Capítulo 54

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Mi cabeza está en blanco, no en rojo, mientras su mano me firma, su boca empuja hasta que noto la garganta contrayéndose alrededor de la punta de mi polla y su nariz enterrada en los bellos almizclados de mi pubis, y... oh, su dedo largo y grueso y firme penetrándome una y otra vez, pulsando en mi interior y haciéndome sentir lleno y usado y jodidamente ardiendo por dentro, rozando zonas que no conozco. El anillo muscular dilatándose, ese dolor tan exquisito, el dolor de estar sacrificándote para que un hombre grande te tome y use, ese dolor que se mezcla con un extraño júbilo cuando notas que ha entrado el dedo hasta el nudillo y de repente te sientes orgulloso y solo quieres halagos y ser follado hasta llorar.

Oh, Dios, Ángel, Ángel, por favor, por favor... se mueve rápido, embistiendo mi hoyo mientras yo me aprieto a su alrededor, notando cada pequeña parte de su falange y como me acaricia por dentro; siento su dedo tocar zonas de mi cuerpo que jamás había sentido y entonces, como si fuese magia, pulsa algo en mí. Algo suave, delicioso, algo lleno de electricidad que me recorre entero y me vuelve los huesos gelatina. Algo que me hace gritar y empujar la cabeza de Ángel y querer el filo se entierre más hondo y mi piel esté llena de su nombre ensangrentado. Quiero ser suyo, solo suyo. Nada más.

Algo tan jodidamente genial. Me tenso, noto ese revoloteo extraño en el vientre bajo, el calor derramándose por mi pene, el flechazo de placer a punto de ser disparado y entonces, entonces...

—Buen chico. —Ángel se separa de mí. Su boca, su dedo, su cuchilla. Lloriqueo, reclamándolo cerca, suplicando porque verdaderamente necesito terminar de una vez por todas. Escucho un tintineo, ha lanzado la cuchilla por ahí y eso me alivia un poco.

Y entonces él me premia de una forma jodidamente hermosa: se quita su última pieza de ropa.

Un deseo animal crece en mí al ver su larga, venosa erección, ser liberada por fin. Ángel siempre me ha inspirado miedo, recuerdo aquella vez en la ducha de mi antigua casa, cuando su excitación me dio ganas de morir y ahora no queda nada de eso... el temor prevalece, pero también ansió a Ángel. La forma en que me sostiene, en la que me desea locamente, la forma en que si no es con él no me siento seguro en ningún lugar de este mundo.

Un escalofrío me recorre cuando él agarra su erección y se masturba un poco, observándome respirar pesadamente sobre la cama. Ángel tiene manos grandes y poderosas, aun así su pene luce intimidante entre ellas. Su cabeza enrojecida y brillante, el tronco ancho y recto, cubierto de deliciosa piel suave y venas que descollan de forma hermosa a lo largo de la impresionante longitud, que no hace más que ensancharse cuando llega a la base, ese pequeño bosque de cabellos claros y almizclados de donde cuelgan sus testículos, también grandes y pesados.

Quiero inclinarme y lamer, volver a servirlo de rodillas probando el sabor salado de su piel, desde la base hasta la punta que me cuesta rodear con mis labios y que hace que mi garganta se sienta como fuego cuando la golpea.

Ángel se lleva la mano a la boca después, lamiendo un par de dedos, y con su otra mano me agarra del tobillo derecho y se lo echa al hombro sin miramientos, abriéndome completamente para él. Yo jadeo cuando me doy cuenta de que va a entrar dentro de poco, su intimidante excitación profanando mi delgado cuerpo. Al ansia se le suma el nerviosismo y la certeza de que será doloroso. No puedo imaginarme como se sentirá ser abierto por Ángel si solo un dedo suyo me ha tenido antes rogando y a su merced.

Pero antes de tomarme él dirige sus dos dedos húmedos a mi entrada y pulsa. Su saliva hace que se deslicen fácilmente en mi interior, entrando hasta los nudillos con un firme y estable empuje, pero aun así noto un terrible ardor y es como si mi entrada se dividiese en dos. Me retuerzo bajo él, quejumbroso.

El niñero (Yaoi) [EN AMAZON] #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora