Capítulo 63

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Mierda, mierda, mierda ¿Acaso no pasé ya hace mucho tiempo la etapa de ser un adolescente calenturiento? Aprieto mis piernas con incomodidad mientras veo como el camino de tierra se termina y la casa de Ángel aparece.

Necesito un poco más de tiempo para disimular esto, pero... pero no parece que vaya a irse. La mano de Ángel aprieta un poco mi muslo, empeorando la situación: el calor de todo mi cuerpo sale disparado hacia mi entrepierna, haciendo que el notorio bulto endurezca aún más.

Luzco tan patético teniendo una erección solo por un par de halagos y una mano en mi pierna. No puedo dejar que Ángel me vea así.

Cuando entramos en el garaje siento que me congelo. Miro hacia abajo con los labios apretados y el rostro pálido: su mano está tan... tan cerca. Y mi excitación se alza sin un poco de disimulo. Maldita sea.

—Estás temblando —dice Ángel un poco por encima del ronroneo del motor. —¿sucede algo?

Se inclina hacia mí y gracias a Dios no mira hacia mi entrepierna, sino que se enfoca en mi rostro sudoroso y mis ojos apenas abiertos. Veo su ceño fruncirse con preocupación y su mano me aprieta más el muslo. Joder.

—Uhm, t-tengo frío —miento, acurrucándome más en mi asiento y juntando las piernas con la esperanza de cubrir lo que se erige entre ellas. —¿Podemos quedarnos un poco más en el coche con la calefacción?

Ángel tuerce la boca y yo hago ojos de cachorrito porque necesito unos minutos para calmarme y solucionar este jodido asunto. Los necesito o si no explotaré de la vergüenza.

—Pero solo 5 minutos ¿Si? —dice, apuntándome con el dedo índice. Yo respiro totalmente aliviado y cierro los ojos, intentando pensar en cualquier cosa que no sea su voz o su mano ardiente casi tocándome la entrepierna— Ni un segundo más. —me alecciona, pero yo apenas estoy escuchando, solo me centro en bajar mi maldita calentura —Tener el coche parado y con el motor encendido en un garaje es muy peligroso. El motor expulsa monóxido de carbono y si se acumula mucho en un sitio cerrado como este la gente lo inhala, se duerme y muere intoxicada. Es una muerte muy boba, sería demasiado ridículo que te murieses así después de todo lo que he luchado por tenerte, así que si digo cinco minutos son cinco y ni uno más.

Por fortuna, la extraña charla de Ángel sobre los peligros de dejar el motor encendido en un garaje me viene bien y me ayuda a distraerme. Miro hacia abajo un poco más calmado y noto que mi excitación no es tan prominente ahora. Bien.

Aun así, me quedo en el coche con Ángel y él intenta aliviar mi malestar acariciándome la cabeza y besuqueándome las mejillas.

Al cabo de un rato mi pequeño cielo personal se rompe y Ángel se aleja de mí para apagar el motor.

—Cinco minutos —dice duramente. —, ahora sal.

Se acerca un poco a mí para desabrocharme el cinturón y luego rodea el coche y me abre la puerta. Yo, que tengo el cuerpo hecho de hormigueos y gotas de sudor, no sé si podré tenerme de pie, así que me levanto apoyándome en la maneta de la puerta. El recuerdo de cuando Ángel me jodió el tobillo cerrándola sobre él me punza y trato de evitarlo. No quiero pensar en esas cosas, no ahora.

—¿Mejor? —me pregunta, tomándome entre sus brazos al ver que estoy extrañamente soñoliento.

Me apoyo en su pecho y asiento con la cara pegada a la camiseta. Me gusta su aroma, querría tenerlo pegado a mí todo el tiempo.

—Bien, vamos a darnos un baño relajante ¿Si?

Oh.

Oh.

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