspiros, llevándose una mano a la cara. El hombre la mira comprensivo, apretando los labios en una fina línea que desaparece tras el bigote.

Tyler asiente. Está cansado de responder cosas sobre los lugares a los que a su padre le gusta ir, las veces que dijo que se iría para no volver, las botellas que dejaban en el pasillo y las personas que odiaban a su papá. Él no sabe esas cosas. O las sabe y prefiere olvidarlas, además ¿De qué podría servir esa información? Un policía no puede obligarlo a volver ¿Verdad? Tyler está confundido, su cabeza gira y gira y quiere dejar de pensar en su papá. Siempre anda teniendo que preocuparse por su culpa, incluso cuando por fin ha desaparecido.

<<Desaparecido>>

La palabra le hiela los huesos. La ha oído tantas veces hoy que pensó que dejaría de tener sentido, pero no, le ha dado escalofríos cada vez. Se siente un poco culpable, él siempre quiso que su padre se esfumase, pero ahora no se siente como si hubiese desaparecido, sino como si le hubiese...

<<Abandonado>>

Su madre y el agente parlotean un poco y el chico no se da cuenta de que el hombre se ha levantado de la mesa hasta que le pone una mano en el hombro. Se sobresalta, odia su tacto grande y áspero, tiene callos en los dedos, no como las manos de su madre, siempre tan suaves, siempre tan agradables. Incluso cuando tiene tiritas en los dedos ella le acaricia la cara y se siente bien. Solo las manos de su madre logran eso.

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