Recuerdos de Ángel: 7

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—¿Y con esto que hago?

Tyler me quita el lápiz de la mano y lo mueve sobre el papel. Él dice que hace matemáticas, pero a mí eso me parece brujería ¿De dónde salen todos esos números y soluciones? De verdad que moriré sin comprenderlo.

—Ves, pones la X aquí y pasas esto al otro lado con el signo cambiado.

Frunzo un poco el ceño, incapaz de entenderlo por mucho que la punta del lápiz señala la dichosa X. ¿Qué pinta una letra en matemáticas? Quizá lo sabría si los niños de delante de mí no se hubiesen pasado la clase entera hablando.

—¿Sucede algo? Pareces preocupado.

Doy un pequeño salto en mi silla cuando la voz de Tyler interrumpe mi pequeña queja mental. Hago un mohín y luego suspiro.

—Es que no he podido escuchar a la profesora hoy. Los niños de delante no se callaban y ahora encima no paro de pensar en lo que decían.

Tyler alza una ceja y deja el lápiz sobre la hoja, volteando un poco su silla hacia mí.

—¿Y qué decían esos niños? —pregunta, apoyando su mejilla en sus nudillos y mirándome con interés.

Yo me pongo un poco rojo, rara vez alguien me pregunta o me pida que siga hablando. Sonrío un poco, disfrutando de la sensación de cosquillitas que noto en el vientre cuando mi bonito niñero es atento.

—Hablaban de besos —digo, un poco enfurruñado. Más o menos sé como funcionan, pero no del todo, es decir, sé cuándo se dan: en los momentos exactos de las películas en que mis padres me ponen las manos frente a los ojos —y luego han dicho que iban a besar a sus novias a la salida, pero yo creo que lo han hecho mal. Las lenguas parecían gusanos, era gracioso, y en las películas los besos son como... no sé, bonitos, no graciosos.

—¿Nunca has dado uno?

La pregunta me sorprende demasiado. Claro que no, pienso con obviedad, pero luego recuerdo que mis compañeros de clase ya lo han hecho. Seguro que casi todos.

De repente me siento muy avergonzado, así que pongo mis manos entre mis piernas y niego mirando al suelo. Seguro que Tyler se ríe de mí, él es mucho más mayor, debe haber dado ya tantísimos besos que me hace quedar a mí ridículo en comparación...

—¿Quieres que nos demos uno?

—¿Qué?

Mi corazón se acelera, retumbando tan fuerte que los segundos en silencio parecen más bien ruidosos.

Parpadeo un par de veces, volviendo lentamente sobre la pregunta, asegurándome de que la he entendido bien. Mientras, Tyler me mira calmado, todavía apoyado con calma sobre sus nudillos y mirándome directo a los ojos. Bajo más los míos.

—¿P-por qué íbamos a hacer eso? —pregunto, notando una sensación rara en mi estómago y mucho calor en mis mejillas y orejas ¿Tendré fiebre?

—¿Por qué no? ¿Hay algún problema con eso?

Tonto. Tonto. Tonto. Soy tan tonto que no sé ni responder a esa pregunta. No sé sobre besos, no sé cómo se dan o se reciben o se ¿Intercambian? No sé cuándo están bien o mal, no sé nada. Me pongo más rojo aún, mi corazón sube hasta mi garganta y tartamudeo al responder:

—N-no lo sé ¿Está bien? Suena raro...

—Los besos son para gente que se quiere —explica Tyler con normalidad y me siento un poco más tranquilo, porque no va a burlarse de mí, va a enseñarme, como con las bobas matemáticas. Solo espero que los besos sean más sencillos que las ecuaciones —¿Tú me quieres?

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