Capítulo 50

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Me acerco a la trampilla cauteloso, cuidado que mis pasos sean silenciosos, aunque dudo que pudiese oírlos de todos modos: la trampilla de madera se estremece cada vez que Ángel la aporrea. Da la sensación de que el suelo tiembla.

Cuando estoy delante me arrodillo, escuchando con atención ¿Hacía Ángel lo mismo cuando yo estaba encerrado y chillando? Quedarse cerca, escuchar como mi voz se iba apagando, pasando de la llameante ira o del vivaz miedo a una desesperación lánguida, sin apenas vida ¿Se quedaba ahí, aquí, mientras yo me sentía el ser más solo del mundo?

Pongo mi mano sobre la madera. Él no puede sentir mi presencia, pero yo siento la suya: cómo la trampilla se estremece, como cada vez que los nudillos impactan lo hacen con menos fuerza que la vez anterior, como su voz empieza a sonar más y más vulnerable.

—¡Tyler, por favor!

De la trampilla sale un chillido alto y largo. Lanza ese grito con la intención de atravesar el bosque entero, con la intención de que el grito me busque y me encuentre. Pero no sabe que no hace falta, que estoy aquí, que incluso si susurrase le habría oído. Y no lo sabe porque yo no quiero que lo sepa. Este poder es tan abrumador, tan asqueroso. El poder de tener a otro a tu total disposición, de enroscar entre tus dedos el fino hilo de su cordura. El sentimiento es agridulce.

Un sabor que Ángel debe conocer ya muy bien. Un sabor que mamá...

Una arcada me recorre.

Mamá. Esa palabra que antes traía calma ahora hace reaccionar a mi cuerpo como al veneno: quiero expulsarlo. Olvidarlo otra vez. Olvidarlo más, del todo. Quiero que el mundo entero la olvide, quiero...

—¡Tyler!

Él vuelve a gritar mi nombre; no, no lo grita esta vez, lo llora. Lo llora como lloraba yo de pequeño cuando mamá me decía que hiciese esto o aquello, cuando su cara de piedra se sentía tan desesperante como mi ausencia lo es para Ángel.

No quiero sentirme más como ella, no quiero siquiera pensar en ella. Ahora ella no está, no puede hacerme daño, no puede encontrarme. Solo somos yo... y Ángel.

—Ángel —digo, más como una constatación de mi presencia que como una llamada. Él se queda en silencio, pero escucho como emite un atragantado sonido de sorpresa —. Ángel, no me he ido.

Escucho algo, una especie de balbuceo corto y torpe, interrumpido. Luego silencio. Ángel no sabe qué decir.

—Abre la trampilla, Tyler, ábrela ahora mismo —se atreve a articular al final. Su tono intenta sonar como una orden, pero su voz áspera es también temblorosa.

En el fondo está suplicando.

—He cometido un error —le digo.

Mi voz tiembla también porque sé que incluso si Ángel tiene miedo ahora, si se siente indefenso y débil, soy yo realmente quien está a su merced: unos tablones de madera me separan de ser asesinado, pero solo tras ellos puedo encontrar un lugar seguro.

Ángel es mi lugar seguro. Es mi infierno, uno de ellos, no el peor... pero eso no importa porque es mi único cielo.

—Ha sido un error hacerte esto, Ángel. Fue un error robarte una cuchilla de afeitar, fue error esconderla y ha sido un horrible, horrible error usarla para tenderte una trampa. Me arrepiento mucho, me arrepiento tantísimo... Ni siquiera es algo que había planeado, ha surgido, ha sido un desliz, lo prometo, simplemente me puse tan nervioso cuando empezaste a tocarme la otra noche y cuando volviste al sótano a por mí pensé que... que me...

Rompo en llanto. Mis sollozos se encuentran con un silencio frío y cruel. De no ser porque yo estoy arriba, me preguntaría si Ángel sigue ahí. Me lo preguntaría con el mismo horror con el que solía preguntármelo cuando me encerraba y no tenía ni la más mínima certeza de que volvería.

