Recuerdos de Ángel: 4

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Termino mis últimos dibujos con prisa, metiendo el material en la mochila de golpe y colgándomela a la espalda mientras miro el reloj de la pared. Quedan solo dos minutos para que suene el timbre. Dos minutos para salir de la escuela. Dos minutos para ir a casa. A casa con Tyler.

Mi barriguita se siente divertida al pensarlo. Es como si hubiese pájaros felices en ella.

Llevo solo una semana con él, pero es fantástico. Es un chico tan amable y divertido, incluso me hace querer que los fines de semana se pasen más rápido para poder estar con él. No es que no ame pasar tiempo con mis padres, es que su tiempo parece fugaz, cálido y lleno de colores y el tiempo que paso con papá y mamá siempre es extraño. Intento hacer lo correcto, ganarme sus sonrisas, sus palabras bonitas y sus manos revolviendo el pelo; es un tiempo en que tengo que dar lo mejor de mí, esforzarme mucho mucho.

Con Tyler el tiempo es relajado y tranquilo, puedo dejar pasar las horas sin esfuerzo, sin tener que hacer nada impresionante. Puedo simplemente sentarme en el sofá y él no me recrimina nada, él viene conmigo, me habla, me hace reír, me ayuda a resolver ecuaciones que no entiendo. Y no pide nada a cambio, no pide que tenga las mejores notas o que no sea tan llorica, no pide que recoja hasta la última miga de la cocina. Y si hago algo mal nunca parece decepcionado, él me lo dice, me recuerda que no se hace así, y luego sonríe en vez de mirarme con ojos fríos, entrecerrados, martirizadores.

Con Tyler puedo ser yo mismo e igualmente soy... cuidado por él. Él me cuida, me cuida muchísimo y eso me hace tan feliz. No sabría si amigo es el nombre adecuado, quizá él es más como un hermano mayor, pero sea lo que sea, Tyler es mi querido niñero y no lo cambiaría por nadie.

—¡Hola! —digo tal cual salgo del ascensor, viendo a lo lejos sus mechones café. El pelo le llega por la barbilla solo, pero es voluminoso, así que muchas veces puedo verlo desde lejos, desordenado, incluso cuando parece que forma pequeñas antenas.

—Hola peque —me saluda con su voz suave. —Hoy vienes feliz ¿Ha pasado algo divertido en la escuela? —me pregunta animadamente mientras abro la puerta de casa me descalzo en la entrada.

Él me imita y cierra la puerta mientras yo pienso ¿Algo divertido? Ni de lejos, las clases son tan odiosas como siempre, pero me avergüenza decirle que simplemente estoy emocionado por verlo después de no haber podido saber de él el fin de semana.

—No sé, solo estoy de buen humor —me encojo de hombros y él no le da demasiada importancia.

Como ya es rutina, nos dirigimos a la cocina, donde hago los deberes en silencio mientras escucho el sonido rítmico del cuchillo sobre la tabla de cortar, picando frutas para mí. Él siempre escoge frutas de colores similares, las corta en cubitos y las pone en un bol con canela y un chorrito de miel y sabe a magia. Él dice que es una merienda normal y corriente, pero antes de conocerle a él yo solo comía los cereales que mis padres me compran; no es que estén malos, pero ver el cuenco de macedonia y saber que él lo ha preparado para mí hace que sienta mi pecho cálido. Nunca nadie me ha cocinado con cariño y eso hace que incluso sin la canela y la miel cualquier plato sepa dulce.

—Hoy tus padres dicen que no llegarán hasta la madrugada, así que me quedo a dormir. —explica mientras sigue a lo suyo, pero veo que sonríe un poco. Sonríe como cuando a mamá le dan el día libre ¡Tan feliz! Feliz de estar conmigo.

Yo levanto la cabeza de la hoja de deberes y me volteo a verlo con sorpresa.

—¡Oh, podemos hacer como una fiesta de pijamas! Mis compañeros de clase siempre las están haciendo y suenan divertidas, podríamos hacer palomitas y ver películas de terror.

Tyler ríe y niega, picoteando algún cubito de fruta.

