Euphor | 21

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Entraste a casa después de un largo y abrumador día, estabas tan cansada que no tenías ganas de hacer nada

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Entraste a casa después de un largo y abrumador día, estabas tan cansada que no tenías ganas de hacer nada.

El simple hecho de respirar ya se hacía difícil, no hay y nunca habrá paz en el sufrimiento.

Las letras tristes empezaban a tener más sentido, llegaban como un fierro frío entrando por el corazón, rasgando cada centímetro de tu delicada piel.

- ¿Por qué? ¿Por qué estoy viva? - te preguntaste a ti misma.

Empezaste a golpear tus piernas con tanta fuerza que dejabas marcas con cada toque, estabas entrando en pánico, tu mente por una extraña razón te culpaba del asunto.

La respiración se aceleraba junto con el corazón, se sentía como si el cerebro palpitara en tu cabeza. Los mismos pensamientos una y otra y otra y mil veces más aparecían.

Pegaste la cabeza en el piso y golpeaste con tu puño tu nuca esperando que el dolor físico fuera mayor que tus pensamientos.

Ahora que te das cuenta nunca has llorado como ahora, todo se derramó, las cosas que te ha estado haciendo tu padre y el dolor de escuchar lo que Ran tiene para decirte.

Nunca te has sentido tan sola como ahora, te ahoga el simple hecho de pensarlo. Es como si el mundo estuviera contra ti, es como si cada persona en la tierra tuviera un arma apuntando a tu cabeza.

Cómo otros días te quedaste dormida en el piso, y solo te despertaste cuando sentiste el cuerpo adolorido y frío. El dolor de tu columna era insoportable, cualquier movimiento bastaba para incomodar.

Estuviste un rato en silencio hasta que escuchaste un automóvil estacionarse frente a casa, por el sonido sabías quien era. El mayor causante de dolor en el mundo.

Te levantaste y te encerraste en el armario, caminaste hasta la esquina y te hiciste bolita.

Eras muy sensible a los sonidos de las pisadas en la madera crujiente de tu casa. Identificadas el ritmo que marcaba y la dirección a la que se dirigía. Identificabas de inmediato que te buscaba cuando sus pisadas subieron la escalera.

- Sal - ordenó tu padre sabiendo que estabas ahí.

No contestaste y en cambio te aferraste a la posición en la que estabas.

- Será peor si no sales - hablo de nuevo.

Inhalaste el aire con fuerza y luego lo soltaste lentamente, diste un golpe en la pared con tu cabeza y te levantaste abriendo la puerta del armario.

Lo miraste por un instante a los ojos, pero luego perdiste la mirada en el suelo, él tenía algo que te impedían hacer contacto directo con él.

- ¿Estabas llorando? - se acercó a ti y limpio el rastro de lágrimas que aún estaban en tus ojos.

No querías, pero terminaste asintiendo, fue sorpresivo hasta para ti cuando su mano paso por tu espalda y te llevo a él en un abrazo, acaricio tu espalda y te pego a su pecho.

Amargo || Ran HaitaniWhere stories live. Discover now