Ahora, sin embargo, tengo el pequeño consuelo de que sé que me está escuchando, pero su silencio sigue dejándome lleno de dudas ¿Y si no me perdona? ¿Y si mi única opción es morir entre sus manos o lanzarme a las de mi madre? No, no quiero salir, no quiero volver a ese horrible mundo lleno de malas compañías o absoluta soledad, quiero revertir el tiempo y haber dejado esa puta cuchilla con las demás. Quiero que todo siga bien con Ángel, quiero volver a estar en sus brazos respirando su aroma, quiero volver a acariciarle el pelo, a dormir en su cama a tener una bendita amnesia que al menos dejaba que mis pocos recuerdos no estuviesen manchados por el horrible pecado de mi madre.

Asesina. No por lo que le hizo a mi padre, sino por lo que me hizo a mí. Por qué mató mi inocencia, mi alegría, mi más diminuta esperanza de ser feliz.

Ladrona. Por haberme robado a mi padre, incluso si era uno malo, y haberme robado la posibilidad de vivir tranquilo una vez él se fue.

Mentirosa. Por haberme dicho que si un amor no deja marcas es bueno. Por haberme hecho creer que solo los golpes podían desgarrar y solo los besos curar. Por haberme dicho que sus caricias no eran violencia.

Lloro sin poder detenerme, clavando mis uñas en la madera. La quiero fuera de mi camino, quiero volver a Ángel, que me tome, que me mime, que me ame.

Es la única persona cuyo amor se siente un poquito bien.

Pero sé que no tiene amor para mí. No esta noche. No después de lo que he hecho.

Sé que si quiero algo, debo ganármelo.

—Ángel —le llamo de nuevo, mi voz más suave que antes. Hablo lento, sorbo las palabras entre sollozos. —abriré... abriré la trampilla. Por favor, no me mates por haberte traicionado, por favor, dame una oportunidad de disculparme, de compensarte. Por favor.

—Abre. —su voz ha recobrado el poder de golpe. Tan firme, tan tranquila. Ahora sabe que me tiene en la palma de su mano, sabe que incluso si yo tengo la llave, él tiene el poder.

El poder de perdonarme o condenarme. Siempre ha tenido el poder para matarme, pero ahora lo tiene para romperme entero. Más allá de mi piel, de mis huesos. Puede romperme el corazón.

Pongo la llave en la cerradura y puedo escucharlo tomando aire ante el pequeño ruido metálico. Su respiración es agitada, puedo imaginarme su pecho subiendo y bajando, los ojos desorbitados, las manos agarrotadas. Se lanzará a por mí.

—Quiero demostrarte que estoy arrepentido, Ángel, que soy tuyo. Por favor...

La llave gira un poco y la madera tiembla: ha intentado empujar la trampilla. Demasiado pronto.

—Por favor... déjame intentarlo y después, si no estás satisfecho, si no me perdonas, haz lo que quieras conmigo en compensación.

Giro un poco más la llave, esta vez nadie empuja desde abajo

—Yo... aceptaré lo que decidas. Ángel, por favor, no sé qué me has hecho, pero siento... siento que no podría vivir sin ti.

Fin del cap ¿Os ha gustado?

¿Esperábais que Tyler reaccionase así?

¿Qué pensáis que hará Ángel una vez salga?

¿Qué consecuencias va a tener todo lo que acaba de suceder en la relación de ambos? ¿Y en la historia en general?

Gracias por leerme <3 Nos vemos la semana que viene, no olvidéis dejar una estrellita si os ha gustado y comentar un corazón si queréis darle un abrazo a Ty.

Gracias por los comentarios y mensajes de apoyo relativos a la situación de salud de mi familia, las cosas no han mejorado, pero hacemos los que podemos y yo me estoy haciendo varias pruebas médicas y pronto sabré si también estoy pocha o no uwu

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