Capítulo 42

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Casi me quedo dormido. Ángel ha dicho antes que no quiere que se nos haga tarde para nuestra cita, pero ya lleva dos horas rebuscando en el armario. Parece un adolescente inexperto, histérico por no saber qué ropa impresionará más a la persona que le gusta ¿Quién diría que él la ha secuestrado y encerrado? Es hasta gracioso. Hoy estoy risueño al parecer.

Se ha vestido y desvestido tantas veces que he perdido la cuenta, maldiciendo por lo bajo porque dice que la ropa le queda demasiado justa o demasiado holgada, que no sé qué jersey es demasiado soso y no sé cuántos pantalones demasiado llamativos.

He dejado de prestarle atención a su pataleta a los veinte minutos, ahora solo miro el techo blanco. Los rayos de sol entran por la ventana y al filtrarse entre las hojas de los árboles proyectan patrones de luz y color que me parecen bonitos. La casa es realmente bonita, el bosque también y Ángel sin duda es atractivo. Lo pensé desde que lo conocí, lo que no imaginé es que acabaríamos en esta fea situación.

Sin embargo, si no pienso mucho en lo que me ha hecho y me centro en el ahora somos eso: una linda pareja preparándose para una cita en la naturaleza. Respiro despacio, como si tuviese todo el tiempo del mundo, y cierro los ojos.

—¡Por fin! —la exclamación de Ángel me alerta, haciendo que me levante de la cama como un resorte.

Tan pronto lo hago una mano me revuelve el pelo, posiblemente hecho un gran matojo oscuro de tanto estar pegado a las sábanas.

—¿Qué te quieres poner tú? —me pregunta colocando sus manos en jarra en las caderas.

Me fijo en su atuendo y bien podría decir que Ángel me ha roto un hueso más: mi mandíbula está en el suelo.

—¿Ty? —pero su voz rebota contra un vacío.

Realmente no ha perdido el tiempo. Viste una camisa de tirantes negra, de un material delgado y angosto que se abraza a su cuerpo revelando los relieves de sus abdominales y acentuando que pese a que su cintura es estrecha su espalda y hombros parecen son realmente amplios. Con los tirantes puedo ver perfectamente sus brazos grandes, los músculos sin flexionar son enormes y proyectan grandes sombras cuando les da la luz, acentuando más sus volúmenes. También puedo ver mejor su cuello, ancho, marcado, con la nuez estremeciéndose cuando mi mirada intensa le pone nervioso. Los dorsales se le ven desde aquí y sus clavículas enmarcan pectorales que hacen que la camisa esté un poco tirante y forme pequeñas arrugas.

Ángel lleva la camisa metida por debajo de los pantalones, unos cargo color pino con varios bolsillos anchos un poco por encima de las rodillas y con un par de cadenas a los lados, colgando sobre la tela holgada. Los pantalones combinan perfectamente con el oscuro color de la otra prenda y al ser de tela fina y suelta no revelan sus piernas pegándose a ellas, pero dejan saber que son grandes y fuertes. Posiblemente piernas que permitirían a Ángel correr y saltar hábilmente por el bosque, atrapándome en un segundo si yo tuviese la mala idea de salir corriendo de su lado. Puedo imaginarlo de forma demasiado vívida, su mano en mi cuello y mi aliento acelerado. Su cuerpo grande, increíble, con una respiración pausada y, como mucho, alguna que otra gota de sudor recorriendo las clavículas del hombre para perderse en la apertura de la camisa de tirantes. Su mirada dura, un verde feroz, como lo es el verde del bosque: parece tranquilo por su calma, pero es mortal por su basta, selvática, salvaje extensión.

Y para rematar el atuendo unas botas de montaña. Esas botas de montaña.

—Dejabas pisadas en la puerta de mi casa —digo, ocultando una risilla entre irónica y nerviosa.

El niñero (Yaoi) [EN AMAZON] #PGP2022Where stories live. Discover now