—Que tierno... —murmura mirándome con la cabeza un poco torcida y su pelo blandito cayendo hacia un lado. —Pero primero tienes que acabar los deberes, señorito.

Yo asiento con energía, poniéndome a leer el enunciado nuevamente. Siempre me esfuerzo por hacer todo bien y hoy creo que lo haré aún más.

Él se sienta a mi lado en la mesa, dejando dos tazones con sus respectivos tenedores. Me asomo al mío: plátano, mango y manzana. Empiezo a comerlo con emoción, notando como la fruta jugosa me refresca y como él me mira con la cara apoyada en la palma, luciendo feliz por verme disfrutar de la comida.

Papá y mamá simplemente me dicen que coma todo y no ensucie. Incluso si les agradezco o les digo que está rico ellos solo me dicen que es comida precocinada, que no tiene ningún mérito y que no hable mientras como.

A alarga una mano hacia mi rostro y yo, con los ojos pegados en el papel de preguntas, veo sus dedos de soslayo. Tiene manos pequeñas para su edad y parecen tan suaves e inofensivas, pero me pone nervioso ver que se acerca. Por un segundo creo que me golpeará y solo puede ver los grandes nudillos de papá golpeando cosas cuando grita, quizá me empuja, como hacen las manos pequeñas de mis compañeros de clase, o me tira de la oreja para decirme que estoy molestando, como mamá hace, siempre pinchándome con sus uñas.

Pero Tyler me pellizca la mejilla y tira de ella de un lado a otro, suavemente.

—Pareces una ardillita —me dice con ternura, aprendo más mi cachete, y luego me lo suelta riéndose cuando me pongo rojo. —¿Vas bien con eso o necesitas ayuda?

—Oh, no. Este tema se me da bien, es solo que la profesora ha puesto muchos deberes, ella siempre lo hace, es la profesora que menos me gusta de todas. —bufo, mientras sigo escribiendo operaciones en la hoja. Tyler asiente comprensivamente, quedándose callado. —¿Tú no tienes algún profesor que odies? —pregunto de repente, sorprendiéndome incluso a mí mismo.

Un segundo después, puedo sentir el calor acumulándose en mis mejillas y orejas. Me avergüenza hablar primero, pero realmente quiero escuchar su voz, quiero hacerlo reír igual que él me hace a mí y preguntarle por su vida también.

A alza las cejas como si acabase hacer una extrañísima pregunta y siento una terrible necesidad de disculparme, pero entonces responde.

—Yo, yo no... —su tono suena inseguro, desvía la mirada y se muerde las mejillas por dentro, como hago yo cuando no quiero llorar. No sé qué he hecho, pero no quiero que se sienta así y no sé cómo solucionarlo. Soy una decepción, para mamá y papá y ahora para él, le he hecho sentir mal —Yo no voy a la escuela como tú, Ángel.

-Oh, claro, eres mayor, debes haber acabado la secundaria hace tiempo, perdón. No quería molestarte con la pregunta, lo siento, de verdad, soy un entrometido, hablo demasiado, yo...

Tyler me corta moviendo su mano suavemente frente a mí, pidiéndome con ese gesto de pausa que deje de hablar aceleradamente. Yo quiero decir mucho más, disculparme, hacerle saber que no quiero que se enfade conmigo, pero él me ha pedido que me detenga y no quiero ser molesto y darle dolores de cabeza, así que me muerdo el labio y guardo silencio.

Por primera vez mis ojos se aguan un poco, pero no lloro, porque al rato Tyler está haciendo chistes sobre que escribo el número cinco de una forma muy rara, así que río. Río hasta que me duele la barriga, pero no el pecho, y se siente muy bien.

Fin del cap ¿Qué os ha parecido?

¿Os gustan los flashbacks de cuando Ángel era un nene?

¿Qué os parece el personaje de Ángel bebé?

¿Qué pensáis de Tyler como niñero?

¿Cómo creéis que han podido torcerse tanto las cosas?

Gracias por leer <3 No olvides dejar tu estrellita y un besito para Tyler uwu

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