Capítulo 53

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Él me besa la nuca y pega su pecho a mi espalda, cubriéndola de sobras. Jadea en mi oído cuando simula otra embestida; su duro pene presiona un poco contra mi entrada y solo de pensar en él invadiéndome de una cruel estocada me mareo. Él es tan grande y tan fuerte... Me deshago en sollozos entre sus manos y entonces una de ellas se cuela entre mi pecho y el colchón. Me acaricia, sube despacio y firmes dedos envuelven mi cuello. Tomo aire de golpe, por la sorpresa, pero entonces noto que no aprieta: él simplemente está sosteniendo mi garganta con delicadeza, manteniendo mi nuca disponible para sus besos y mi pulso bajos sus dedos. Respiro entrecortado, apenas pudiendo resistir entre sus arremetidas suaves, pero firmes, y la manera en que sus labios y lengua me rozan la nuca.

—Ángel... —murmuro una vez más, desesperado sin saber bien por qué.

Él da un leve mordisco en mi nuca, pinza la piel con los dientes un segundo fugaz, pero el dolor arde ahí un poco después.

—Hm ¿Qué sucede, mi Tyler? —tiemblo por la forma en que me ha llamado, por el énfasis en el , tan ronco como un ronroneo que me cosquillea en toda la piel.

—Y-yo, lo siento, siento hab-

—Shh —sisea largamente en mi oído, haciéndome jadear de nuevo. Sus caderas empujan duro, sobresaltándome. Doy un hipido y luego noto como su dura erección no se retira, sino que su cuerpo mantiene la posición, presionando contra mi virginidad. Dejo caer mi cabeza hacia delante y su mano me sostiene por el cuello, empezando a acariciar con el pulgar. —, tienes mucho tiempo de disculparte y compensarlo ¿No es así? Desde el día de hoy... —la presión se aleja cuando deja morir las palabras en su boca. Yo doy un respiro, por fin tranquilo, pero entonces embiste tan fuerte que de no ser por la mano en mi cuello habría salido proyectado hacia delante. —hasta el jodido día en que te mueras —yo asiento, lloriqueando y haciendo ruidos como un pobre gatito. Ángel se inclina, me lame las lágrimas del rostro y dice: —¿Sabes por qué? Dime el por qué.

—Porque soy tuyo —exhalo sin fuerzas, sintiendo todo mi cuerpo tenso, sensible, a punto de resquebrajarse.

Ángel se aleja un poco de mí y noto el frío arañarme la piel, pero también la calma. Logro respirar un poco mientras que lo único que siento con sus piernas entre las mías. Luego sus manos me agarran los costados y bajan despacio hasta que se topan con el elástico de mi ropa interior.

—Así es —apremia roncamente. —, eres mío, cada trocito de ti, cada pequeño sonido, cada uno de tus deditos, de tus pestañas, cada cosa en ti es mía. —Sus manos se aprietan, masajeando un poco la tierna carne de mis caderas y torturando el hueso también. Luego sus manos se saltan la zona cubierta por la tela y agarran mis piernas.

Los dedos de cada una de sus manos son suficientemente grandes para rodear por completo mis femorales y apretarlos. La tierna carne se hunde ante la presión de su agarre. Sus manos se relajan y suben, sus pulgares deslizándose hacia la cara interna de mis muslos y luego a mis ingles, colándose furtivamente bajo la ropa interior.

Noto como tiene sus fuertes dedos bajo el pliegue de mis glúteos, apretando un poco, masajeando después y luego solo reposando. Yo no respiro en todo el rato, no soy capaz de nada más que sentir su toque y el calor que se extiende por todo mi cuerpo como un incendio.

Sus pulgares entonces se mueven, separando levemente los cachetes de mi culo para revelar mi intimidad, estirando la rosada y sensible piel del lugar. La tela está ya solo de adorno, sé que sus manos han apartado suficiente el slip para que pueda ver toda mi vergüenza expuesta a través de uno de los agujeros para las piernas.

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